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Resumen

El populismo tiene un ingrediente clave: el antielitismo. Si una reacción no tiene este ingrediente, por más que parezca popular, no es populismo. Es otra cosa.

Es este factor, el antileitismo, lo que convierte al populismo en una reacción que desborda la división convencional izquierda-derecha. Eso es lo que le permite en ocasiones ganar a los partidos de un lado y otro del eje ideológico.

Pero cuidado, el antielitismo es bastante más complejo de lo que el término en sí puede inducir a pensar. Élite no es cualquiera que tenga una buena posición, económica y/o intelectual. El antielitismo apunta contra los sistemas de élites enclavadas.

El antielitismo, que anida en los populismos auténticos, es un mecanismo de reacción en sociedades que, formalmente democráticas, han experimentado una cierta regresión hacia un orden estamental, por un problema de élites enclavadas.

Estas élites, según la consistencia institucional (instituciones formales frente a instituciones informales) pueden haberse establecido mediante la transmisión directa de posiciones de padres a hijos (Noruega) o mediante un sistema de relaciones (España).

En España, a pesar de que ocasionalmente, ese factor antiélite puede haber existido, no ha permanecido en los supuestos populismos. En Podemos fue un sucedáneo. En la derecha directamente no existe.

Foto: Heng Films


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