“Vamos a estar aquí un par de horas. Que vengan los mejores progres que Utah puede ofrecer”. Con estas palabras, Charlie Kirk inició el último acto de su vida. Poco después, una bala certera rompió el cuello del activista, y en una hora estaba ya muerto. Sentado en una silla frente a una mesa con varias botellas de agua y un micrófono en la mano derecha, Kirk dirigía estas palabras a una enorme muchedumbre que estaba deseando escucharle.
El acto formaba parte de una gira llamada America Comeback Tour, dentro del formato Prove me wrong table. Durante el acto, él iba dando paso a miembros del público que le iban planteando preguntas, o compartían con él, y con los asistentes, sus opiniones. Los progres que desfilasen por la mesa tenían que demostrarle que él estaba equivocado en la defensa de las ideas. Pero era un hombre que conocía muy bien las razones de sus propias ideas, y solía salir muy bien parado.
La izquierda no está preparada para el debate. Su discurso público apenas va más allá de colocar carteles al otro. Unos carteles son automáticamente buenos (inmigrante, islámico, mujer, negro…), y otros automáticamente malos (cristiano, blanco, conservador, hombre…)
Sabemos muy poco del asesino. Debe de ser una persona entrenada en el uso de armas; probablemente tenga formación militar o se haya formado en algún tipo de organización vinculada a la seguridad. Disparó un rifle a una distancia considerable, de cerca de 200 metros, desde un tejado. Realizó un único tiro, que impactó en una zona vital. Eligió un lugar elevado y con una buena cobertura, pues huyó por un bosque cercano. Y huyó con rapidez. Nada de ello podría hacerlo alguien que no esté muy familiarizado con ese tipo de armas, y con las tácticas adecuadas para no ser identificado y detenido.
Se cree que es un hombre muy joven, quizás en edad universitaria. El hombre iba vestido de negro y llevaba una gorra que le ocultaba el rostro. Las fuerzas de seguridad rescataron el arma, un Mauser de calibre .30, y la munición, que tenía inscripciones antifascistas y pro transgénero. De modo que, como era previsible, fue un asesinato motivado políticamente.
Kirk es el creador de uno de los movimientos políticos más interesantes de las últimas décadas: Turning Point USA. Lo creó de la forma más sencilla imaginable. Iba a los campus de las universidades, que son como politburó de los Jemeres Rojos, y se prestaba, sentado frente a una mesa y con una silla vacía a su lado, a debatir con quien quisiera echar abajo sus convicciones conservadoras. Su voz, su discurso, y una sonrisa en la boca. Eso es todo lo que podía ofrecer.
Fue un éxito, precisamente en la época en la que el debate más ha estado perseguido en aquél país, en toda su historia. En esta“era de los malos sentimientos”. La izquierda radical no ha podido imponer una censura legal, que en los Estados Unidos es muy difícil hoy por tradición política, por el peso de la Primera Enmienda, y por la reciente trayectoria y composición actual del Tribunal Supremo. De modo que ha tenido que articular una censura privada, violenta, gritona, multitudinaria, activista, pero en última instancia exitosa en multitud de ocasiones.
Kirk puso en solfa todo eso. Apostó por el debate. Y mostró a millones de estadounidenses que se podía hablar con libertad, en un ambiente socialmente muy opresivo. Era eso, más que sus propias opiniones conservadoras, lo que progres del mundo entero, incluyendo a España, más odiaban de él.
La izquierda no está preparada para el debate. Su discurso público apenas va más allá de colocar carteles al otro. Unos carteles son automáticamente buenos (inmigrante, islámico, mujer, negro…), y otros automáticamente malos (cristiano, blanco, conservador, hombre…). Por descontado que la realidad es mucho más compleja que todo ello; que un discurso así no resiste más de un minuto un contraste con la realidad. Pero es lo de menos. El propio discurso lo protege a uno del debate. Si el otro tiene una opinión contraria es que entra en uno de los grupos malos, y por tanto no hay que hacerle caso, o hay que callarle.
El asesinato de Kirk es sólo el último de los casos de violencia política. Donald Trump sufrió dos intentos de asesinato. Un hombre fue a la casa de Bret Kavanaugh para asesinarle. Se arrepintió en el último momento, y se entregó voluntariamente a la policía. Aquéllo fue hace tres años, pero este mismo 2025 un hombre intentó prender fuego a la casa del gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro. Poco después, fueron disparados dos legisladores demócratas del Estado de Minnesota.
En 2024 se le acercó a uno a Charlie Kirk, con espíritu progresista, preguntándole qué hacía allí. Merece la pena citar in extenso a Kirk:
“Ok. Me han hecho esa pregunta muchas veces. En primer lugar, ni siquiera debería tener que hacerse. Pero cuando la gente deja de hablar, cosas muy malas empiezan a suceder. Cuando en los matrimonios se deja de hablar, se produce el divorcio. Cuando las civilizaciones dejan de hablar, se desata una guerra civil. Cuando dejas de tener una conexión humana con alguien con quien no estás de acuerdo, se vuelve mucho más fácil querer cometer actos de violencia contra ese grupo… A lo que nosotros, como cultura, tenemos que volver es a ser capaces de tener un desacuerdo razonable, en el que la violencia no sea una opción”.
Pero para muchos, en la izquierda, la violencia es el medio más razonable. El pasado miércoles le acabaron callando con el argumento definitivo: una bala en el cuello.
Foto: Gage Skidmore.
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