Contra lo que sería normal en cualquier democracia que se respete mínimamente, Pedro Sánchez pretende continuar al frente del Gobierno, dice que hasta 2027, pero veremos hasta cuándo. Los motivos para dimitir son de gran peso, tanto ético como político, pero las razones para que continúe son sórdidas aunque muy fuertes porque no dependen de la voluntad de Sánchez ni de esa historia mema de su resistencia: Sánchez no se va porque no puede y no puede porque no le dejan.
Sánchez es un rehén de sus alianzas, del mismo modo que lo es de sus mentiras y de las bajezas a que ha obligado a someterse a un PSOE irreconocible y vergonzante. En el tiempo que le queda intentará negociar una salida favorable, pero es probable que ya no sea capaz de otorgar más ventajas a sus extorsionadores y que, como mirando a otra parte, le dejen caer antes de lo que se piensa y ello con independencia de lo que acontezca en el plano judicial y en las investigaciones de la Guardia Civil.
¿Conserva Sánchez algún amigo verdadero? ¿Tiene alguien capaz de decirle que ha declinado el día y el sol se ha puesto?
Visto cómo ha transcurrido el último debate espero que evite a toda costa tener que intervenir en el Congreso en el que ha recibido golpes que no esperaba. Las alusiones de Feijóo a la vida profesional de su suegro y a los beneficios que Sánchez ha obtenido de esas actividades han sido una descarga muy difícil de soportar como lo es siempre la verdad desnuda que trata de ocultarse.
Feijóo ha podido ser tildado de excesos, pero tiene dos excusas razonables, la primera el insoportable tono de dignidad ofendida con el que Sánchez siempre ha tratado de presentarse y también el haber tenido que soportar desde hace bastantes años la continua exhibición de su foto con otro gallego que después fue narco. El Demóstenes del PSOE, todos sabrán que me refiero a Patxi López, volvió a presentar esa foto en el último debate aludiendo al número de gallegos muertos por la droga, de manera que, a la vista del caso, Feijóo estuvo bastante comedido y no se refirió a lo que suele pasar con las biografías profesionales de quienes prestan servicios en ese tipo de saunas.
En cualquier caso, ese tipo de argumentos y polémicas debieran estar fuera de lugar en el Congreso, pero la triste verdad es que nuestro parlamento se ha convertido en el escabel al que se sube el presidente del Gobierno para dictar sus órdenes a los diputados a pesar de que estos, como dice la Constitución, no estén sometidos a mandato imperativo. Este es uno de los asuntos de fondo que Feijóo debería abordar en una próxima legislatura, hacer que el Congreso tenga la autonomía necesaria para que pueda ejercer un control del ejecutivo, porque por la vía que vamos acabaremos haciendo de la democracia una cáscara vacía. Recomiendo al respecto la lectura del espléndido libro de Guillermo Gortázar, El cesarismo presidencial.
La reforma exigirá, por cierto, una ley de partidos de la que carecemos que trate de cortar a tiempo la conversión de los partidos en cuadrillas guerrilleras enteramente sometidas al control del líder y ausentes del menor interés en las cuestiones que de verdad le aprietan el cinturón y los zapatos al ciudadano de a píe, que carece, por otra parte, del menor cauce para hacer llegar a las altas esferas sus quejas, sus preocupaciones y sus opiniones.
Volviendo al tema de inicio, el tiempo que le quede a Sánchez al frente del gobierno y del partido no puede ser de otro tipo que lo que se conoce como los minutos de la basura, por mucho que se refugie en la Mareta. Durante este período de verdadera interinidad iremos viendo cómo el deterioro moral afecta a sus fieles, unos tratarán de intensificar su apoyo mientras, con la otra mano, procurarán buscarse una salida digna para el postsanchismo. Otros harán lo indecible para esconderse entre la multitud y desvanecerse a tiempo, no sea que el Apocalipsis les pille con las manos en la masa.
Sánchez se está quedando solo tanto si es verdad que ya no se fía de nadie como si lo es que su asombro por lo estúpidos que han sido sus más directos colaboradores no le deja conciliar el sueño. Sólo Sánchez sabe lo que hay detrás de una historia tan fatalmente concluida y sin la menor posibilidad de redención. Es cierto que el PSOE es ya un cadáver, pero ni muerto va a consentir que Sánchez los entierre a todos a un tiempo y dos años son demasiados para jugar al escondite. Aunque trate de disimularlo, lo peor que le ha ocurrido a Sánchez es que ha perdido la capacidad de decidir su futuro, sólo puede aspirar a negociar la mejor salida, todas muy malas, aunque puede que todavía no se haya dado cuenta. Se dice que a la muerte de Stalin sus colaboradores decían “Stalin ha muerto, pero a ver quién se lo dice”.
¿Conserva Sánchez algún amigo verdadero? ¿Tiene alguien capaz de decirle que ha declinado el día y el sol se ha puesto? Lo que sabemos con certeza es que nadie a su alrededor le dijo que se contuviera en asuntos del puterío no fuera a ser que alguien se soltase la lengua con los antecedentes familiares de su avispada esposa. Hasta la fecha ha tenido más pelotilleros que consejeros fieles, pero puede que la piedad de alguno le invite a cambiar el tono de sus consejas.
Cuando a Churchill le urgían a ceder frente a Hitler dijo aquello de que no se puede negociar con un tigre cuando tiene tu cabeza en la boca. Ya sé que la situación en que Sánchez vive no da para ejemplos de virtud sublime, pero supongo que no será del todo imposible que cuando, como ocurre en la famosa escena de El hundimiento en que Hitler ordena que se ponga en marcha el décimo ejército y un general se atrevió a decirle “Mein Führer… ese ejército ya no existe”, algún Bolaños, algún López o algún Puente sean capaces de sobreponerse y tengan los bemoles de contarle la verdad para ocuparse de que sus restos sean tratados con algún decoro.
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