Las elecciones de medio término del pasado domingo en Argentina han sido el gran desafío que Javier Milei y su modelo debían enfrentar después de ganar las presidenciales en 2023. Su importancia radica en que no solo estaba en juego la consolidación de su fuerza política –La Libertad Avanza-, sino también la recuperación democrática de la República, ya que su resultado sería determinante en el rumbo de un país que tiene como tarea poner fin a una crisis profunda arrastrada por generaciones. Era la ocasión de afianzar el cambio de rumbo emprendido para posicionar nuevamente a Argentina en la senda del desarrollo y el crecimiento, ocupando el lugar que el país nunca debió abandonar en el marco internacional.

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La contundente e inesperada victoria electoral lograda por el oficialismo, con la renovación de la confianza hacia el proyecto del gobierno, es incuestionable. La alianza La Libertad Avanza obtuvo casi el 41 % de los votos a nivel nacional, superando por nueve puntos a Fuerza Patria: 9.337.665 votos libertarios contra 7.276.429 del peronismo kirchnerista.

Esa confianza depositada no debe ser defraudada, porque si eso sucediera, ya no quedaría margen de maniobra

Las señales han sido claras: La Libertad Avanza fue la fuerza más votada a nivel nacional y ganó en 16 distritos. Milei arrasó al peronismo, y casi nadie previó semejante resultado electoral, incluso ganando en la provincia de Buenos Aires -histórico bastión peronista-, hoy sumergida en la miseria, la corrupción y la violencia, con una inseguridad absoluta que sus ciudadanos padecen cotidianamente.

En esta oportunidad, los argentinos han dejado en claro mayoritariamente, a nivel nacional, qué es lo que no quieren, qué es lo que rechazan taxativamente: seguir gobernados por el kirchnerismo. En los últimos veintidós años pasaron por la Casa Rosada Néstor Kirchner (2003-2007), Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) y Alberto Fernández (2019-2023). La experiencia ha sido más que suficiente para dejar al país sumido en la pobreza más vergonzante y alineado geopolíticamente con algunas de las narcodictaduras y tiranías más repugnantes del mundo.

Una de las tantas lecturas posibles del resultado es que, más allá de las dificultades económicas que aún atraviesan gran parte de los argentinos por la incipiente y compleja aplicación de un modelo político definido como liberal-libertario, la población ha renovado mayoritariamente su voto de confianza al plan gubernamental. La oposición solo ha ofrecido “voltear a Milei” y acabar con el gobierno “como sea”, mediante el boicot y el bloqueo permanente a cualquier medida económica que apunte a la capitalización de la economía, la consolidación macroeconómica y el fin del déficit fiscal, el ajuste del gasto innecesario y la eliminación de la emisión monetaria como herramienta para cubrir el déficit y sostener la inflación.

Es crucial tener en cuenta que la dirección y el rumbo económico del gobierno han sido convalidados con el resultado. En las últimas semanas, Argentina recibió el espaldarazo de los Estados Unidos cuando la Reserva Federal compró -por primera vez en la historia- pesos argentinos, en el marco de un canje de divisas por 20.000 millones de dólares con el Banco Central de la República Argentina. A cambio, se pidió gobernabilidad para asegurar la estabilidad, y ello se reflejó en el resultado electoral. El dato no es menor: es toda una señal de confianza por parte de la administración Trump hacia el proyecto del gobierno de Milei, con lo que ello implica a nivel del mercado internacional.

El pueblo argentino decidió dejar atrás cien años de decadencia”, afirmó Javier Milei en su discurso al conocer los resultados electorales. Y lo hizo en un tono conciliador, no agresivo, algo demandado por una gran parte de su electorado y que demuestra una madurez cívica poco frecuente. Muchos de sus votantes esperan ahora del presidente y su equipo de gobierno mesura, responsabilidad y acercamiento con quienes pueden ser aliados, teniendo en cuenta que, a pesar del triunfo libertario, el peronismo obtuvo más de siete millones de votos. Lo peor que podría suceder es dar por derrotado definitivamente un mal como el kirchnerismo.

Es crucial escuchar a una parte del electorado que no da cheques en blanco, que hoy vota a LLA y mañana puede hacerlo por otra fuerza, y que espera resultados más que gestos. A pesar de cierta torpeza del gobierno en el manejo del caso de la criptomoneda “$Libra”, de las grabaciones atribuidas a un funcionario que apuntan contra la Secretaría de la Presidencia y alcanzarían al entorno más cercano del jefe de Estado, o de la renuncia de último momento del diputado y candidato José Luis Espert en la provincia de Buenos Aires por un supuesto nexo con un empresario imputado por narcotráfico -situación que algunos analistas calificaron como “la tormenta perfecta” que podría haber acabado con el gobierno-, esto no impidió la ola de confianza renovada de la ciudadanía hacia Javier Milei, La Libertad Avanza y su proyecto transformador. Y motivos racionales para ello existen.

Es indudable el éxito del gobierno argentino durante estos primeros dos años en alcanzar el superávit fiscal, lograr una mayor disciplina en las cuentas públicas, reducir el gasto innecesario vinculado a la corrupción, estabilizar la macroeconomía y transparentar el tipo de cambio. También ha avanzado en la liberalización y desregulación de la economía, la promoción de inversiones y el fomento de la inversión privada mediante la “Ley de Bases”, que contiene cientos de medidas para reformar el Estado, junto con una menor intervención estatal que generó mayor confianza en el mercado, mejorando el saldo externo y generando superávit comercial.

A pesar de los errores cometidos por el gobierno y de las dificultades que aún padecen millones de argentinos que han asumido este período con sacrificio, el electorado ha dejado claro en las urnas que desea recuperar la grandeza perdida. Este momento postelectoral es una gran oportunidad para el oficialismo de corregir errores y avanzar en el cumplimiento de los objetivos del programa con el que Milei llegó a la Casa Rosada.

Esa confianza depositada no debe ser defraudada, porque si eso sucediera, ya no quedaría margen de maniobra. Lo que queda por delante no deja de ser difícil: dos años de gobierno, aun con la fuerza política y electoral con la que Milei llegó a la presidencia en 2023, no son suficientes para revertir casi un siglo de catástrofes políticas, económicas y sociales. Argentina hoy está más lejos del destino de Venezuela, y eso ya es una gran noticia.

¿Será el libertarismo una nueva tendencia política arraigada en Argentina de la mano de Javier Milei? Eso está por verse, y tampoco parece ser lo más importante. Lo esencial es el cambio en la cultura política de la ciudadanía, la reversión de las ideas del socialismo y del colectivismo demagógico que sumieron a un país rico en recursos naturales y humanos en un marasmo de corrupción y decadencia. Argentina pasó de competir en riqueza y prosperidad con las potencias occidentales a principios del siglo pasado, a batir récords históricos de hiperinflación y pobreza.

Hoy Javier Milei, tras el resultado electoral, tiene motivos para celebrar una victoria aplastante sobre el peronismo kirchnerista, pero sin relajarse, tomando nota de lo hecho hasta ahora para no repetir errores y alejándose de lisonjeros y oportunistas que puedan rodearlo. Eso sí, sin claudicar en los objetivos de un proyecto valiente y transformador, revalidado en las urnas, sin defraudar el caudal de confianza del pueblo argentino. Si eso se pierde, se pierde lo más valioso y difícil de recuperar. Y ese tesoro es el que hoy tiene Javier Milei en sus manos.

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