En El poder olvidado (1985) la escritora Fatima Mernissi planteó esta cuestión: “¿por qué los políticos no soportan ver nuestro cabello y nuestras caras sin velo?” Buena pregunta, la de esta feminista marroquí, que contestaría tiempo después Barack Obama en El Cairo. Allí, en su Discurso de 4 de junio de 2009, Obama expuso que “el gobierno de los Estados Unidos ha pleiteado para proteger el derecho de las mujeres y niñas a usar el hijab y para castigar a aquellos que se lo nieguen”.

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Con estas declaraciones, la Casa Blanca se vestía para la ocasión cairota de largo y, además, gracias a su inquilino electo, lucía la indumentaria del multiculturalismo. ¿Sabía el orador Obama que con ese guiño al mundo islámico estaba cayendo en la moda posmoderna tan rancia, tan conservadora que en Francia había inaugurado François Mitterrand antes que él?

Mitterrand, una vez iniciado su mandato presidencial (1981-1995), permitiría a los emigrantes varones rechazar la jurisprudencia francesa de la monogamia e imponer al país de la Liberté, Égalité et Fraternité el régimen parental del hombre casado con múltiples esposas. ¡¡¡Solo en la ciudad de París se calculó en 200.000 el número de familias polígamas!!!, cuenta la filósofa Susan Molle Okin en su ensayo ¿El multiculturalismo es malo para las mujeres? (1999).

Con el respeto a las identidades, que no a las reglas que derivan del estado de derecho;con la idea de que todas las expresiones culturales son por diversas en sí mismas valiosas y buenas; Obama pudo soltar en el Egipto de los Faraones la perla de que “the U.S. government has gone to court to protect the right of women and girls to wear the hijab, and to punish those who would deny it”.

A los pocos días, Nicolas Sarkozy,el entonces Presidente de Francia, saltaría a la palestra dando un enfoque muy diferente al asunto, y más cuando en la nación gala la polémica de ir cubierta en lugares públicos venía arrastrándose desde el final de los 80 del siglo pasado. Pues bien, en contra del tándem “Mitterrand-Obama”, el Presidente Sarkozy en su Discurso en Versalles (22-VI-2009) explica que el burka no es un problema religioso, sino un problema de igualdad, de dignidad de la mujer, un signo de esclavitud, de sumisión: “La burqa n’est pas un problème religieux mais un problème d’égalité et de dignité de la femme […,] un signe d’abaissement et d’asservissement”.

Saco a colación la controversia, nunca cerrada, de la ropa “oriental”debido al hecho de que, en España, instituciones relacionadas con la administración de Justicia han utilizado por romanticismo el burka o burqa. Recordemos que el Tribunal Supremo (¿por qué tampoco los juristas soportan ver nuestro rostro sin velo?) revocó la ordenanza del Ayuntamiento de Lérida aprobada en octubre de 2010, que impedía el acceso a los espacios municipales públicos a quienes llevaran burka, pasamontañas, casco integral u otro tipo de vestimentas que entorpecieran la identificación de las personas.

Con su sentencia admitiendo el ‘burka’ en lugares públicos, el Tribunal Supremo español colocaba los valores religiosos por encima de la normativa civil

El Tribunal Supremo español adujo en 2013 que el reglamento del Consistorio de Lérida mermaba los derechos del creyente. Con una sentencia de este calibre los jueces del Supremo colocaban los valores religiosos en posición de excepcional superioridad frente a la normativa civil, amén de desconocer que la costumbre del burka está arraigada en aquellos lugares en los que no hay democracia y, por tanto, priman tradiciones enfrentadas a los derechos de los ciudadanos.

Para quienes no lo sepan, y los miembros del Tribunal Supremo está claro que no lo sabían, la palabra “islam” quiere decir entrega, cesión o abandono de uno mismo a Allah. Y en las máximas del Corán que fueron escritas hacia el 640-655 d. C. por los seguidores de Mahoma, o sea, tras la muerte del profeta, podemos leer: “Los hombres están por encima de las mujeres porque Dios ha favorecido a unos más que a otros […] Aquéllas de quienes temáis la desobediencia, amonestadlas, confinadlas en sus habitaciones, golpeadlas. Si os obedecen no busquéis pretexto para maltratarlas” (azora 4, aleya 38). “Di a tus esposas, a tus hijas, a las mujeres creyentes, que se ciñan los velos. Este es el modo más sencillo de que sean reconocidas” (azora 34, aleya 31).

El multiculturalismo, ideología dominante en Occidente

Cosa curiosa, pero mientras en Occidente no pocas élites reverencian el credo de la multiculturalidad y pasan del precepto de la igualdad al «igual da», en Oriente las autoridades de la Universidad islámica del Estado de Kalijaga en Yogyakarta (Indonesia) han negado recientemente a sus estudiantes el uso del burka para poder graduarse. La prohibición de esta vestimenta femenina viene motivada no solo por impedir el aprendizaje, sino por materias, también, de seguridad relacionadas con la propagación de peligrosas ideologías extremistas. Al fin y al cabo, la República de Indonesia es el país que alberga la mayor población musulmana del mundo.

No voy a repetir aquí las críticas vertidas en mi libro sobre El mito del multiculturalismo. Tampoco es momento de reescribirlas contradicciones, innumerables, entre progresismo y posmodernidad. Únicamente quiero señalar esto: que hacer depender la esfera pública de la moral religiosa implica que los individuos no pueden responder de sus actos como seres con derechos y deberes “objetivos”.

No hay choque de civilizaciones, sino una profunda crisis de valores que paraliza a Occidente

En mi opinión no hay choque de civilizaciones, sino una hondísima crisis de valores que paraliza a Occidente. E igual que los miembros de la Asociación Americana de Antropología rechazaron allá por 1947 la Declaración de Derechos del Hombre de la ONU (la Sociedad norteamericana de Antropología tenía dudas sobre la universalidad de los derechos humanos), de la misma manera nuestros posmodernos de hoy hablan de igualdad desde la discriminación y primando la diversidad niegan a los foráneos el derecho a vivir bajo los postulados del estado de derecho.

Con este neoconservadurismo son los propios posmodernos quienes resucitan el exotismo de creencias antiguas. Y quienes por racismo niegan a los clasificados como “otros”la validez del estado de derecho.

Photo Majid Korang beheshti


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María Teresa González Cortés
Vivo de una cátedra de instituto y, gracias a eso, a la hora escribir puedo huir de propagandas e ideologías de un lado y de otro. Y contar lo que quiero. He tenido la suerte de publicar 16 libros. Y cerca de 200 artículos. Mis primeros pasos surgen en la revista Arbor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, luego en El Catoblepas, publicación digital que dirigía el filósofo español Gustavo Bueno, sin olvidar los escritos en la revista Mujeres, entre otras, hasta llegar a tener blog y voz durante no pocos años en el periódico digital Vozpópuli que, por ese entonces, gestionaba Jesús Cacho. Necesito a menudo aclarar ideas. De ahí que suela pensar para mí, aunque algunas veces me decido a romper silencios y hablo en voz alta. Como hice en dos obras muy queridas por mí, Los Monstruos políticos de la Modernidad, o la más reciente, El Espejismo de Rousseau. Y acabo ya. En su momento me atrajeron por igual la filosofía de la ciencia y los estudios de historia. Sin embargo, cambié diametralmente de rumbo al ver el curso ascendente de los populismos y otros imaginarios colectivos. Por eso, me concentré en la defensa de los valores del individuo dentro de los sistemas democráticos. No voy a negarlo: aquellos estudios de filosofía, ahora lejanos, me ayudaron a entender, y cuánto, algunos de los problemas que nos rodean y me enseñaron a mostrar siempre las fuentes sobre las que apoyo mis afirmaciones.