De un tiempo a esta parte, toda una cohorte de autoproclamados expertos en nutrición nos dice lo que es bueno para nuestra salud. Y tal y como ocurre con los ideólogos casi siempre, pocas veces aciertan. Sin embargo, el negocio florece: “Bio” es la nueva tendencia. Ya saben: si es caro, es que es mejor. Así que la gente de la ciudad, sobre todo aquellos que lo más cerca que están de una granja o una vaca es cuando ven en el salón de su casa un documental de Netflix, se sumergen felices en la ensoñación romántica de una agricultura alternativa más justa, más sana y más respetuosa con “lo natural”.
Nos dicen en la web del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación que “La producción ecológica, también llamada biológica u orgánica, es un sistema de gestión y producción agroalimentaria que combina las mejores prácticas ambientales junto con un elevado nivel de biodiversidad y de preservación de los recursos naturales, así como la aplicación de normas exigentes sobre bienestar animal, con la finalidad de obtener una producción conforme a las preferencias de determinados consumidores por los productos obtenidos a partir de sustancias y procesos naturales.”
Gracias a las subvenciones de la UE, los gobiernos y las regiones, se ha creado un mercado espectacular entorno a los llamados productos bio de la mano de la buena fe del consumidor medio
Parece que debiéramos asumir que esta apreciación de la agricultura orgánica está bien fundada y en consonancia con lo que nos cuenta la investigación científica. Sin embargo, un vistazo a los resultados de diversas investigaciones actuales muestra claramente que este no es el caso. En particular, con respecto a los impactos ambientales, muchos estudios muestran que la agricultura orgánica generalmente produce resultados significativamente más problemáticos que la agricultura convencional.
La brecha de rendimiento
El principal problema es la llamada «brecha de rendimiento»: el menor rendimiento de producción por unidad de área en la agricultura orgánica. Tal y como se muestra en la Tabla 1., esta “brecha de rendimiento” lleva a un aumento (de media) en la superficie cultivada de un 25 por ciento en comparación con la agricultura convencional. Los datos en la Tabla 1 provienen de tres metaanálisis, cada uno de los cuales analizó estadísticamente entre 66 (el más pequeño) y 115 (el de mayor tamaño) estudios individuales. En una evaluación de 71 estudios individuales sobre la producción agrícola total (cultivos y ganadería), Tuomisto et al. encuentran un aumento del uso de suelo para la producción orgánica o “bio” de un 84 por ciento. En otro estudio, esta vez de Treu et al., nos muestran cómo el uso de suelo, si en Alemania se adoptase una dieta predominantemente orgánica, sería un 40 por ciento más alto que el uso de suelo dedicado a la producción de alimentos convencionales.
Tabla 1.
Fuentes
Verena Seufert et al.: „Comparing the yields of organic and conventional agriculture“in: Nature, 10.05.2012, S. 229–232;
Tomek de Ponti et al.: „The crop yield gap between organic and conventional agriculture“ in: Agricultural Systems, 04.2012, S. 1–9;
Lauren C. Ponisio et al.: „Diversification practices reduce organic to conventional yield gap“ in: Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, 22.01.2015.
La razón principal para que aparezca esta brecha de rendimiento es la prohibición de los fertilizantes sintéticos en la agricultura orgánica, que conduce principalmente a una falta de suministro de nitrógeno (Pam Berry et al.: „Is the productivity of organic farms restricted by the supply of available nitrogen?“ in: Soil Use and Management, 19.01.2006, S. 248–255; Hanna Tuomisto et al.: „Does organic farming reduce environmental impacts? – A meta-analysis of European research“ in: Journal of Environmental Management, 15.12.2012, S. 309–320.). La liberación de nitrógeno por las fuentes permitidas en la agricultura orgánica (fertilizantes animales, compost, paja, legumbres, etc.) es demasiado lenta para satisfacer las necesidades de las plantas, especialmente durante la temporada de crecimiento.
La biodiversidad y la salud del ganado
Actualmente, aproximadamente el 40 por ciento de la superficie terrestre libre de hielo se utiliza para la agricultura y la ganadería. La participación de la agricultura orgánica en la producción agrícola mundial es, más o menos, del uno por ciento. Para alcanzar una conversión completa de la producción agrícola a sistemas de agricultura orgánica, la proporción de suelos agrícolas utilizados en el área de tierra sin hielo tendría que aumentar al menos hasta el 50 por ciento del total.
Es cierto que existe un amplio consenso en la literatura científica sobre que las áreas cultivadas orgánicamente presentan una mayor biodiversidad que las áreas cultivadas convencionalmente. Sin embargo, estas ganancias de biodiversidad son insuficientes para compensar las pérdidas de la misma, consecuencia de un aumento en la superficie de suelo agrícola. La biodiversidad en la naturaleza es mucho mayor que la biodiversidad en un campo ecológicamente cultivado. En opinión del IPCC, la pérdida de hábitat, además de las especies invasoras y el agotamiento, es una de las razones principales de la extinción de especies actualmente observable.
Por otro lado, los resultados de diversos metaanálisis indican que las diferencias entre la ganadería orgánica y la convencional no son grandes: Lund et al. analizan 22 estudios y muestran que el ganado orgánico «no presenta peor salud» que el ganado convencional, con la excepción de las enfermedades parasitarias. Wagenberg et al. analizan un total de 52 estudios que permiten conclusiones sobre bienestar animal o salud animal. Llegan a la conclusión de que la ganadería convencional produce una contaminación microbiana de la leche igual o menor y una salud de la ubre igual o mejor, mientras que la ganadería orgánica está asociada con una resistencia antibiótica igual o menor y un mayor contenido de ácidos grasos lácteos de alta calidad. El informe Thünen evalúa un total de 67 estudios y concluye que, con la excepción de la salud de las pezuñas y las extremidades, donde el sector ganadero orgánico se desempeña mejor, «no se pueden identificar diferencias fundamentales» con respecto a la salud animal entre las granjas orgánicas y las convencionales.
Los contaminantes
El mayor requerimiento de suelo por unidad de rendimiento supone impactos más altos por unidad de rendimiento en la agricultura orgánica para varios contaminantes. Así tenemos que la lixiviación de nitratos es, según un estudio de Mondelaers et al., globalmente un 5 por ciento más alta, mientras que Tuomisto et al. en una evaluación de estudios limitados a Europa muestra un aumento del 49 por ciento en la lixiviación de nitratos para los cultivos orgánicos. Las emisiones de amoniaco son, según Tuomisto et al. para Europa, un 11 por ciento más altas. El potencial de eutrofización de la agricultura orgánica es en promedio un 36 por ciento más alto y el potencial de acidificación un 13 por ciento más alto, tal y como muestran Clark et al. en un meta-estudio basado en 164 estudios individuales.
El buen ecologista, sin embargo, calculará estas cargas contaminantes no por unidad de rendimiento, sino por unidad de área, de manera que se obtienen valores generalmente más favorables para la agricultura orgánica: el mayor requerimiento de espacio por unidad «diluye» en cierto sentido la contaminación, lo que por supuesto no cambia el valor de la carga de contaminación por unidad de rendimiento.
Todos estos datos y estudios parecen mostrarnos que la agricultura y ganadería orgánicas, las que conocemos como “bio”, no solo no están libres de impacto ecológico, en algunos casos agravan los problemas que generamos con nuestra producción alimentaria. Los Ecoactivistas mantienen sin embardo el mito: los fertilizantes, la ingeniería genética y los pesticidas modernos son peligrosos e innecesarios. Pero ya vemos que la agricultura orgánica no está libre de peligros “innecesarios”.
Entonces, ¿por qué una sí y la otra no? No se lo digan a nadie: ¡las subvenciones! Gracias a las subvenciones de la UE, los gobiernos y las regiones, se ha creado un mercado espectacular entorno a los llamados productos bio de la mano de la buena fe del consumidor medio quien, preocupado por su salud y por el medio ambiente, decide comprar un producto con el sello “BIO”, ignorante de que no es oro todo lo que reluce. El cliente normal de este mercadillo suele ser adinerado, puede permitirse los elevados costes de los alimentos. Para la agricultura convencional queda la tarea de alimentar al gran resto de la humanidad.
Los agricultores orgánicos pueden trabajar sin fertilizantes artificiales, pero no sin fertilizantes. Pero para obtener el mismo rendimiento de una plantación “normal”, necesitan una superficie de cultivo considerablemente mayor, reduciendo así el paisaje natural y la biodiversidad. Después de todo, lo sabemos, la alquimia tiene sus límites.
Foto: Sydney Rae
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