Para Aristóteles observar una vida virtuosa es más fácil conforme más comprometidos estamos con ella hasta convertirse en un hábito.

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El ilustrado David Hume, en su imperecedero Tratado sobre la naturaleza humana (1790) nos descubrió que “son los hábitos, más que la razón, los que en todas las cosas constituyen el principio que impera sobre la humanidad”. El carácter auxiliar de la razón será precisamente eso, auxiliar, supeditado a una categoría superior, la del sentimiento, el cual será, en definitiva el que determine y decida.

Para Hume, las dos emociones morales básicas son el amor a uno mismo y la compasión o simpatía por los otros. Y entre las virtudes verdaderas señala: la clemencia, la generosidad, la benevolencia, la gratitud, la veracidad, la amistad y la ternura. Nada puede añadir más mérito a una criatura humana que el sentimiento de benevolencia…y una parte de su mérito….procura la felicidad de la sociedad humana.

La justicia es útil a la sociedad: su utilidad pública es el único origen de la justicia

La meta de toda especulación moral es enseñarnos nuestro deber, y mediante representaciones adecuadas de la fealdad del vicio y la belleza de la virtud, engendrar en nosotros los hábitos correspondientes que nos lleven a rechazar uno y abrazar la otra.

La justicia es útil a la sociedad: su utilidad pública es el único origen de la justicia. Una igualdad perfecta es impracticable y si se estableciera dividiendo las posesiones en modo igualitario la aplicación de los hombres romperían de nuevo la igualdad. La justicia es un requisito absolutamente necesario para el bienestar de la humanidad y para la existencia de la sociedad.

Además de virtudes, para Hume los hombre poseen dones morales como: la discreción, el cuidado, el espíritu de iniciativa, la laboriosidad, la asiduidad, la frugalidad, la economía, el buen sentido, la prudencia, el discernimiento, la templanza, la sobriedad, la paciencia, la constancia, la perseverancia, la previsión, la consideración, la discreción, el orden, el tacto, la cortesía, la presencia de ánimo, la rapidez de concepción, la facilidad de expresión,…. etc.

El gran objetivo de todo quehacer humano es el logro de la felicidad. Para esto se inventó el arte, se cultivaron las ciencias, se decretaron leyes, y sobre todo debieron observarse las tres leyes fundamentales (antes de que existiera Gobierno) de la vida en sociedad:

  1. La estabilidad de la propiedad. El derecho de propiedad es el eje de nuestra civilización y la base del progreso económico y social.
  2. El intercambio por consenso. Las transacciones económicas en ausencia de coacción o fraude conforman los mercados libres que producen la riqueza.
  3. El cumplimiento de las promesas. Los contratos libremente acordados deben cumplirse siempre, voluntariamente o por ley.

El progreso económico y social de las naciones ha estado y seguirá estando sustentado en dichos principios fundacionales de la sociedad civil, mientras que su desuso o abandono explican el fracaso de muchos países.

El premio Nóbel de economía de 1986 James M. Buchanan en su ensayo Ética y progreso económico (1996) además de defender la ética del trabajo y del ahorro señala (al referirse a Max Weber) que “una sociedad cuyos miembros comparten las virtudes puritanas, cualquiera que sea el origen y por el motivo que sea, tendrá económicamente más éxito que una sociedad en la que esas virtudes brillen por su ausencia o estén menos ampliamente compartidas”.

La confianza es la virtud social que mejor explica el éxito de las sociedades más prósperas

Francis Fukuyama, en su ensayo Trust (2007) sostiene la tesis: “La confianza es la virtud social que mejor explica el éxito de las sociedades más prósperas. La prosperidad de las naciones depende de la confianza intrínseca, sustentada en jerarquías intelectuales y morales, de las sociedades; mientras que su ausencia conlleva la pobreza”.

Confiar en gente que no sea de la familia genera “capital social” que resulta crucial, no sólo para la convivencia y el orden moral, sino para generar competitividad y por tanto prosperidad.

Los enemigos de la confianza son el individualismo asocial y disgregador y el estatismo. El surgimiento de tendencias comunitarias no es posible sin la existencia de un nivel elevado de confianza. La sociabilidad espontánea es una gran virtud para forjar el “capital social”, según James Coleman citado por Fukuyama.

Eficacia y comunidad pueden coexistir, porque el hombre no solo actúa por egoísmo sino buscando también reconocimiento social que no es posible sin asentarse en valores morales

La confianza es el cemento invisible que amalgama la sociedad civil frente al orden y mando impuesto desde fuera de ella. El incomparable éxito de Amazon se basa en la confianza que inspira como consecuencia de hacer siempre lo que se espera que haga: cumplir diligentemente sus compromisos y no engañar a nadie.

Cuando alguien va a un notario para comprar una casa la paga con dinero al vendedor o firma con su banco un crédito hipotecario cuyo importe se transmite en el acto al vendedor; tras la firma se marcha de la notaría sin otra cosa que la confianza en el notario, que  le entregará después su escritura de propiedad.

La prosperidad de la sociedad civil depende en última instancia de hábitos y comportamientos de naturaleza moral.

Para Fukuyama, cultura es “un hábito ético heredado”. La sociabilidad espontánea es crítica para la vida económica porque virtualmente todas las actividades económicas son llevadas a cabo por grupos más que por individuos.

Las sociedades “altamente confiadas” con plenitud de capital social tienen la habilidad de construir grandes organizaciones privadas de negocios, mientras que las sociedades con baja confianza no pueden sacar todo el partido a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

La más devastadora consecuencia del comunismo de la URSS y el Este de Europa fue la destrucción de la sociedad civil

La más devastadora consecuencia del comunismo de la URSS y el Este de Europa fue la destrucción de la sociedad civil. Y en Europa Occidental,  la creciente confianza de la gente en el Estado y el consecuente abandono de la responsabilidad personal y por tanto la confianza personal en uno mismo tienden a debilitar la sociedad civil frente al poder político.

En EE.UU. la patria original de la sociedad civil, según descubriera Tocqueville, está declinando la sociabilidad: gastan mucho y cada vez más en abogados y en protección policial mientras mantienen en prisión al 1% de su población.

El balance entre individualismo y comunidad ha cambiado sustancialmente en EE:UU: en los últimos 70 años, ha descendido el nivel de sociabilidad. El deterioro más noticiable  ha sido la ruptura de la familia con el incremento de los divorcios y de familias monoparentales, algo que no ha sucedido porque otras formas de vida asociativa hayan crecido, sino que ambas han declinado.

Desde mitad del siglo pasado, en EE.UU. los miembros de asociaciones voluntarias han decrecido: sindicatos, organizaciones fraternales, asistencia a actos religiosos, asociaciones de padres. Sin embargo los lobbies y grupos de presión han crecido. Los litigios judiciales han aumentado: además del coste de los abogados está el coste social.

Existe un creciente peligro en la sociedad civil: los grupos que se asocian para defender intereses minoritarios y reivindicativos en contra de la libertad individual de los demás y a favor de privilegios corporativos (el capitalismo de amiguetes) o particulares (feminismo radical, ideologías de género, fundamentalismo ecologista…) que benefician a muy pocos en perjuicio de la inmensa mayoría.

Foto: rawpixel


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