La renuncia de su secretario de Hacienda probablemente sea el error más costoso y grave en la corta trayectoria de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, más incluso que la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Es así porque es indicativo de la falta de voluntad de cambio de López Obrador, quien podría estar dispuesto a pagar casi cualquier costo con tal de llevar adelante sus (erróneos) proyectos y políticas.

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La renuncia de Carlos Urzúa tiene varios elementos novedosos: quizá sea la primera renuncia de altísimo nivel político en México vía Twitter, mientras el nombramiento de su sucesor se hizo mediante un Facebook Live. Signos de los tiempos. La renuncia también fue novedosa en la dureza del lenguaje y en las acusaciones implícitas; no recuerdo otra renuncia tan áspera y descomedida en el Gabinete mexicano, durante al menos los últimos cuarenta años. En tal sentido, más que una renuncia fue una denuncia: Una denuncia señalando que las cosas andan muy mal en el gobierno de López Obrador y que, por eso, deserta de un barco que se hunde.

Cuatro son las críticas que apunta Urzúa en su renuncia. Primera, que en el gobierno lopezobradorista se tomaban decisiones sin la evidencia suficiente, sin cuidar los efectos y muchas veces por mera ideología. Segunda, que renunciaba por preocupaciones fundamentales sobre el manejo de las finanzas nacionales. Tercera, que se había encomendado tareas financieras esenciales a funcionarios improvisados, sin su acuerdo. Y cuarta, que hay conflictos de interés dentro del equipo de gobierno de López Obrador.

En realidad, todo lo señalado por Urzúa muchos lo habíamos señalado desde el principio de la administración. Él tardó siete meses en darse cuenta y tras convalidar en silencio y con una sonrisa muchísimas decisiones erróneas. Sus acusaciones hoy son brutales y pueden significar un duro soplamocos a la estabilidad del gobierno y del país. Después de ellas, ¿habrá algún inversionista, algún actor financiero internacional que tome en serio a López Obrador y sus promesas, por ejemplo, de un gobierno sin corrupción ni intereses?

La renuncia de Urzúa es un aviso más de que el barco se hunde. Un aviso hecho no desde afuera y por algún opositor interesado, malicioso, sino desde dentro, por alguien importante de la propia tripulación

López Obrador nombró como sucesor de Urzúa al subsecretario Arturo Herrera, alguien a quien el propio López Obrador desautorizó, ruidosa y públicamente, un par de ocasiones hace unas cuantas semanas. Y Herrera aceptó el ridículo y el regaño, sonriente. Llega con poca credibilidad y sin creerse que pueda resistir algún pedido descabellado de López Obrador. Llega pues al cargo creyéndose que no podrá cumplir la principal tarea que se espera de un secretario de Hacienda: Poder decir “No” al Jefe del Ejecutivo en decisiones sin sustento e irresponsables.

Aunque pronto sabremos la real capacidad del nuevo secretario: En unas cuantas semanas tendrá que presentar un plan financiero sobre PEMEX, la agonizante petrolera estatal. Tendrá que convencer a inversionistas, acreedores, calificadoras, organismos financieros de que el suyo es un plan serio, viable y que mejorará efectivamente el perfil de la petrolera, de aquí al fin del sexenio. De no lograrlo, México puede despedirse de su grado de inversión, quedando a las puertas de una catástrofe económica.

Y claro, tras esto surge la pregunta, inquietante: ¿Si Herrera fallara, quién sería el remplazo? La verdad es que en equipo de López Obrador no hay quién pudiera ser un sustituto mínimamente aceptable. Uno se imagina, por ejemplo, como futuros secretarios de Hacienda a Rocío Nahle, a Irma Sandoval o a Octavio Romero. Ese escenario sería la derrota definitiva de los técnicos moderados y racionales dentro del gobierno y, en cambio, el triunfo de los radicales ignorantes.

La renuncia de Urzúa es un aviso más de que el barco se hunde. Un aviso hecho no desde afuera y por algún opositor interesado, malicioso, sino desde dentro, por alguien importante de la propia tripulación. ¿López Obrador tendrá la prudencia de escuchar la nueva alarma, tendrá la altura para actuar como hombre de Estado y desandar el camino (mal) recorrido, corrigiendo lo que haya que corregir?

Podría ser; nada está escrito. Pero mi impresión es de que no: en estos más de siete meses de gobierno ha tenido muchísimas oportunidades de aceptar errores y demostrar que es capaz de rectificar. No lo ha hecho. Al contrario: ha persistido tercamente en ellos, desdeñando y amenazado a sus críticos, y apostado más alto a favor de sus decisiones, a pesar de todas las evidencias en contra.

En ese sentido, la renuncia de Urzúa podría significar la terminación anticipada del sexenio de López Obrador, quedándole en lo sucesivo sólo ir de error en error, de tumbo en tumbo.

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Víctor H. Becerra
Soy secretario general de México Libertario. Colaboro en diversos medios digitales. Especialista en comunicación política. En los últimos 15 años, he creado una gran cantidad de organizaciones libertarias en México y en América Latina, además de contribuir a su fortalecimiento y desarrollo. Actualmente llevo a cabo en México un amplio programa de difusión de las ideas de la libertad, especialmente entre jóvenes.