Imagina un mundo donde las superpotencias juegan al ajedrez geopolítico, pero en lugar de peones, mueven portaaviones y aranceles. En este tablero, Estados Unidos y China son los grandes maestros, y todos nos preguntamos si el próximo movimiento será un jaque mate o solo un farol. La posibilidad de una guerra entre estas dos potencias lleva años dando vueltas, como un rumor que no se decide a ser noticia. Con tensiones en Taiwán, una guerra comercial que parece un culebrón interminable y una retórica que a veces suena a guion de Hollywood, ¿cuáles son las probabilidades reales de que esto escale a algo más que una pelea de tweets? Spoiler: nadie tiene una bola de cristal, pero los expertos dicen que las chances están entre «poco probable» y «ay, Dios, mejor aprendamos mandarín». Vamos a desglosarlo, con datos frescos hasta agosto de 2025 y un poco de humor para no deprimirnos.
El epicentro del drama es Taiwán, esa isla que China ve como su hijo pródigo y Estados Unidos protege como si fuera el vecino favorito. En mayo de 2025, un informe de War on the Rocks detalló cómo China podría darle un dolor de cabeza a EEUU con ataques de precisión si intenta meterse en una hipotética invasión taiwanesa. Mientras tanto, en julio, Reuters reportó que EEUU, Japón y Australia hicieron los ejercicios militares más grandes desde la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico, como diciendo: “Tranquilos, solo estamos practicando… por si acaso”. Porque, claro, nada dice “paz mundial” como mover portaaviones en el Estrecho de Taiwán. Luego está el Mar del Sur de China, donde las disputas por unas rocas con nombres impronunciables podrían escalar más rápido que una discusión en redes sociales sobre quién tiene el mejor ejército.
El riesgo de una guerra con China es como un dolor de muelas: está ahí, molesta, y podría empeorar si no se trata, pero nadie quiere ir al dentista. La diplomacia, la disuasión y un poco de sentido común podrían mantener la paz, pero el mundo sigue siendo un lugar impredecible
La guerra comercial no ayuda a calmar los ánimos. Desde que Trump decidió en 2018 que los aranceles eran el nuevo arte de la guerra, EEUU y China han estado en un “tú subes, yo subo más” que parece una subasta. En abril de 2025, CNN informó que Xi Jinping está listo para una “lucha prolongada”, mientras los aranceles de Trump le cuestan a cada hogar estadounidense unos 1.300 dólares al año, según Tax Foundation. China, por su parte, dice que no se inmuta y que su economía es más resistente que un Nokia 3310.
Ahora, ¿qué aumenta las probabilidades de que esto pase de palabras a misiles? Primero, la militarización. En 2023, un general estadounidense, Mike Minihan, predijo un conflicto para 2025, aunque parece que se le pasó la fecha y ahora estamos en “quizás 2027”. El Council on Foreign Relations señaló en julio de 2025 que acusaciones de hackeos taiwaneses no ayudan a bajar la paranoia. Un estudio de RAND describe nueve escenarios donde una guerra no sería un sprint, sino un maratón de varios años, lo que no suena precisamente a un plan divertido para el fin de semana. Además, un post en X de febrero de 2025 dice que los problemas internos de China, como su economía tambaleante, podrían empujarla a jugársela con Taiwán… o quizas Japón, dando un 50/50 de conflicto. Porque, claro, cuando las cosas van mal en casa, nada como una invasión para distraer.
Y no olvidemos el factor nuclear. En abril de 2025, el Carnegie Endowment advirtió que las tensiones con China, Rusia y Corea del Norte podrían llevar a un “oops” nuclear. En agosto, Newsweek reportó que China no está muy contenta con EEUU entrenando tropas taiwanesas, como si fuera una provocación en un reality show geopolítico. Un estudio de Stanford da un 60% de probabilidad de confrontación militar en la próxima década, porque al parecer, la competencia por chips y tecnología es el nuevo petróleo.
Pero no todo es fatalidad. Hay cosas que mantienen la esperanza de que no terminemos viendo Apocalypse Now: Edición Taiwán. La interdependencia económica es una. En mayo de 2025, el Atlantic Council reportó un acuerdo para bajar aranceles temporalmente, como un “vamos a calmarnos antes de que esto se nos vaya de las manos”. Una guerra destruiría las cadenas de suministro globales, y nadie quiere quedarse sin smartphones, ¿verdad? El House Select Committee lo dijo claro: un conflicto sería un desastre económico para todos. Además, ambos son potencias nucleares, lo que hace que una guerra directa sea como jugar a la ruleta rusa con todas las balas cargadas. Un post de julio de 2025 lo resume bien: “¿Guerra? No, gracias, prefiero no convertirme en un cráter radiactivo”.
La diplomacia también juega su papel. El Foreign Policy Research Institute en junio de 2025 habló de equilibrar disuasión con gestos de buena voluntad, porque a veces un café y una charla pueden evitar un misil. Y aunque suene a cliché, el Modern War Institute recuerda que las predicciones de guerra suelen fallar más que un meteorólogo en verano.
Entonces, ¿cuál es el veredicto? Las probabilidades varían. Algunos dan un 50/50 antes de las elecciones de medio término en EEUU. Otros, como Global Guardian, apuntan a 2027 como el año crítico. Pero Defense Priorities critica estas predicciones como sensacionalistas, diciendo que podrían convertirse en profecías autocumplidas. En promedio, los expertos sitúan las posibilidades entre un 20% y un 40% para 2027-2032, con Taiwán como el punto caliente. Un informe de Air University urge a EEUU a reforzar sus capacidades aéreas para 2032, pero otros analistas insisten: “La guerra no es inevitable si todos respiramos hondo y contamos hasta diez”.
En conclusión, el riesgo de una guerra con China es como un dolor de muelas: está ahí, molesta, y podría empeorar si no se trata, pero nadie quiere ir al dentista. La diplomacia, la disuasión y un poco de sentido común podrían mantener la paz, pero el mundo sigue siendo un lugar impredecible. Así que, mientras los líderes juegan al póker con portaaviones, nosotros cruzamos los dedos para que nadie se pase de listo. Porque, como dijo un tipo listo, “la única guerra que queremos es la de quién hace el mejor dumping”.
*** Marcelo Langarica.
¿Por qué ser mecenas de Disidentia?
En Disidentia, el mecenazgo tiene como finalidad hacer crecer este medio. El pequeño mecenas permite generar los contenidos en abierto de Disidentia.com (más de 2.000 hasta la fecha), que no encontrarás en ningún otro medio, y podcast exclusivos. En Disidentia queremos recuperar esa sociedad civil que los grupos de interés y los partidos han arrasado.
Ahora el mecenazgo de Disidentia es un 10% más económico al hacerlo anual.