Raro es el día que no sale una noticia en los medios de comunicación o un comentario u opinión que se viraliza en las redes sociales en torno a agresiones y abusos sexuales y el consentimiento de las prácticas sexuales. Más aún tras casos tan mediáticos como el de «la Manada» en España.
El mensaje que está llegando a la sociedad es de tal magnitud que incluso se habla de “cultura de la violación”, a pesar de ser una teoría más que refutada. Sin embargo, esta idea está conduciendo a pensar que vivimos en una sociedad donde el deseo del hombre es violación y el deseo de la mujer es algo similar a un síndrome de Estocolmo.
Vivimos en una sociedad donde el deseo del hombre se considera violación y el deseo de la mujer como algo similar a un ‘síndrome de Estocolmo’
Todo ello ha dado pie a la creación de diferentes campañas como el “no es no”, “yo sí te creo”, “me too” y ahora le toca al “sólo sí es sí”. Eslóganes con los que se enfatiza en la necesidad de modificar no sólo la sociedad sino también las leyes. Pero antes de ahondar en este nuevo concepto, me van a permitir echar la vista atrás, en concreto hacia terrenos no tan convencionales en el ámbito sexual.
Filosofía del sadomasoquismo
David Stein en 1987 acuño el término SSC (sensato, seguro y consensuado), en referencia al modelo que debería seguir cualquier práctica sexual realizada en el marco de las relaciones sadomasoquistas (BDSM). Venía a describir las relaciones del siguiente modo: seguras en cuanto a prevención de riesgos (lesiones y enfermedades de transmisión sexual), sensatas en cuanto a la capacidad razonable de decisión por parte de los participantes, no alterada por drogas o bebidas y sabiendo diferenciar fantasía y realidad y consensuadas en cuanto a que los participantes estén de acuerdo e igualmente que dicho acuerdo pueda rescindirse en cualquier momento.
El SSC era importante, a juicio de Datenschlag (la mayor fuente de datos sobre BDSM y S/M), por representar “una conquista de la cultura S/M y su derivada, la subcultura BDSM, en cuanto a desarrollar una “ética del consenso”. En vez de “crear” una moral válida para todos, avalando determinadas prácticas o grados y demonizando otras, pone el acento en la responsabilidad personal de los participantes, describiendo un marco general que evite los abusos”.
La filosofía SSC (sensato, seguro y consensuado), buscaba desvincular el campo del sadomasoquismo de los malos tratos
En definitiva, con esta filosofía buscaban desvincular el campo del sadomasoquismo de los malos tratos. Posteriormente se sustituyó por otros términos mejor adaptados (pero eso es otra historia y a quien le interesa aquí lo explican).
Si lo pensamos detenidamente la definición del SSC es adecuada para cualquier práctica sexual, ¿no? Es decir, una relación sexual que incluya la prevención de riesgos, la capacidad de decisión y contemple el acuerdo incluso para parar o terminar la práctica. Es un pensamiento coherente, pero en lugar de ello, diferentes movimientos (orquestados por el feminismo imperante) empezaron a diseñar campañas como la de “no es no”.
Sin embargo, este eslogan ya dejaba una zona ambigua: la persona en un momento dado aun no habiendo un “no” evidente, podía actuar según lo que creía. Sin embargo, el problema realmente no era ese sino otro del que se habla: la ausencia de un “no” explícito debido al consumo de espupefacientes o alcohol.
El alcohol y ciertas drogas impiden pensar con claridad, pues alteran la capacidad de tomar decisiones y de interactuar con otras personas. Son sustancias que deprimen el funcionamiento del córtex cerebral (sentido común) y, por ello, algunas personas se vuelven impertinentes o se involucran en actividades peligrosas. Sin olvidar el efecto desinhibidor con el que se quedan inutilizados los mecanismos de control de la conducta.
Entonces es comprensible que bajo los efectos del alcohol y ciertas drogas haya ausencia de un “no” explícito, pero entonces ¿por qué no es comprensible que en la misma circunstancia la otra persona no sepa entender los mensajes verbales, no sepa apreciar que la otra persona no quiere?
Ni mucho menos estoy justificando esos comportamientos, sino que del mismo modo que se hace responsable de sus actos a quienes estando bajo los efectos del alcohol no saben apreciar un “no” explícito, también se haga responsable a la otra parte. Porque eximiendo siempre a quien no dijo “no”, se enfatiza la idea de que la sexualidad masculina siempre es más arrolladora que la femenina.
Además, se infantiliza y victimiza a las mujeres, ocultándose otras posibilidades como que una persona no sepa decir “sí” por el miedo al juicio moral. Es lo que se obtiene al consensuar en torno a un “sí” o a un “no”, que se ocultan otras formas de (no) decir las cosas. Y sino, pregúntense qué es peor ¿practicar un coito forzado o no practicarlo por miedo a ser juzgado?
A veces la comunicación falla y ocurren agresiones en las que el supuesto agresor no entiende por qué la otra persona se siente violentada
Pero aun no habiendo alcohol y otras sustancias de por medio, la comunicación falla y, a veces, ocurren agresiones en las que ni siquiera el supuesto agresor entiende lo que ha hecho o por qué la otra persona se siente mal o, incluso, violentada. Así, en lugar de poner énfasis en los problemas que acarrea el consumo de alcohol y drogas o en aprender a decir y recibir un “no”, se opta por la nueva campaña del “sólo sí es sí”.
Es decir, si no oyes un “sí” entonces quiere decir que “no”. Y para mayor gravedad esta idea se acompaña de aplicaciones para los teléfonos móviles donde quede reflejado el consentimiento de la práctica sexual. No contentos con imponer un marco legal a las relaciones, ahora también un marco tecnológico. Deshumanizando las relaciones aún más si cabe.
Legislando en caliente
Con este nuevo eslogan se vuelve a hacer al hombre sujeto responsable y a la mujer objeto pasivo. Una idea que algunos países están adoptando en su marco legal. Suecia, por ejemplo, ha aprobado una ley con la que no sería necesario probar la violación para apreciar delito, sino que lo importante sería la falta de consentimiento explícito. Pero que nadie se escandalice porque no es algo nuevo.
En Suiza se condenó por un delito de violación a un hombre por quitarse el preservativo durante la práctica sexual
En Suiza se condenó por un delito de violación a un hombre por quitarse el preservativo durante la práctica sexual. El problema no es quitarse el condón (que lo es) sino no respetar un acuerdo establecido durante el sexo, no respetar a la otra persona y tomar decisiones unilaterales. Como bien apunta Un tío blanco hetero, ¿dónde empieza y acaba así el consentimiento sexual? ¿Dónde queda la capacidad de preguntar y de parar?
Sin duda, el “sólo sí es sí” revictimiza a la mujer pues en lugar de tener un rol proactivo se mantiene el rol reactivo. Es otra campaña más en la que se reduce a la mujer a contestar un “sí”. En palabras de Slavoj Zizek, “la norma sexual del ‘sí significa sí’ ejemplifica la noción narcisista de la subjetividad que predomina hoy en día”.
Todas estas campañas y leyes en consonancia se usan para seguir demonizando al hombre heterosexual
Sin darnos cuenta, cada vez se instauran más normas insalubres y cada vez más en nuestra vida cotidiana e íntima. Se protocoliza todo, incluso la mesa y la cama. Aun así, ¿estamos dispuestos a castigar por igual un beso que un acceso carnal no consentidos? Porque es el camino que estamos tomando. Sin olvidar que todas estas campañas y leyes en consonancia se usan para seguir demonizando al hombre heterosexual como si la violencia sexual no la sufrieran también los hombres.
Los hombres, víctimas ocultas
Aunque la realidad de las agresiones sexuales a hombres es menor que la que sufren las mujeres, es una realidad considerable. Brian Spitzberg analizó 120 estudios con más de 100.000 sujetos y los resultados obtenidos concluían que son agredidos sexualmente más del 3% de los hombres (las mujeres casi un 13%) y que un 25% tanto de hombres como de mujeres coaccionaron sexualmente y fueron coaccionados. Aun así, la sociedad generalmente identifica en la violencia sexual a la mujer como víctima y al hombre como victimario, lo que hace que los casos en los que los hombres son víctimas queden ocultos.
La sociedad identifica a la mujer como víctima sexual y al hombre como victimario, lo que hace que los casos en los que los hombres son víctimas queden ocultos
Las relaciones humanas no son un asunto jurídico, aunque en ocasiones sea necesario recurrir a la ley. Las relaciones humanas consisten en una colaboración activa. Y el consentimiento no exime de responsabilidades. Lo cierto es que aun no es posible leer las mentes. Por ello, la comunicación en el sexo, y en la vida en general, es una herramienta básica.
Hace falta cierta madurez y asertividad, que no empatía como algunas dicen en las redes. Claro que si la idea de comunicar abiertamente qué se desea y rechazar lo que no gusta no se da, quizá habría que empezar por otros aspectos cotidianos de la vida.
Para mí es una cuestión de personas y no de sexos; es necesaria una mirada integral. Porque la actual visión de la mujer como víctima inofensiva refuerza los estereotipos de género. Niega, además, la complejidad de la mujer como ser humano, impidiendo contemplar su capacidad de ejercer poder y violencia. Lo mismo ocurre con la visión del hombre como eterno perpetrador, nunca como víctima, que refuerza las actitudes agresivas del hombre y, al mismo tiempo, estigmatiza a los que son víctimas de agresiones y abusos.
En definitiva, todas estas campañas perpetúan el sexismo y no se detienen a ver la realidad que es mucho más compleja que generalizar con un “los hombres son X y las mujeres son Y”. Puede que seamos seres sociales, pero en ocasiones interactuar con otros humanos puede ser muy confuso.
Quizá si recuperamos el respeto por el otro, quizá si no violentamos los deseos del otro, si no rompemos los acuerdos (a veces tácitos, cierto) a la hora de mantener relaciones sexuales, no sería necesario ni siquiera abogar por aplicar el SSC. Porque haciendo uso de la sensatez y de la seguridad se haría del consenso un divertimento.
Foto Ian Dooley
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