Arcadi Espada es el centro de una polémica por su participación en el programa Chester, de la cadena Cuatro. El conductor del programa, Risto Mejide, se ha convertido en un fenómeno mediático, dicho sea sin acritud. En verdad, su éxito estaba asegurado desde el momento en el que a alguien se le ocurrió que podía sacar a un director creativo de su ámbito y pedirle que mostrase su chisposa capacidad de crítica a unos aspirantes delante de las cámaras. El espectáculo de ver a una persona de apariencia adulta destrozar a alguien, aplicar con ingenio una motosierra sobre la autoestima de los demás, como si fuera un repetidor que se mete con los más débiles de clase, resulta ser muy jugoso. La audiencia acompaña los ¡chas!carillos, y un conocido circuito que va desde el share a la tarifa de los anuncios a los ingresos del programa, termina en el caché del personaje. O de la persona, que es quien cobra.

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Risto Mejide, que tiene su propia carrera, muy exitosa, se ha buscado también los cuartos como máquina de picar carne en televisión. Su éxito es innegable. Pero quizás sufra, como tantos otros, de una mala relación entre su personaje y su persona. O acaso lo que ocurra es que piense que ya se ha hecho mayor y que merece un mayor reconocimiento público; como un buen tipo, por ejemplo.

Risto sienta las bases del espectáculo: Espada es un hombre vinculado al escándalo. Suena Raphael mientras entra en el plató. Ese era el momento de volverse, mientras andaba al ritmo del horrísono. Pero no lo hizo, y arrancó la representación: “Una polémica es una trampa que alguien tiende, para que los demás caigan en ella, y que hace dinero. Y tú eres un gran trampero; te gusta tender trampas a los demás”. En otro momento, después de decir de sí mismo que es un “frío” profesional de la comunicación, le dice que ve en él “a un polemista. Alguien contratado para llevar esa contraria, necesaria. Para que haya un debate”.

Espada no iba al programa de Risto Mejide en calidad de periodista, sino de McGuffin

Al margen de la cara dura de que Risto acuse a otro de generar debates sólo para ganar dinero, lo más chocante llega al final del programa. Pone en duda que Espada considere personas a las que tienen síndrome de Down, lo cual encuentra el periodista ofensivo. La conversación se centra ahora en un artículo que escribió Espada en su blog,

El conductor saca un extracto del blog, mal transcrito. Es incapaz de entender quién es el sujeto de la frase entresacada, pero la conversación continúa. Y Espada reafirma su tesis con estas palabras: “Hay personas que consideran que si alguien les detecta un niño enfermo, tienen todo el derecho a seguir adelante con el niño enfermo. A mí eso me parece una inmoralidad; una aberración. ¿OK? Por supuesto, tienen todo el derecho a seguir adelante con su niño enfermo. Es decir, yo no les obligaré a abortar, ni pediré públicamente que nadie les obligue a abortar. Lo único que digo es que si el sistema público de salud detecta una persona con una anomalía grave, que va a impedir que lleve una vida normal, y digo normal con el pleno uso y conciencia de por qué uso esta palabra, téngalo usted, pero evidentemente cuide de él. Por que si el Servicio Público le ha avisado a usted de que esa persona va a nacer con gravísimas deficiencias, que van a suponer para la sociedad un coste que podía haberse evitado. Usted evidentemente deberá asumir, primero, la responsabilidad moral de haber traído en esas condiciones un hijo al mundo. Después, la responsabilidad económica de mantener a ese hijo en las condiciones necesarias para la persona, y su dignidad, que sigue siendo”.

“¿Tú sabes la animalada que estás diciendo?”, le espeta el actor.  Después de haberse definido como “frío”, dice que tiene sangre y que le hierve. Y da paso al padre de Nico, un niño con síndrome de Down. La alocución del padre de Nico es emotiva y razonable. Y le llega el turno a Espada: “Supongo que puedo responder a este señor”. Respuesta: “Sí, si le tratas con respeto. Si le tratas con respeto”. El periodista se vuelve a ofender, y anuncia que la entrevista ha terminado ahí. Luego Risto hace de anfitrión, cumpliendo la última voluntad de su invitado.

Fue un acto de propaganda del presentador. Espada nunca debió de participar en el programa. Como saben en Chester, yo no voy a programas de televisión grabados porque sé lo manipuladores que son. Los formatos de programas de infotainment no son ni La Clave ni El perro verde, sino episodios de series, en los que se milimetra el drama, y se concluye con una moralina. Espada no iba en calidad de periodista, sino de McGuffin.

La opinión de Arcadi Espada es un error trágico e indignante. Se deshace como la mantequilla con sólo empezar a considerarla. Es reduccionista y combina ideas (acabar con el principio rawlsiano del velo de la ignorancia, calibrar a las personas en función de su coste previsible, la dignidad de las personas) que no casan juntas.

El periodista lanza la pelota al otro campo cuando habla de eugenesia, pero lo que tiene en frente es un frontón. Es normal, la eugenesia es una idea progresista, y sólo el final de una guerra pudo terminar con su innegable prestigio. Pero es otro error, también trágico e indignante. Eso sí, Espada, que no es un polemista sino alguien a quien le importa una higa el qué dirán, como si nunca hubiese conocido España, entiende perfectamente que el odio a las ideas, que recientemente defendía Miguel Ángel Quintana Paz, no mancha a las personas.

Sólo apunto la crítica a sus ideas, porque lo interesante aquí es señalar que ni este ni otros programas de televisión son el lugar donde hacerlas. Tampoco hay en ellas un espacio donde hacer un verdadero intercambio de ideas. El debate público se ha degradado, y es evidente que las redes sociales son un mal remedo. Este asunto hace ver que no hay en la televisión un lugar donde mantener una conversación sobre nada que sea más complejo que las últimas declaraciones de los políticos.


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