Cuando un senador estadounidense de la talla de James Risch —presidente de la Comisión de Exteriores del Senado y voz autorizada de la política exterior de Washington— acusa públicamente a España de “fallarle a la OTAN”, de “fortalecer a Hamás” y de mantener “lazos económicos peligrosos” con China, no estamos ante una anécdota: estamos ante una alarma diplomática de primer orden.
Y lo más grave no es lo que se ha dicho, sino quién lo ha dicho y cómo: de manera espontánea, sin preguntas previas, en pleno Capitolio. Es decir, no es un desliz improvisado ni un cálculo partidista de la Casa Blanca, sino una constatación transversal de que el Gobierno de Pedro Sánchez ha cruzado líneas rojas en su relación con los aliados naturales de España.
La advertencia de James Risch no debería tomarse como una ofensa, sino como lo que es: un aviso serio de que España se está saliendo del mapa occidental
Según Risch, España “premia y fortalece a Hamás” al reconocer al Estado palestino e imponer un embargo de armas a Israel, “falla en afrontar los riesgos de seguridad” mientras Rusia intensifica sus provocaciones en Europa del Este, y es el “único aliado de la OTAN” que se niega a comprometerse con el objetivo del 5% del gasto militar destinado a defensa. A ello se suman —dice— los “lazos económicos peligrosos” con Pekín en plena confrontación estratégica entre Occidente y China.
No se trata de un error diplomático puntual. Es el síntoma de una deriva estructural: España ha abandonado el eje atlántico y europeo para alinearse con un difuso bloque revisionista, donde confluyen los intereses de Rusia, China, Irán y sus satélites. Desde que Pedro Sánchez decidió utilizar la política exterior como instrumento ideológico —para contentar a sus socios radicales y ganar influencia en foros “alternativos”—, España ha ido dilapidando décadas de credibilidad internacional.
El reconocimiento exprés del Estado palestino, sin coordinación con Bruselas ni con Washington, fue el último ejemplo de esa temeridad: una maniobra simbólica con efectos reales devastadores, que nos coloca de facto en la misma línea que gobiernos abiertamente hostiles a Israel y que pone en cuestión nuestra pertenencia moral al bloque occidental.
Mientras tanto, en el tablero global, Sánchez juega a dos barajas: corteja a China con contratos estratégicos en energía e infraestructuras, se acerca a Marruecos con concesiones opacas, tolera la propaganda rusa en su entorno mediático, y al mismo tiempo espera que la OTAN siga considerándonos un socio fiable. Pero el mensaje que llega al exterior es inequívoco: España se ha convertido en el eslabón débil de la Alianza.
El problema ya no es de percepción, sino de posición. Cuando Estados Unidos empieza a ver a España como un socio poco fiable, los efectos se multiplican: menor cooperación en inteligencia, menor peso en decisiones de defensa, menor inversión estratégica… menor seguridad. En un momento de máxima tensión internacional, con guerras abiertas en dos frentes y una crisis de liderazgo en Europa, el aislamiento diplomático no es una opción: es una condena.
Pedro Sánchez ha logrado lo que parecía impensable: convertir a España, uno de los fundadores morales de Occidente, en un país del que se desconfía en Washington, en Bruselas y en Jerusalén. Y lo ha hecho no por error, sino por convicción ideológica. Como si creyera que un país puede prosperar traicionando a sus aliados, debilitando su defensa y coqueteando con los enemigos de la libertad.
La advertencia de James Risch no debería tomarse como una ofensa, sino como lo que es: un aviso serio de que España se está saliendo del mapa occidental. Si no rectifica pronto, el Gobierno de Sánchez no sólo dejará al país sin amigos, sino —peor aún— mal acompañado.
Y aunque la política internacional parezca lejana para el ciudadano común, debería asustarnos: porque cuando un país se queda solo o se junta con los equivocados, la historia demuestra que siempre acaba pagándolo caro.
¿Por qué ser mecenas de Disidentia?
En Disidentia, el mecenazgo tiene como finalidad hacer crecer este medio. El pequeño mecenas permite generar los contenidos en abierto de Disidentia.com (más de 2.000 hasta la fecha), que no encontrarás en ningún otro medio, y podcast exclusivos. En Disidentia queremos recuperar esa sociedad civil que los grupos de interés y los partidos han arrasado.
Ahora el mecenazgo de Disidentia es un 10% más económico al hacerlo anual.



















