Las Navidades terminaron hace unas semanas, un tiempo de amor, de fe y, por supuesto, de villancicos. Entre las habituales y clásicas canciones navideñas, hay una muy popular, el “villancico de las campanas”, cuyo origen está en una canción popular ucraniana titulada “Shchédryk”. La invasión rusa en febrero de 2022 ha hecho que este villancico tenga un significado que va más allá de las festividades navideñas y que nos remite a su historia de más de 100 años y que nace también en el transcurso de una guerra.

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Su autor fue el compositor Mykola Leontovych, que en 1916 recogió diversas canciones populares para componerla. La caída del Imperio Ruso en 1917, tras el desastroso papel de los ejércitos del Zar en la Primera Guerra Mundial y las posteriores revoluciones que sacudieron Moscú, permitieron a Leontovych y a otros artistas comprometidos con la causa nacionalista ucraniana escribir manuales de música, formar coros y abrir escuelas, algo que había estado prohibido por las autoridades zaristas que consideraban cualquier manifestación cultural ucraniana como un acto “separatista”. “Shchédryk” (noche abundante), cuenta la historia de una golondrina que vuela sobre una casa y canta la riqueza que traerá la primavera. Fue interpretada por primera vez en diciembre de 1916 por estudiantes de la universidad de Kyiv.

La trágica historia de muerte y exilio detrás del villancico de las campanas es un duro reflejo de lo ocurrido hace 100 años en Ucrania. Una historia que vuelve a repetirse en la actualidad

Dos años después, Ucrania estaba inmersa en una guerra de independencia a la par que se desarrollaba la guerra civil rusa entre los blancos zaristas y los rojos bolcheviques. Las potencias occidentales apoyaron a los blancos ante la amenaza comunista, pero no a los ucranianos, considerados separatistas por los blancos. El líder del nuevo estado ucraniano, Symon Petlyura, era consciente de la importancia de la cultura como un medio para defender la postura ucraniana y dar a conocer a su país ante el mundo, por lo que decidió enviar al Coro de la Republica de Ucrania (posteriormente Coro Nacional Ucraniano) como un embajador a París, ya que era allí donde las potencias vencedoras iban a delimitar las nuevas fronteras surgidas de la Gran Guerra. Dirigido por Alexander Koshetz, el coro partió de Kyiv el 4 de febrero de 1919, un día antes de la entrada del Ejército Rojo en la capital ucraniana. El viaje no fue precisamente fácil en medio de la guerra, en varias ocasiones los músicos se vieron obligados a hacer parte del trayecto a pie y estuvieron a punto de ser detenidos por los checos por “separatistas”. Finalmente, llegaron a Praga, donde su actuación fue muy bien recibida por el publico checo. Luego seguirían Viena y Baden, y varias ciudades suizas: Lausana, Zürich, Ginebra, Basilea y Berna. Las actuaciones, a las que la prensa suiza definiría como el “grito de una nación”, fueron un éxito, especialmente la interpretación de “Shchédryk”.

El 3 de noviembre de 1919, nueve meses después de su partida de la capital en guerra, el coro llegaba a París después de sufrir innumerables trabas para poder entrar en territorio francés. Ucrania, sumida en el caos y en la guerra, no entraba en los planes de las potencias vencedoras, pero el coro siguió recorriendo Europa, actuando en 45 ciudades en 10 países y consiguiendo que la prensa europea hablara de Ucrania y de su cultura. En mayo de 1920, fuerzas polacas y ucranianas reconquistaban Kyiv, pero finalmente los soviéticos ocuparon de nuevo la ciudad y al año siguiente acababan por completo con la República Popular de Ucrania. La pérdida del apoyo estatal fue reemplazada por capital privado, y en 1922 el coro llegó a Nueva York bajo la dirección de Max Rabinoff, un empresario judío de origen ruso que había visto actuar al coro en cinco países. El 5 de octubre, el coro actuó en el Carnegie Hall de Nueva York, recibiendo vítores y flores por parte de un publico entusiasmado. Sólo en Estados Unidos visitaron 36 estados y 115 ciudades.

Se cree que uno de los presentes en el Carnegie Hall era Peter J. Wilhousky, que era director coral de formación clásica y administrador musical en las escuelas públicas de Nueva York. Sus padres eran emigrantes eslovacos (de la región de Presov, muy cerca de la frontera con Ucrania) que enseñaron a sus hijos canciones y bailes de Europa del Este, y Peter fue miembro del Coro de Niños Cantores de la Catedral Rusa de Nueva York e incluso cantó en la Casa Blanca ante el presidente Woodrow Wilson. Utilizando la música de “Shchédryk”, Wilhousky creó un villancico con nueva letra y título. Había nacido “Carol of the Bells”, el villancico de las campanas, que fue registrado en 1936 por Carl Fischer Music en Nueva York. La nueva versión tuvo un enorme éxito; un éxito que pudieron disfrutar la mayoría de los miembros del coro que decidieron rehacer su vida en los Estados Unidos al no poder regresar a Ucrania. No fue así con su autor, Mykola Leontovych, que fue asesinado muchos años antes, el 23 de enero de 1921, por Afanasy Grishchenko, descrito como “agente chekista” en un documento soviético. Grishchenko le pidió refugio para pasar la noche, y luego le disparó y le dejo morir desangrado.

La trágica historia de muerte y exilio detrás del villancico de las campanas es un duro reflejo de lo ocurrido entonces en Ucrania. Una historia que vuelve a repetirse en la actualidad, aunque ya no estamos en los tiempos de la Conferencia de Paz de París y todo el mundo conoce, en mayor o menor medida, la razón por la que están luchando los ucranianos. Ya es hora de que, como se canta en el “Shchédryk” de Leontovych, en esta ocasión la golondrina anuncié la llegada de la primavera a Ucrania.

Foto: Aaron Burden.

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