¿Se equivocó Angela Merkel? Desde hace algunas semanas, esta pregunta se plantea cada vez con más fuerza en los medios alemanes y europeos. Sobre todo, pesan sobre ella las acusaciones de haber contribuido a la dependencia alemana del gas ruso y de haber descuidado las capacidades de defensa del ejército germano. Tal es el peso de las acusaciones que algunos de sus antiguos amigos del partido ya han saltado para posicionarse a su lado. Uno de ellos es el gran hombre de la CDU, Wolfgang Schäuble: «En mi vida, nunca pensé que fuera posible entrar en una crisis así con Rusia. Por eso, no es del todo justo criticar ahora el papel de Angela Merkel como única responsable de la asociación energética germano-rusa».
En eso tiene razón Schäuble. Por supuesto que Merkel merece críticas, pero no es la única responsable de las decisiones erróneas tomadas durante su cancillería. Ella siempre contó con el apoyo de gran parte de la clase dirigente alemana. Si se observa con detenimiento, no hay ningún ámbito en el que Merkel haya encontrado una resistencia significativa, por ejemplo, dentro del Parlamento. La razón es que como canciller (casi) siempre hizo lo que estaba en línea con el zeitgeist.
Al menos dentro de Alemania, las críticas a Merkel siguen siendo limitadas. Esto se debe a que los errores de los últimos años arrojan una mala luz no sólo sobre ella, sino sobre gran parte de la clase dirigente alemana
El zeitgeist dictaba transición energética, acercamiento de Rusia a Europa, recortes en el gasto militar, abandono de la energía nuclear, … Tomemos el ejemplo energético, que tiene mucho que ver con la actual dependencia del gas, el petróleo o incluso el carbón rusos. No fue Merkel la primera en decidir el abandono de la energía nuclear, sino el gobierno anterior, formado por el SPD y los Verdes. Merkel, que en realidad quería revertir la irracional decisión cuando asumió el cargo, cambió de opinión y finalmente la aplicó.
Como pudimos leer en la editorial del Wall Street Journal del pasado 20 de Octubre de 2021, antes de que Rusia desplegara sus tropas en la frontera ucraniana y ningún analista o grupo de expertos pudiese imaginar que lo impensable estaba a punto de suceder:
«El Reino Unido y la UE se han comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a cero para 2050, cerrando las centrales eléctricas de carbón e invirtiendo miles de millones en proyectos de energía solar y eólica. Alemania y otros países europeos han prohibido en gran medida el fracking. Esto ha convertido a los líderes europeos en el equivalente a los marineros del siglo XVI que rezan por vientos y condiciones meteorológicas favorables mientras los precios de la energía suben y bajan en función de la nubosidad y las condiciones del viento.
Alemania también se perjudicó a sí misma cuando la canciller Angela Merkel decidió eliminar la energía nuclear en una reacción exagerada al accidente de Fukushima en 2011».
Una de las razones de las desastrosas elecciones energéticas de Alemania -optar por el gas ruso y los paneles solares chinos en lugar de por la energía nuclear y la producción de combustibles fósiles nacionales- fue revelada por Fabien Bouglé en su libro «Nucléaire, les vérités cachées» («Energía nuclear, las verdades ocultas»). En una reciente entrevista con «Le Figaro«, se refirió también a la explotación de gas de esquisto:
«Nuestros vecinos alemanes prefieren seguir alejándose de la energía nuclear y aumentar considerablemente su consumo de carbón, muy contaminante, para depender menos del gas ruso. Es evidente que la compra de gas de esquisto estadounidense está reabriendo el debate en Francia sobre la conveniencia de explotar el gas de esquisto que se encuentra en grandes cantidades en nuestro subsuelo».
Hace apenas unos meses, el pasado octubre de 2021, el Washington Post daba cuenta de la profunda hipocresía alemana en su política energética:
«Alemania se presenta como un líder climático. Pero sigue derribando pueblos para las minas de carbón…. La enorme cicatriz marrón-negra en la tierra que es la mina de carbón de Garzweiler en Alemania ya se ha tragado más de una docena de pueblos. Se han demolido iglesias y casas centenarias y se ha arrancado el terreno en el que estaban construidas. Las tierras de cultivo han desaparecido, los cementerios se han vaciado».
Sólo la mina de Lützerath tiene dos veces el tamaño de Manhattan. Por eso se ha dicho que Alemania es el país más contaminante de Europa. Hace seis años, con motivo de la COP21, el ex primer ministro polaco Jerzy Buzek ya advertía: «No seamos hipócritas: Los alemanes están construyendo más centrales eléctricas de carbón para apoyar su sector de energías renovables».
Alemania no podrá poner fin a las importaciones de gas ruso ni a corto ni a largo plazo sin desencadenar un caos económico…. La promesa de Alemania de abandonar el carbón y la energía nuclear, las fuentes de energía que habrían dado al país un grado de autosuficiencia e independencia, ha puesto así al país en grave peligro.
Resulta que Rusia ha estado promoviendo -a menudo mediante «dinero oscuro» a través de las Bermudas, que no exigen que se nombre a los países donantes- campañas «verdes» contra la energía nuclear para asegurar la dependencia de Occidente de las importaciones de combustibles fósiles de Rusia. Según un artículo de The Hill:
«En 2014 -el mismo año en que Rusia se anexionó Crimea- el entonces secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Anders Fogh Rasmussen, advirtió que Rusia estaba trabajando de forma encubierta para socavar la producción de combustibles fósiles europea y estadounidense…».
Precisamente en 2014, según The Guardian, Rasmussen afirmó: «He conocido a aliados que pueden informar de que Rusia, como parte de sus sofisticadas operaciones de información y desinformación, está trabajando activamente con las llamadas organizaciones no gubernamentales (ONG) -organizaciones medioambientales que trabajan contra el gas de esquisto- para mantener la dependencia de Europa del gas ruso importado».
Dominique Reynié, profesor de ciencias políticas en el Instituto de Estudios Políticos de París, señaló en una reciente entrevista con CNews:
«Descubrimos que Gazprom financia principalmente a las ONG ecologistas que han proporcionado a ciertos países europeos ministros -Bélgica, por ejemplo- que luego han presionado para que se elimine la energía nuclear».
Y la pregunta es inevitable: ¿nadie en las altas esferas políticas alemanas se estaba dando cuenta de esto?
La dura y sencilla verdad es que Merkel no fue una política que estableciera valientemente su propia agenda y la defendiera contra las críticas. Hizo lo que le parecía oportuno en ese momento y le prometía el mayor éxito político y popularidad a corto plazo.
Pero ¿cómo era su política exterior? Nunca fue ingenua cuando se trataba de Rusia. A diferencia de Gerhard Schröder, no tenía ninguna amistad con Putin. Su enfoque era pragmático y a menudo estaba condicionado por consideraciones domésticas. A veces su política fue dura e inflexible, como en el caso de Grecia durante la crisis del euro, y otras veces oportunista y blanda, como en el caso de China o Turquía. Necesitaba a Erdogan para aliviar la crisis de los refugiados, y a Putin para superar las consecuencias de la transición energética. Durante su mandato, no hubo ni una estrategia a largo plazo ni una doctrina de política exterior. Se dejó guiar totalmente por las necesidades del momento.
Al menos dentro de Alemania, las críticas a Merkel siguen siendo limitadas. Esto se debe a que los errores de los últimos años arrojan una mala luz no sólo sobre ella, sino sobre gran parte de la clase dirigente alemana. La nueva coalición de gobierno no está interesada en ajustar cuentas con el pasado. Los Verdes saben que Merkel ha aplicado a menudo su programa. El SPD, además, fue su socio de coalición en 12 de los 16 años de gobierno de Merkel. Por eso, las críticas más duras al legado de Merkel han venido hasta ahora del extranjero.
No obstante, es muy buena noticia que cada vez más personas en Alemania comienzan a cuestionar los errores y la falta de visión de los últimos años. Pero no basta con culpar sólo a Merkel, porque fueron errores en los que comparten la responsabilidad gran parte de la clase dirigente.
Foto: EU2017EE Estonian Presidency.