En «The Unanticipated Consequences of Purposive Social Action» el sociólogo norteamericano Robert K. Merton analizó los motivos que daban lugar a resultados imprevistos. Apuntó en primer lugar a la ignorancia y al error. Dado que las interacciones sociales son extremadamente complejas, obtener y procesar toda la información implica costes enormes, que se convierten en estratosféricos si además se pretende prever todos los resultados posibles y asignar una probabilidad a cada uno de ellos.
Pero Merton también señaló con el dedo otro factor hasta entonces ignorado: la imperiosa inmediatez de los intereses. Los gobernantes están frecuentemente más interesados por los efectos a corto plazo, rentables para ellos o sus aliados, que por las consecuencias a largo plazo. Y a veces ni tan siquiera eso: lo que les importa es el efecto propagandístico de una política, vender su buena voluntad para resolver el problema, aunque en el fondo no solucionen nada, sólo empeoren las cosas.
Cuando resulta evidente que la medida falla a corto o medio plazo, lejos de reconocer el error, los políticos suelen argumentar que no se aplicó con suficiente rigor, que es necesario ajustarla, intensificarla o destinar más recursos. Se desencadena así un fenómeno de inconsistencia temporal: las decisiones tomadas paso a paso, en una sucesión de cortos plazos, acaban siendo incompatibles con los intereses de largo plazo de la sociedad.