Joshua Treviño es director de transformación de la Texas Public Policy Foundation y asociado principal de la Iniciativa para el hemisferio occidental del America First Policy Institute. Comentarista político estadounidense, Treviño fue redactor de discursos y profesional de la salud internacional en la administración de George W. Bush, y oficial del ejército de Estados Unidos.

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Joshua Treviño
Joshua Treviño.

Donald Trump lleva seis meses en el poder y ha dado un giro radical a la política migratoria. ¿Cuáles son los resultados de ese cambio?

Ha habido muchos cambios positivos, pero los resultados llegarán a largo plazo. Hay muchos elementos en la reforma de la política migratoria, como la seguridad de la frontera o las deportaciones, pero hay un factor fundamental y más profundo, reivindicado sobre todo por el vicepresidente Vance, que es: ¿Cuál el significado del país, el significado de la nación? Entonces, tienes que hacer la parte operativa en la protección de la frontera, la deportación de ilegales o enfrentando el daño que el trabajo ilegal hace a los salarios y trabajos de los estadounidenses, para llegar al punto en el que puedes discernir realmente para que sirve el sistema de inmigración, que en sí mismo plantea para que sirve la nación.

No estamos en el Siglo de Oro, no hay una guerra entre Isabel de Inglaterra y el Rey Felipe; el único modo de avanzar es trabajando juntos, no podemos comprar esta hostilidad que es completamente falsa

Esta es una pregunta que ha sido evitada durante un siglo de gobierno de progresistas en los Estados Unidos y también en Europa. Acabo de visitar Reino Unido, donde el gobierno es excepcionalmente represivo en este momento, y hay una serie de propuestas circulando allí en las que el diagnóstico es que Reino Unido no significa nada y que ser inglés es en esencia una categoría inherentemente elástica, como ser estadounidense. El mejor ejemplo es Francia, donde cualquiera puede ser francés. Es la gran mentira que contaron la izquierda francesa y el republicanismo, que ser francés significaba una serie de derechos políticos; una propuesta política desconectada de la historia, la herencia y la participación real en la comunidad. Después de casi dos siglos, este experimento está llegando a su fin natural y sus contradicciones son evidentes.

En los 90, Samuel Hungtinton advertía del peligro identitario que representaba la inmigración mejicana hacia Estados Unidos. Ahora hemos visto a muchos manifestantes ondeando banderas mejicanas en las protestas contra las deportaciones. ¿Hungtinton tenía razón? ¿Hay un problema identitario que debe ser resuelto con decisiones duras o se está a tiempo de evitarlo?

La cuestión del tiempo es irrelevante porque siempre tienes que luchar por tu país, da igual el momento. En realidad. es una cuestión operativa porque no hay otra alternativa, pero es cierto que todo eso requiere un Estado fuerte, capaz de tomar decisiones y que posea una agenda nacional. Los disturbios en Los Ángeles se han apagado y sí, ha sido muy llamativo ver esas banderas mejicanas. Étnicamente, yo soy medio mejicano, pero hay diferentes poblaciones mejicanas en los Estados Unidos, y hay algunas, principalmente inmigrantes recientes, que están muy radicalizadas y creen tener derechos sobre la tierra; hay muchas más, incluyendo en mi estado nativo, Tejas, que entienden muy claramente que Estados Unidos y su constitución deben ser defendidos, y eso incluye deportar a los ilegales.

Lo que la izquierda no esperaba al encender los disturbios en Los Ángeles fue que la administración Trump respondiese con tanta contundencia porque no están acostumbrados a hacer frente a una fuerza superior. Además, políticamente, a la gente le ha gustado ver que el gobierno que ha elegido recupera el país en su nombre, en nombre de los estadounidenses. Esta es una lección interesante para los europeos: no será fácil echar a las decenas de miles de islamistas radicales que se han instalado en el continente, pero se puede hacer si se pierde el miedo. Cuando estuve en el Reino Unido, me quedé muy sorprendido al salir de misa un domingo por la noche y ver a manifestantes islamistas con banderas palestinas que, básicamente, nos insultaban por ser cristianos. Tiene que haber un precio por semejante comportamiento, y el precio ideal es cogerlos y devolverlos a sus países.

La cuestión es que no tendríamos que haber importado a esta gente, ese es el error que hemos cometido: hemos separado la ciudadanía del significado e inintencionadamente hemos acabado en una bifurcación extremadamente peligrosa en la que alguien puede ser formal y técnicamente un estadounidense, pero no lo es fundamentalmente. Lo vemos en Zohran Mamdani o en Rashida Tlaib, y esto no es un sentimiento antiinmigrante: mis propios hijos lo son, pero están imbuidos en el catecismo de los Estados Unidos; estas personas nunca lo han estado a pesar de tener unos papeles que dicen que son estadounidenses.

¿Qué opina de la posición de Méjico frente a la política migratoria de la administración Trump?

En el caso de Méjico creo que se trata de un postureo. Tenemos que entender que el Estado mejicano tiene una relación de larga duración y múltiples aspectos con los cárteles criminales, incluyendo a los traficantes de personas. Sheinbaum ha mejorado algunas cosas, pero no va a acabar con la relación entre buena parte de su partido y los cárteles criminales, lo que quiere es que los Estados Unidos la dejen en paz. Tiene dos objetivos, por un lado, proteger a la clase política mejicana porque no quiere procesamientos ni detenciones, y, por otro, evitar a Trump. Obviamente, ella quiere que termine su mandato, pero espera dos cosas en un plazo más inmediato: la reautorización del T-MEC – el tratado de libre comercio entre Méjico, Estados Unidos y Canadá – el 1 de julio de 2026 y las “midterms” en noviembre de 2027, en las que cree, en mi opinión erróneamente, que los Demócratas se harán con la victoria. Si ambas cosas suceden, o incluso sólo una de ellas, desde su perspectiva la presión se habrá acabado y mi predicción es que veremos un aumento del tráfico humano en 2027; los cárteles siguen ahí y es un negocio muy lucrativo. Nada de esto desmiente a Trump y todas las cosas buenas que está haciendo, pero no podemos descansar porque van a volver al negocio en cuanto puedan.

En los últimos días estamos presenciando un cambio en la postura estadounidense con el anuncio del envío de más armas a Ucrania. ¿Trump entiende que Vladimir Putin no quiere la paz?  

Hay diferentes tipos de paz, existe una paz virtuosa y la paz de la tumba, y está claro que Vladimir Putin no sólo busca Ucrania sino el resto de Europa. Ha habido mucho desconocimiento con respecto a la postura de Trump, lo que es interesante porque ha sido muy claro con respecto a su enfoque de querer la paz y estar en contra de la guerra, pero también ha sido muy claro desde antes de la guerra que es la fuerza la que permite una paz duradera. A menudo se olvida, sobre todo por parte de la facción aislacionista, que la razón por la que Ucrania sobrevivió la invasión rusa inicial fue porque el presidente Donald Trump, en los años anteriores, cambió la política de Obama y envió Javelin a Ucrania, con los que los ucranianos pudieron detener el avance ruso. No creo que Trump se haya movido de esa compresión fundamental y por eso sus declaraciones sobre enviar más armas a Ucrania son consistentes con lo que hizo en su primer mandato y también lo son ahora. Estoy de acuerdo con el presidente, esta guerra no va a terminar hasta que los rusos no sean convencidos al mil por ciento de que la derrota está al otro extremo si su régimen crece demasiado.

Usted formó parte de la administración Bush. ¿Hay una conexión entre ese Partido Republicano y el movimiento que lidera Trump?

Sí, creo que la hay. La gente suele olvidar que han pasado cosas durante los últimos treinta años, pero para mí la clave está en la coalición que Trump ha reunido: es de clase trabajadora; es étnicamente diversa; está dispersa por el país, pero tiene mucha fuerza en los estados del Cinturón Manufacturero; favorece la fuerza militar, aunque es más escéptico en el uso de esa fuerza; es nacionalista y defiende el America First, etc. La pregunta es: ¿Quién ha generado una coalición como está? En mi recuerdo, es muy similar a la coalición de Richard Nixon. Pero yendo incluso más atrás, es muy parecida a la coalición republicana original de 1850-1860. Es muy fácil encontrar los principios de “Tierra libre, trabajo libre, hombres libres” de ese partido en la coalición republicana de hoy. Creo que la conexión es muy profunda y que los que ven una discontinuidad, y digo esto con todo respeto, suelen empezar su análisis en la década de 1990 y eso imposibilita un entendimiento de lo que representa el movimiento Trump, el Partido Republicano y el movimiento conservador.

Usted se encuentra en España asistiendo a un congreso sobre Hispanidad. En la actualidad existen corrientes que quieren convertir esta idea en un movimiento geopolítico que se enfrente a los anglos y que se alinee con Rusia o China. ¿Qué es para usted la Hispanidad y que opina de estas corrientes?

Mi padre tiene ascendencia española y mi madre inglesa, y seguir hablando en términos de enemigos del siglo XVI es estúpido. Cuando se piensa en la Hispanidad en el registro de los miles de años de historia, hay que considerar a España y a los españoles como una de las culturas más importantes que ha existido nunca y con una importancia significativa para toda la humanidad. Los que pretenden llevar esa idea hacia los rusos, están traicionando su propia herencia porque es una idea que puede sostenerse por sí misma y no necesita un liderazgo extranjero para ello. La Hispanidad es sobre todo un bloque cultural, y el intento de intentar enforcarlo desde una perspectiva geopolítica o de crear cualquier clase de políticas unitarias va a fallar por el mero hecho de que los latinoamericanos nunca aceptarán el liderazgo español. Por ejemplo, en Méjico el sentimiento antiespañol es patológico y diría que bastante hipócrita porque cada vez que un mejicano gana mucho dinero se traslada a España, como también han hecho los expresidentes mejicanos.

Para mí, desde una perspectiva estadounidense, sería muy interesante ver un compromiso español en la Cuenca del Caribe, porque allí tenemos un desafío de seguridad por culpa en gran medida de la administración estadounidense. Hasta la llegada de Trump, los anteriores presidentes han ignorado la región por completo y ahora está es un estado terrible. No hablo por el gobierno estadounidense, pero estoy bastante seguro de que si España y el Reino Unido quisieran contribuir a la Iniciativa de Seguridad de la Cuenca del Caribe serían muy bien recibidas. Eso sería una expresión de la Hispanidad; eso significaría algo y se haría en cooperación con un poder anglo. No estamos en el Siglo de Oro, no hay una guerra entre Isabel de Inglaterra y el Rey Felipe; el único modo de avanzar es trabajando juntos, no podemos comprar esta hostilidad que es completamente falsa.

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