No es cierto que Julio Llorente haya dicho que el liberalismo es pecado. Pero sí ha dicho que éste y el catolicismo se oponen fundamentalmente. Llorente ha expresado esa opinión en un artículo titulado Liberalismo y fe. En La Antorcha, que es un órgano de la Asociación Católica de Propagandistas. Quiere ello decir que, por la relevancia del autor, de la revista, y de la institución que la sostiene, es un artículo de cierta importancia.
También por las ideas que acoge y por el momento que vivimos. Hubo un tiempo en el que Juan Carlos Girauta pudo escribir un libro titulado La eclosión liberal. Era el año 2006. Eran los primeros años de Libertad Digital, y La ilustración liberal vivía un gran momento. Mario Noya dirigía cinco revistas en LD (Historia, Ideas, Libros…) que es lo mejor que se ha hecho en los últimos años de pensamiento liberal en nuestro país, junto con Letras libres y Disidentia. Hoy todo ello queda lejos. Una derecha se ha mimetizado con la izquierda identitaria, y se ha aferrado a una visión estereotipada de “lo nuestro”.
Tengo que reconocer que uno tiene la sensación de entrar en una habitación desordenada. Como en tantas ocasiones en las que se critica al liberalismo, el objeto de crítica aparece distorsionado
Es una derecha antiliberal. El liberalismo ya no vale. Quizás porque ha fracasado al frenar a una izquierda devoradora de toda institución. Quizás por complicidad con ella. Quizás porque el espíritu combativo se frustra si no cuenta con un arma en la mano, y el liberalismo no se la puede dar. El caso es que una vez más hay una derecha antiliberal. Ya no tenemos aquéllas revistas de LD, pero sí la gran revista Ideas de La Gaceta, dirigida por Hudges, de obligada lectura.
De modo que el artículo es relevante por todo ello. Antes de entrar en materia, tengo que reconocer que uno tiene la sensación de entrar en una habitación desordenada. Como en tantas ocasiones en las que se critica al liberalismo, el objeto de crítica aparece distorsionado. Y, en fin, no es que tengamos que cantar, con The teddy bears, To know him is to love him. Pero quizás con una mirada más limpia y más certera los críticos del liberalismo lo serían un poco menos.
Julio dice que el liberalismo propone una libertad negativa. Eso no le satisface. Bien está. Ofrecerá sus razones para ello. Pero ¿es necesario decir “para el liberal, la libertad consiste en una mera ausencia de impedimentos (Hobbes); mientras que para el católico, en la elección consciente de un bien”? Podemos perdonar a Hobbes el carácter burdo de su análisis. Pero la idea de libertad negativa es hoy mucho más fina de lo que sugirió el pensador inglés a mediados del XVII. No se trata de que no haya impedimentos, sino coacción: el uso, o la amenaza del uso, de la violencia física. Violencia; el concepto político por antonomasia.
Hablando del liberal y del católico: “Para el primero, la libertad constituye una meta; para el segundo, un viacrucis”. No entro en el viacrucis de otros, que ya tengo suficiente con el mío. Pero la libertad, en el liberalismo, es un ideal y un medio; no una meta, porque las metas son múltiples y plurales; eternas algunas, pasajeras la mayoría. La libertad es el terreno firme sobre el que nos podemos desplazar hacia ellas. No; no es una meta.
“La libertad liberal es una prebenda; la libertad católica, un compromiso”. ¿Quién otorga esa prebenda? Si multitud de liberales proponen que la libertad es un derecho natural, que nos pertenece porque nuestra naturaleza no es plena si nos sometemos a la voluntad arbitraria de otros, ¿de dónde cae la prebenda? Su significado equivale a subsidio. No me extraña que provoque urticaria, pero ¿es esa la palabra que mejor define la libertad? Eso sí, “prebenda” es un término que históricamente está ligado a la Iglesia, vaya eso por lo de participar en el juego de las connotaciones. Y, por descontado, nada impide a un liberar comprometerse con la libertad. De hecho, ¡qué cosa más natural que así sea! ¡Y libre!
Llorente reconoce que el liberalismo tiene una relación más amistosa con el catolicismo que otras. Y se pregunta, con cierto fastidio, “¿Cómo repudiarlo, cuando no ha sido abiertamente hostil a la fe?”. Pues a dar contenido a esa pregunta se dedica el artículo.
Y postula “la razón última de la fraternidad liberal-católica: la neutralidad institucional pretendida por el liberalismo propiciaría el florecimiento religioso anhelado por la Iglesia”. Cómo negarlo. El liberal observa, sin negar la evidencia, que el sol sale por el este y que la sociedad es plural. Quienes formamos parte de la sociedad pensamos de forma distinta dos a dos. No hay dos personas que piensen exactamente igual. Por fortuna, muchos de nosotros compartimos muchas ideas, sentimientos, expectativas y fes. El liberalismo reconoce, más que proponer, que cada uno es libre de albergar sus ideas, y vivir conforme a ellas, siempre que no asaltes al vecino. La misa del gallo, sí. Bataclan, no.
Pero Llorente asume esa cosa tan fea de o estás conmigo o estás contra mí. Aquí todos tenemos una doctrina, lo queramos o no, nos dice. Y si no es la mía (la de Julio), será otra. “¿Puede el católico profesar dos credos, el de la indiferencia pluralista y el de la cruz? ¿Puede uno desear la ciudad de Dios y al mismo tiempo bendecir la torre de Babel?”.
¿Qué indiferencia es esa? Reconocer el derecho del otro a albergar sus ideas no es indiferencia. A no ser que Llorente identifique el compromiso con la cachiporra. ¿Indiferencia o cachiporra? ¿Falta de fe o imposición? Poco a poco vamos tornando la mirada hacia Bataclan.
Yo puedo respetar tu derecho a profesar una fe, o otra, o a vagar con una duda. Es verdad que el respeto, y la defensa del derecho del otro, me convierte en un peligroso liberal. Pero… ¿somos verdaderamente tan peligrosos? ¿No viene el peligro de la intolerancia? Mi intolerancia, por muy ungida que esté, ¿no animará a la de otros?
En determinado momento, Julio Llorente menciona, con un pellizquito de monja, a Enrique García-Maiquez. Le reconviene porque dice el poeta que el liberalismo económico es el único sistema económico que tolera un modo de vida chestertoriano. García-Maiquez responde con un artículo que es lo mejor del texto de Llorente, incluyendo este torpe esfuerzo mío por restituir las razones del liberalismo.
Ya el título, Liberalismo por ilusiones, promete lo que luego vendrá. Le dice a Julio y nos dice a los demás: “El liberalismo práctico sólo propugna una libertad negativa y procedimental, muy poco propositiva, demasiado indeterminada, se me dirá. Verdad, y yo prefiero defender una libertad sustantiva, que me obligue con determinaciones, promesas, votos, compromisos y vocaciones. Sucede, sin embargo, que para ejercer la mía, necesito primero la otra”.
Podría seguir mejorando este artículo intercalando otras razones del gaditano. Ya lo haré en una segunda entrega. Sí diré ahora que no es mal ejemplo el de Cristo, que recurrió a su Palabra, y no al César, para predicar la Buena Nueva.
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