Maxim Abramov es un capellán del ejército ucraniano al que he podido entrevistar con la ayuda de la periodista ucraniana Darina Rebro que me ha servido de interprete. Hablamos de su vida como soldado, la guerra y su camino hacia Dios.

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En 2014, cuando tiene 16 años, su ciudad, Slovyansk, es ocupada por fuerzas prorrusas durante tres meses. Algunos comparan la ocupación rusa como un regreso a la Unión Soviética.

No nací en la Unión Soviética y no puedo compararlo con aquello, pero vi algo inusual en la sociedad y el compañerismo en general porque ya no podías expresar tu opinión. Todo estaba controlado por la fuerza; en la Unión Soviética todo estaba controlado por el Partido Comunista, pero aquí la institución controladora era gente de los estratos más bajos de la sociedad que tenían armas. Todo se creó para controlar mediante el miedo. Recuerdo que en 2014 no era posible tener una discusión sana, sólo valía la fuerza y no había otro criterio, justicia o derechos humanos.

Encontró la fe durante la ocupación. ¿Era creyente antes?

No tenía antecedentes cristianos y lo conocía culturalmente, pero nunca pensé en Dios ni en la Iglesia. En mi comunidad no había nadie que pudiera hablarme de Él y no existía una herencia cultural de la civilización ortodoxa. Esto era consecuencia del hecho de que en el pasado el poder soviético hizo todo lo posible por destruir la fe mediante la propaganda. Decían que la gente que hablaba de Dios eran locos, sectarios o que torturaban a los niños para sacrificarlos…

Mi camino hacia Dios empezó cuando sufrí una depresión durante la ocupación. Tres meses después nos liberaron, pero nadie pudo ayudarme a superar el trauma de la ocupación. Para llenar este vacío dentro de mí, primero fui a una iglesia ortodoxa del Patriarcado de Moscú, pero no entendían nada y no funcionó. Luego fui a una iglesia protestante en 2015 y ahí empezó todo.

Sin embargo, antes de convertirse en capellán, decidió alistarse como un soldado más. ¿Por qué?

Acepté a Cristo en ocho meses y en la Iglesia me preguntaron donde quería servir. No supe responder y me dijeron que podía cantar en el coro, pero la verdad es que yo quería hacer algo sustancial fuera de los muros de la iglesia y en 2017 empecé a ayudar en un centro de rehabilitación de alcohólicos y drogadictos. Allí conocí a un soldado que había luchado en el aeropuerto de Donetsk y me habló de un capellán que desafortunadamente murió en la batalla. Me di cuenta de su tragedia: este hombre tenía un trastorno postraumático, como yo; no tenía vida social, como yo; y tenía problemas con familiares y amigos, como yo. Así que entendí que la categoría del soldado era muy similar a la mía.

Entré en un seminario para recibir educación teológica para convertirme en capellán y poder ayudar correctamente a los soldados, pero, al mismo tiempo, pensé: ¿cómo voy a entender a un soldado si no he pertenecido al ejército? Un año después, en 2018, recibí la carta para iniciar mi servicio militar durante un año y medio, pero ese servicio no era nada real, sólo entrenamiento, así que a mi vuelta a casa decidí firmar un contrato con el batallón “Donbás” y me convertí en un soldado profesional. Después, ingresé en la escuela de suboficiales y alcancé el rango de sargento.

La invasión rusa le encuentra en el frente.

Sí, cuando empezó la invasión a gran escala me encontraba en el frente. En mayo, mientras defendíamos una posición en primera línea, sufrimos fuego de artillería durante más de doce horas. A sólo dos metros detrás de mí, un compañero, “Banker”, fue alcanzado en el cuello por la metralla y murió en el acto, pero a mí me alcanzaron fragmentos más pequeños que me causaron una grave herida en el brazo. Me llevaron a un hospital de Bakhmut y los médicos me dijeron que la cosa pintaba mal. Aún no sé cómo Dios salvó mi brazo, pero lo hizo. Me trasladaron a Alemania para mi rehabilitación y a la vuelta a casa volví de nuevo al combate. Sin embargo, finalmente se me dio la oportunidad de convertirme en un capellán militar en diciembre de 2024. Ese fue mi camino, que seguí conscientemente porque cuando eliges seguir la llamada entiendes que eres mucho más grande que un simple mecanismo en la guerra. Mi llamada en 2017 me ha hecho convertirme en el capellán de una brigada.

¿Cuáles son sus deberes como capellán?

Mi principal objetivo es cubrir las necesidades espirituales de mis compañeros. Una persona es cuerpo, alma y espíritu, y yo trabajo en las dos últimas partes. Hay gente muy diferente, pero la mayoría son ateos, no creyentes o agnósticos, o personas que dudan de la existencia de “algo” y no saben cómo definirlo. Mi trabajo como capellán es estar con ellos, escucharlos, y cuando es posible y me lo permiten, les hablo del Dios cristiano porque ese es el mandato de mi confesión. La herencia ortodoxa es familiar para muchos y cuando digo “Dios” piensan en el icono de la iglesia. Con los ateos intento entablar una amistad y empleó mucho el humor: “¿Cómo puede una persona fumadora no creer en Dios?”

Como alguien que ha estudiado la Apologética, tengo muchos argumentos para probar la existencia de Jesús y de Dios, y ofrezco 200 dólares a cualquiera que quiera argumentar conmigo. Después de una semana todos reconocen al menos la existencia de Jesús como un personaje histórico, como Poncio Pilatos o Napoleón, y muchos, con el tiempo acaban entendiendo su naturaleza divina. La mayoría no se atreve a seguir y prefiere vivir en la confortable burbuja que se ha creado, pero hay algunos que escuchan y aceptan a Cristo. Mi ministerio en este contexto es estar con ellos, no convertirlos, como el samaritano que cura las heridas de una persona golpeada en el camino.

¿Qué le piden sus compañeros de armas?

Los soldados quieren que los escuche. Viví uno de los momentos más difíciles como capellán cuando un soldado me llamó para hablar y le pregunté si podía llamarle más tarde. Lo intenté varias veces, pero nunca me contestó. Después supe que se había quitado la vida. Desde entonces, nunca más pospongo llamadas telefónicas, reuniones o cualquier otra cosa. Asimismo, escucho y recibo órdenes del mando de la brigada, y mi trabajo es ser un padre para soldados y oficiales. Los soldados me cuentan sus quejas y yo hablo con los oficiales para intentar solucionarlos. Otro problema grave es la alta tasa de divorcios. Cuando eso ocurre y un soldado pierde el propósito en la vida, mi tarea como capellán es escucharlo, reaccionar y hablar con las estructuras de mando para hacer frente a esta situación. En la unidad hay psicólogos y ayuda social, así que intento interceder por los soldados ante estas estructuras. Algunos me conocen como soldado, otros como capellán, y eso me confiere autoridad; en base a esa autoridad intento ayudar a los soldados.

Un voluntario español subió un video en X leyendo un versículo de la Biblia antes de salir a una misión. Según él, ninguno de sus compañeros ucranianos lo hace, pero uno de ellos dice en el video: “En el infierno necesitas a Dios”. ¿La guerra hace que la gente busque más a Dios?

He tenido muchas conversaciones y la gente no busca ahora a Dios. Se preguntan: “Si Dios existe, ¿por qué tenemos esta guerra?” No entienden la causa y la consecuencia. O dicen que sí existe, pero que nos ha abandonado: “¿Dónde está Dios?”, preguntan. No tengo que contestar, simplemente tengo que estar a su lado y entonces es más fácil hablar con ellos y hacerles ver que si Dios ha sido olvidado, si no está presente en la sociedad o en el ejército, tal vez le abandonamos antes. Cuando hice el servicio militar conocí a un adicto que había acabado en las drogas por la muerte de su madre. Siete años después, visite una conferencia de capellanes en la que había unas 300-400 personas. Ese hombre se me acercó y me dijo que habíamos servido junto y que yo le predicaba. Por eso creo que hay que predicar el evangelio como un arquero, lanzando flechas porque nunca sabemos hasta dónde van a llegar. Estoy convencido de que después de la guerra la iglesia será mucho más fuerte, porque cuando pierdes el propósito en la vida es cuando empiezas a buscar a Dios.

Las iglesias tienen que estar abiertas para los soldados y veteranos, y por eso hemos formado una comunidad cristiana para los veteranos llamada “Covenity”, que cubra sus necesidades, porque después de la guerra vendrán años muy duros.

¿En qué consiste “Covenity”?

Las distintas iglesias ucranianas no quieren olvidar a sus veteranos y “Covenity” es una herramienta para darles una oportunidad y aceptarles en la iglesia. “Covenity” es un club de personas heridas y vulnerables que han pasado mucho tiempo en la depresión por causa de la guerra, gente que ha servido o perdido a seres queridos, y que después de la guerra necesitarán ser comprendidos. Nuestra comunidad existe para ofrecerles esa comprensión. Creo que no ha existido antes ninguna iniciativa similar en Ucrania o en el mundo, y en nuestro país se ha desarrollado una nueva cultura, una cultura militar, de los veteranos y hay que defender a los que nos han defendido.

¿Es más fácil ser un soldado o un capellán?

Quiero volver a ser un soldado (risas).

Un documental estadounidense estrenado este año, “A Faith Under Siege”, denuncia la guerra oculta de Rusia contra los cristianos en las zonas ocupadas. ¿Conoce casos de esta persecución religiosa?

Sí, conozco demasiados. En 2022, mi amigo Oleksandr Salfetnikov, pastor de Balakliia, fue arrestado en su casa. Le torturaron durante dos días y le dejaron semiinconsciente en su iglesia. Fue el primer pastor torturado de esta guerra. Otro caso es el de Mark Sergeyev, pastor de Melitopol, le tiraron al suelo, le pusieron una pistola en la cabeza y le dijeron que iban a matarlo. Los rusos también cortaron la cruz de su iglesia. En la región ocupada de Lugansk varios pastores fueron torturados por los servicios de seguridad para sacar información porque estaban convencidos de que recibían fondos de Occidente y tenían toda clase de contactos. Tengo otros muchos conocidos, menos famosos, que viven en los territorios ocupados y sufren esta persecución. Si eres protestante significa que eres un traidor que trabaja para los Estados Unidos y Europa. El concepto del “mundo ruso” es un neofascismo de izquierdas.

Otro caso muy conocido sucedió en 2014, cuando dos hermanos biológicos fueron asesinados por ser protestantes en su iglesia por orden de Strelkov (Igor Girkin). Les acusaron de ser sectarios estadounidenses que no podían traer nada bueno a la sociedad porque la única iglesia es el Patriarcado de Moscú, y el único Dios es el Dios ruso. Esta idea es tan aterradora como la de Hitler, pero, desgraciadamente, en este caso el mundo no parece tener intención de pararla.

Se encuentra a unos kilómetros del frente, ¿cómo afronta la realidad de la guerra?

Con esperanza en Cristo, ese es mi lema y se lo repito a todo el mundo. Las lenguas son olvidadas y las personas perecen, pero Cristo es el único que puede resucitar y por eso depositamos nuestras esperanzas en Él. Cristo sufrió y tenemos que aprender de su ejemplo, y saber que si no sufrimos no sabremos ayudar a otros que también sufren.

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Álvaro Peñas
Redactor de deliberatio.eu, colaborador de The European Conservative, El American y otros medios europeos. Analista internacional, especializado en Europa del Este, para el canal de televisión 7NN. Autor en SND editores.