Hasta ayer mismo éramos muchos los que teníamos a Sánchez como un presidente horrible, un político que ha hecho de su presidencia un ejercicio continuo de mentira, desunión, guerracivilismo y prepotencia. Desde ayer, tras oír sus palabras para disculparse y pedir perdón, no hay nadie que no pueda advertir algo que añade gravedad a su peor retrato, porque se ha podido saber con toda certeza que, además de su desastrosa labor política, Sánchez es un corrupto de tomo y lomo, un cínico capaz de maquillarse como un payaso para hacer más creíble su fingido dolor, un tipo sin la menor vergüenza que espera de los españoles que no alcanzaban a ver su verdadero carácter que empiecen a verlo como un ejemplo de sufrimiento y de dignidad ofendida.
De los indicios aportados ayer en la causa sobre la corrupción de la cúpula socialista se deduce con total claridad que Sánchez prescindió de Ábalos no por haber sido un corrupto, sino por serlo al margen del cauce reglamentario que el propio Ábalos había establecido en la secretaría de organización del partido y, por esa razón, Sánchez puso en su lugar a Cerdán, que de alguna forma aparece como el autor original de la trama, para que siguiese cultivando el jardín de las mordidas con el debido orden, en la confianza, necia por otro lado, de que se podrían cortar las sospechas sobre ese proceder corporativo obrando en el futuro con mayor discreción. Pues Sánchez dice ahora que no sabía nada. Lo intolerable no es que Ábalos trincase, sino que lo hiciera al margen del honorable sistema establecido.
Hasta ahora mismo sus amigos catalanes le han hecho orinar sangre más de una vez, pero a partir de este momento podrán entrar a degüello porque su rehén no tiene ya la menor fuerza
Da toda la impresión de que, en su soberbia, Sánchez no pensó en que el último de la fila, el fiel Koldo, pudiera cabrearse y dar una patada a la mesa al ver que sus compañeros, tan solidarios de boquilla, pretendían que cargase con todas las culpas mientras don Santos seguía dando cera y llevándoselo crudo. Santos pensaba que la Guardia Civil se iba a cebar con el aizcolari y que lo suyo y lo de su señorito pasaría a ser, a lo más, legendario, fango producido por la derecha y la extrema derecha, o al revés.
El informe de la UCO pone de manifiesto conductas en verdad criminales, de mafiosos de medio pelo, pero muy ladrones. Da la penosa casualidad de que todos los muy justamente empapelados fueron protagonistas de las hazañas electorales de Sánchez para hacerse con el control, y posterior evisceración, del PSOE. Estos chicos que servían para distraer papeletas electorales de manera prudente, Cerdán le recuerda a Koldo que haga la trampa sin que lo vean, y que ya habían hecho pequeñas operaciones en la provincia podían ser de enorme valor para la corte una vez conquistada. No es casual que haya sido Santos Cerdán el encargado de cerrar los tratos de la vergüenza con Puigdemont, un verdadero consigliere de la famiglia cuyo jefe se las quiere dar ahora de dignísima víctima.
Está en la naturaleza de las cosas que cuando se descubre el pastel se desarticule la banda. Los más listos tratarán de ponerse a salvo, algunos lo lograrán, mientras que los más torpes, que son mayoría, se esforzarán para que se siga dando curso a la leyenda del indomable, pero el jarrón roto en mil pedazos es tan difícil de recomponer como volver a meter la pasta de dientes que se ha salido por la boquilla del tubo. A Sánchez le escribieron un librillo que hablaba de su resistencia, pero es seguro que no va a ser capaz de comerse los cuarenta huevos crudos que se comía Paul Newman en la película de Stuart Rosenberg, entre otras cosas porque lo que nunca haría Luke Jackson es dejar a los pies de los caballos a cualquiera de sus fieles.
Sánchez está hecho polvo, pero literalmente. No es difícil imaginarlo frente a un dilema por completo falso: tratando de ver cómo podría vengarse o intentando encontrar un resquicio que le facilite el escape, por estrecho que sea. En estos momentos se acordará de Rajoy al que le dijo aquello de que “el presidente del Gobierno tiene que ser una persona decente y usted no lo es”, pero puede que también recuerde la habilidad con la que don Mariano se fue a tomar copas sin molestarse siquiera en hablar con sus amigos del PNV, tan diestros en dar el esquinazo.
No tardaremos en saber si se decide por el truco o por el trato, porque no cabe la menor duda de que ya no podrá seguir impartiendo lecciones de ningún tipo, ni transformando España ni siendo el pasmo del universo mundo por la grandeza de sus mejores intenciones. Él querría seguir moralizando, poniendo a Ayuso en su sitio o recordando a Feijóo su foto marinera, pero verá que ya no tiene voz, que ya no le escucha ni su pandilla del básquet.
Es lo que tienen los juguetes rotos, que sólo se los quedan los que sufren el síndrome de Diógenes o los muy nostálgicos. Habrá quienes quieran recordar al Sánchez del gobierno bonito o al que recibió con los brazos abiertos al Aquarius, pero, por desgracia, el personal es ingrato y tiende a fijarse en lo negativo, de manera que será más fácil que en la memoria colectiva comparezca el galgo de Paiporta, como lo llamó el Times, que no es ninguna hoja parroquial, o el voluble mentiroso que tuvo la ocurrencia de afirmar que no mentía, que sólo cambiaba de opinión cuando le convenía hacerlo, casi siempre.
El paupérrimo gobierno que le podría quedar a Pedro Sánchez dependerá cada vez más de sus peores enemigos, de quienes lo han llevado a la humillación más lastimosa por el fidelísimo conducto de su relator y contable, Santos Cerdán, que estará dedicado a defenderse como pueda para evitar el camino de la chirona y ya no servirá para cerrar más tratos vergonzosos. Hasta ahora mismo sus amigos catalanes le han hecho orinar sangre más de una vez, pero a partir de este momento podrán entrar a degüello porque su rehén no tiene ya la menor fuerza. La amnistía largamente trabajada puede que se quede a medio camino y no servirá en ningún caso para calmar las iras del exiliado Puigdemont, según el título que le puso el muy imaginativo Cerdán, de manera que hay que hacer un esfuerzo supremo para encontrar en lo que Sánchez tiene por delante un motivo de satisfacción.
Hecho polvo y sin poder que lucir, Sánchez quiere hacer creer que podrá aguantar otros dos años. Es una apuesta necia y, si le queda algún amigo verdadero que le pueda aconsejar con sinceridad, no tardará en averiguar que mejor haría renunciando, pero no creo que le vaya a bastar con convocar elecciones porque los que suponía suyos no van a aceptar un sacrificio sin sentido ni seguir al mando de un jefe que se ha revelado, entre otras cosas, sumamente incompetente ante una crisis mayúscula. Esta es la verdadera causa de que su cara denuncie un dolor insufrible, no es la amargura por una supuesta e inexistente traición, sino la certeza de que le ha llegado su hora porque lo han pillado con las manos en la masa y ha agotado del todo su capacidad de simulación y de engaño.
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