Edgardo Pinell es un abogado y periodista nicaragüense exiliado en España. Actualmente trabaja en la sección de internacional de El Debate.
Nicaragua se ha convertido en una dictadura, pero, a diferencia de otros países, como Venezuela, esto no parece haber suscitado demasiada atención internacional
En el caso europeo, la situación de países como Venezuela, cuyo problema en cuestión de números de exiliados y refugiados es inmensa en comparación con Nicaragua, ha eclipsado el drama nicaragüense, aunque humanamente debe tener el mismo valor que el sufrimiento del pueblo cubano o venezolano. Nicaragua está sufriendo una dictadura, con un modelo represivo que Daniel Ortega tenía guardado, por así decirlo, en el cajón. Lo había utilizado en los años ochenta y seguía existiendo cuando ganó por una vía más o menos democrática en 2007, y lo vuelve a utilizar en el momento en el que ve que su poder está en riesgo en 2018. Ese régimen de terror desatado por Ortega ese ha cobrado la vida de un mínimo de 350 jóvenes y ha causado el exilio de más de 600 mil personas en un país de seis millones de habitantes, lo que representa una proporción enorme. De esos exiliados, la mayoría está en Costa Rica, otra parte en Estados Unidos, y, en menor medida, en España y Europa.
El régimen ha actuado contra la Iglesia Católica porque es la religión mayoritaria y algunos de sus miembros, ahora exiliados, han sido muy beligerantes
Ese aparato represivo que Ortega saca del cajón en 2018, ¿se trata del ejército o de los servicios de inteligencia?
De los servicios de inteligencia. Se trata de un modelo de vigilancia y represivo paramilitar, porque el ejército no quiso, o prefirió no intervenir abiertamente. Se trató de grupos de encapuchados que empleaban armas de guerra y que no portaban distintivos policiales ni militares, y que ejecutaron una represión violenta y sangrienta. Algunos organismos internacionales han señalado a estos grupos como fuerzas parapoliciales o paramilitares.
Además de estos grupos paramilitares, ¿en qué más se apoyó Ortega para imponer su dictadura?
Ortega tenía el control de todos los poderes del Estado, porque en los últimos once años, desde 2007, se había apoderado del poder judicial y había ganado dos elecciones de manera fraudulenta. Es decir, a nivel interno nadie podía hacerle frente. A nivel económico, tenía un acuerdo con el sector privado y también había ocultado su animadversión hacia la Iglesia Católica. En el exterior, Ortega había acumulado mucho capital de la cooperación y corrupción con Venezuela, y, además, numerosas informaciones aseguran que el G2 cubano ha asesorado, acompañado y formado a la policía nacional y a la policía política nicaragüense. Por último, bajo el gobierno de Ortega se ha construido una estación satelital rusa, supuestamente con fines civiles, y ya entonces se especuló con una alianza con el régimen de Putin. En aquel momento también contó con el desinterés de la administración estadounidense, primero con Trump y luego, aún más, con Biden.
Venezuela mantiene una alianza con Rusia, China e Irán. ¿Sucede lo mismo con el régimen de Ortega?
Principalmente con Rusia y China. Ortega mantiene un discurso favorable a Palestina y a Irán, pero sus aliados son los rusos y los chinos. Hasta el punto de que uno de sus hijos, Laureano Ortega Murillo, y que probablemente sea su sucesor, es el delegado presidencial para las relaciones con China y con Rusia. Daniel Ortega ha ofrecido insistentemente a Pekín la construcción de un canal interoceánico, un proyecto poco viable económicamente por la presencia del Canal de Panamá, pero que quizás pueda resucitar ahora si Trump se hace con el control del Canal.
La persecución contra la Iglesia Católica, que es uno de los aspectos más conocidos de la represión del régimen, ¿se debe a que la Iglesia le ha hecho frente o a que se escapa a su control?
A diferencia de los años 80 ya no se trata de una batalla exclusivamente ideológica. En 2018, la Iglesia Católica actuó de muy buena fe, pero no entendió los pocos escrúpulos de Daniel Ortega para aprovecharse del dialogo planteado por la Iglesia entre los estudiantes, el sector privado y el gobierno. Ortega empleó ese dialogo para reorganizar sus fuerzas y lanzar una ofensiva mucho más fuerte. Cuando algunos obispos se dieron cuenta de que el dialogo era inútil y que la represión era sin cuartel, fueron muy críticos y directos. Los casos más emblemáticos son los de los obispos Silvio Báez y Rolando Álvarez, que se han visto obligados a exiliarse, pero hay otros 150 sacerdotes que también han tenido que abandonar Nicaragua. Sin olvidar las expropiaciones, como la de la Universidad Centroamericana Jesuita de Managua.
El régimen ha actuado contra la Iglesia Católica porque es la religión mayoritaria y algunos de sus miembros, ahora exiliados, han sido muy beligerantes. Lo cierto es que la Iglesia es la última resistencia que queda contra Ortega porque, gracias a la represión, le ha resultado fácil acabar con la oposición partidaria y los medios de comunicación.
El control de los medios de comunicación ha llegado al punto de que existe una especie de “Aló Presidente” como sucedió con Hugo Chávez.
Sí, pero este programa no lo presenta Daniel Ortega, sino su mujer, Rosario Murillo, que habla todos los días a mediodía en todos los canales de televisión. Es una prueba del control absoluto de los medios de comunicación, con la excepción de las redes sociales, por parte del régimen.
¿Hay posibilidad de cambio en Nicaragua? ¿Puede la presión internacional socavar el régimen de Ortega?
A Ortega le sostiene la impunidad porque sabe que internamente no tiene que rendir cuentas, y a nivel internacional, cuando ve que hay otros que hacen lo mismo que está haciendo él y no pasa nada, también se siente impune. Además, cuenta con el firme apoyo de su alianza con Cuba y Venezuela, mientras trata de reforzar sus lazos con Rusia y China. No le preocupan las sanciones europeas ni estadounidenses, ni tampoco el no poder salir del país, porque Nicaragua es su reino.
La única opción de desalojarlo del poder sería mediante la fuerza porque legalmente no hay forma de hacerlo, sacarlo democráticamente es muy difícil porque el régimen tiene el monopolio de las armas y, mientras no se le pueda disuadir de usar esas armas, los nicaragüenses no pueden cambiar nada; tenemos que entender que sólo por protestar ya te estás jugando la vida.
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