Mike Pompeo, exdirector de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y exsecretario de Estado de los Estados Unidos durante la primera administración de Donald Trump, en un artículo titulado “Trump anti-Putin. Cosa c’è dietro” (Trump contra Putin. ¿Qué hay detrás?), publicado recientemente en el periódico italiano Il Giornale, afirmó:
“El anuncio del presidente Trump de que Estados Unidos y sus aliados de la OTAN enviarán nuevas armas a Ucrania representa una demostración crucial de solidaridad transatlántica. Tras brindar a Vladimir Putin todas las oportunidades para buscar la paz, Trump ha demostrado, como ya hizo con los recientes ataques a Irán, que su paciencia diplomática tiene límites y que el compromiso de Estados Unidos con la seguridad europea sigue siendo firme”.
Sin duda, resulta significativo que alguien como Pompeo ofrezca su visión acerca del posicionamiento de la actual administración estadounidense respecto a la guerra en Ucrania, y más aún sobre el impacto en Europa, la OTAN y lo que implica la defensa de Occidente. Todo esto considerando, además, lo que podría calificarse al menos como una cierta política errática en relación con la invasión rusa de Ucrania y el tratamiento desigual hacia Putin y Zelenski.
Según Pompeo, el enfoque actual del gobierno se basa en las políticas de “paz a través de la fuerza”, que resultaron eficaces durante el primer mandato de Trump y que fortalecieron la alianza occidental, disuadiendo la agresión y manteniendo a los Estados Unidos fuera del conflicto directo, al tiempo que promovían la seguridad global. En este punto, es claro que Estados Unidos permanece fuera del conflicto directo, sin embargo, han surgido muchas dudas en cuanto al fortalecimiento de la alianza, la disuasión y la seguridad global. Y eso ha sido debido a esa ambigüedad hacia un país invadido, e incluso el tratamiento hostil hacia Volodímir Zelenski en Washington, sumado a las palabras complacientes de Trump sobre la supuesta buena voluntad y disposición de Putin para alcanzar la paz -desmentidas una y otra vez por el líder ruso-, han dejado tambaleando, e incluso fuera de juego, al presidente norteamericano y su mediación política.
Es cierto que Putin ocupó Crimea e invadió y conquistó ilegalmente el este de Ucrania durante presidencias demócratas en la Casa Blanca. Frente a esto, Pompeo acierta al afirmar:
“El patrón es claro: Putin no invadió Ucrania durante el primer mandato de Trump, pero sí lo hizo bajo Obama en 2014 y bajo Biden en 2022. En ambos casos, Putin calculó correctamente que esas administraciones eran pura palabrería y nada de acción a la hora de ejercer el poder estadounidense”.
La acción a la que se refiere Pompeo puede, efectivamente, encajar mejor con la política de “paz a través de la fuerza”, como se evidenció durante el ataque israelí a las plantas nucleares iraníes con apoyo estadounidense, algo que, de momento, no ha ocurrido en el frente ruso-ucraniano.
El exsecretario de Estado plantea en su artículo que la falta de disuasión en el conflicto “ha sido devastadora para la credibilidad occidental”. Esa disuasión es también parte de la mencionada paz mediante la fuerza, y debería ser el núcleo de la política de defensa conjunta del bloque occidental, reforzándolo no solo militarmente -sin duda necesario- sino también desde una clara visión civilizatoria. En este sentido, el líder europeo que tiene claro esto y no deja de afirmarlo públicamente es la primer ministro italiana, Giorgia Meloni.
En su última visita a la Casa Blanca, Meloni manifestó:
“Estoy aquí para trabajar y fortalecer a Occidente. Creo en la unidad occidental. Simplemente necesitamos hablar y lograr resultados. Y encontrar el mejor punto intermedio para crecer juntos. Por eso estoy aquí. Si no pensara que EE. UU. es un socio leal, no estaría aquí”.
Ya en Italia agregó:
“Sin duda, es beneficioso para nuestras relaciones, que pueden seguir creciendo y prosperando, pero también para la fuerza y la unidad de Occidente (…) Porque la unidad de Occidente es una condición esencial para abordar todos los grandes desafíos de nuestro tiempo. Esto también es cierto, o quizás aún más, cuando nuestros puntos de vista no coinciden plenamente, porque somos aliados históricos y nuestros vínculos se basan en la lealtad, el respeto mutuo y la conciencia de que la fuerza de uno es también, automáticamente, la fuerza del otro”.
La opinión de Pompeo resulta también esperanzadora respecto a la idea geopolítica de la presidente del Consejo de Ministros de Italia:
“Al mantener la posición firme frente a Putin y dejar claro que continuar su guerra contra Ucrania será devastador para los intereses rusos, Estados Unidos está enviando un mensaje más amplio a sus adversarios de todo el mundo: Occidente está comprometido con la defensa de sus valores e intereses (…) En mi propio país, algunos han cuestionado por qué la guerra en Ucrania debería preocupar a los estadounidenses, o incluso por qué la seguridad europea en general debería ser una preocupación nuestra. Esta forma de pensar da por sentados los extraordinarios logros de la arquitectura económica y de seguridad transatlántica de la posguerra. El orden internacional que ha conducido a una paz y una prosperidad sin precedentes depende de la defensa del principio de que las fronteras no pueden alterarse por la fuerza. Una guerra terrestre en Europa amenaza estos logros duramente conseguidos, y aceptar la conquista de Ucrania invitaría a la agresión en todas partes”.
Pompeo, en su análisis, va más allá y deja en claro algo que hoy es fundamental en la cuestión civilizatoria:
“Pekín sabe que una victoria ucraniana fortalecería a Occidente, un resultado que tiene todo el interés en evitar. Si Estados Unidos y sus aliados europeos permitieran a Rusia proclamarse victorioso, estaríamos enviando una señal efectiva a China de que una agresión similar en el Pacífico, incluida una posible invasión de Taiwán, tendría consecuencias mínimas”.
Es evidente que dejar librada a su suerte a Ucrania en la defensa de su integridad territorial y supervivencia representa un riesgo para Europa y Occidente. Ya sea por necesidad, conveniencia o principios, Estados Unidos y Europa deben ir de la mano en la defensa frente a sus enemigos civilizatorios ya que es una cuestión existencial. Mike Pompeo no tiene dudas de esto, y esa es una muy buena señal.
Foto: Gage Skidmore.
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