Ya no veremos mujeres azafatas en la Formula 1 del automovilismo. Sean Bratches, director gerente de operaciones comerciales de F1, considera que “esta costumbre no concuerda con nuestros valores de marca y no encaja con los valores sociales de hoy en día. No consideramos que la práctica sea apropiada, o relevante, para la Formula 1 y sus fans, los nuevos y los viejos”.

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Por lo que a mí se refiere, podrían haber alegado que pretendían ahorrarse su sueldo o cualquier otra excusa. Se trata de una empresa privada y tiene el derecho a hacer lo que le plazca. La polémica decisión, según confirman las palabras de Bratches, está condicionada por la presión ejercida por un movimiento feminista que abomina de que otras mujeres se ganen la vida con su atractivo. Pero, de nuevo, una empresa ha cedido ante esta presión con la misma libertad con la que podía haberla rechazado.

Un «nuevo» puritanismo opresor

Todo eso es obvio. El mecanismo social, perdónenme la expresión, que funciona con efectividad en este asunto no es otro que la moral. Tienen razón quienes hablan de “puritanismo”, porque es exactamente eso: un código de conducta restrictivo, y que condena la expresión del propio cuerpo y de su atractivo. Se trata de un tipo de moral, la asunción de valores y normas que constriñen o vehiculan la acción, que no son coactivas pero ahorman las costumbres.

Hay un movimiento feminista que abomina de que otras mujeres se ganen la vida con su atractivo

Sin embargo, «nuevo» (y el puritanismo es viejísimo), no significa «mejor». E igual que unos, como aquí la Formula 1, tienen el derecho a asumir esta nueva moral, otros tenemos el derecho de rechazarla de pleno y de no someternos a sus indicaciones. El puritanismo progresista no cumple ninguna función social, cercena un espacio de entendimiento y crecimiento, que es el mercado, y vierte una mancha de odio sobre unas trabajadoras que tienen todo el derecho a ganarse la vida como lo hacen.

Rebecca Cooper: la corrección política ha enloquecido

Lo mejor es escuchar a las mujeres que han sido despedidas de su empleo. Como Rebecca Cooper, quien cree que “es ridículo que unas mujeres que dicen ‘luchar por los derechos de las mujeres’ digan lo que otras deberían o no hacer, poniendo fin a un trabajo al que amamos y del que estamos muy orgullosas”. Y añade: “La corrección política ha enloquecido”. “Se nos dice que, como parte del empoderamiento de la mujer, debemos sentirnos orgullosas de nuestro cuerpo, y hacer con él lo que deseemos”.

Lucy Stokes: las ‘feministas’ están logrando que muchas mujeres pierdan su empleo

Por su parte Lucy Stokes declaró: “Me encanta mi trabajo. Me respetan y me pagan bien, y estoy orgullosa de representar al equipo para el que trabajo. Nadie tiene el derecho, y menos las ‘feministas’, de juzgar nuestro medio de vida cuando, sinceramente, están logrando que muchas mujeres pierdan su empleo. ¿Dónde está aquí la igualdad y el empoderamiento?”.

Cercenando la libertad de elección

Hay decenas de mensajes como esos, pero Samantha Young ha ido algo más allá en sus declaraciones a AutoWeek: “Soy tan parte del equipo como los pilotos, los mecánicos o los ingenieros; y me tratan con el mismo respeto”. Ella consideraría su trabajo sexista “si me dijeran que sólo puedo dedicarme a esto por ser mujer”, pero “las mujeres hacen los mismos trabajos que los hombres en el mundo del motor”. Lo más interesante es que cree que “eliminar este trabajo es dañino. Lo es porque, al hacerlo, eliminan la libertad de elección. Están diciendo que, dado que eres mujer, puedes hacer lo que quieras pero sólo si todo el mundo acepta que eso está bien”. Y añade: “Creo que la cuestión, ignorada de forma generalizada, es que se trata de  nuestra elección. Tenemos la libertad y la capacidad para decir sí o no a un trabajo, o sí o no a una forma de vestir”.

Una mujer puede trabajar en lo que quiera… excepto en aquellos empleos que un conjunto de feministas fanatizadas considere inadecuados

Lo que señala Young es fundamental. Si una mujer puede trabajar en lo que quiera, excepto en aquellos empleos que un conjunto de feministas fanatizadas considere inadecuados, ¿podemos decir que ha mejorado la situación de la mujer, la de toda nuestra sociedad? Si otorgamos a los activistas fanatizados el derecho a decidir quién trabaja y quién no y en qué condiciones, les estamos concediendo un enorme poder sobre nuestras vidas. ¿Vamos a dejar ese poder en manos de una Nueva Inquisición dirigida por los más intransigentes?

Por otro lado, el trabajo de azafata en las carreras automovilistas suele abrir nuevas oportunidades. Milena Koerner, que estuvo ocho años trabajando en la Fórmula 1, cuenta: “aprendí mucho como azafata. Empecé a trabajar con los invitados a los grandes premios, a ejercer de relaciones públicas…”. El propio Niki Lauda ha reaccionado con furia ante esta decisión: “Las mujeres están promoviéndose (a puestos de mayor responsabilidad en la F1), y lo hacen muy bien. Todo va en la dirección correcta”. Hasta ahora.

La Fórmula 1 es un negocio comercial. Y la empresaria Vicky Valdazo ha aclarado en el diario Marca que la decisión “va en detrimento de estas empresas. Habrá muchas marcas que dejarán de hacer acciones. Hay muchas áreas entre la zona de público que Dorna alquila a una marca. Todos pueden perder con ello. El 50 ó 60 por ciento de la gente que va a un paddock va sólo a mirar, a ver el ambiente y las azafatas son parte de ese ambiente”.

Las víctimas de una nueva Inquisición

Compartí mi indignación por este asunto con una amiga, amante de la libertad, y me dijo: “Son individualistas, y eso me gusta, pero deberían tomar su propia bandera, uniéndose”. Y es cierto. Es necesario que las víctimas de la nueva inquisición hagan visibles sus agravios.

Existen unos exaltados, unos zelotes que quieren ahormar nuestra vida a su gusto

Debemos mirar a los ojos, con detenimiento, con serenidad, a los exaltados, a los zelotes que quieren ahormar nuestra vida a su gusto. Escuchar lo que dicen, ir a sus motivaciones, y sacar de su pozo de intolerancia sus negras aguas. Lo que realmente odian es la belleza de las modelos y su explotación comercial. La odian, primero, porque las modelos gustan principalmente a los hombres; porque es un reclamo y una atención hacia ellos. Segundo, porque la envidia, que es el enganche de la izquierda con alma humana, no es sólo económica. Y tercero, porque el mundo comercial es esencialmente libre, y lo aborrecen como todo lo que se escapa a su control.

La decisión de los organizadores de la Formula 1 ha sido saludada por la Formula E con un “bienvenidos al siglo XXI”. Un siglo, al parecer, de nuevas amenazas a la libertad… si entre todos no lo evitamos.