Ion Mischevca es un historiador y periodista moldavo. Es el autor de “Who we are? Historical Essay on the 100 Years of the Great Union” y “Manifesto for Unification. An Antidote to Neo-Marxism and Progressivism”. Mischevca participó en un panel sobre el Pacto Verde en la conferencia MEGA en Chisináu, y presentó un paralelismo entre esta política de la Unión Europea y las políticas que la Unión Soviética llevó a cabo en su país.

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Compara el Pacto Verde de la Unión Europea con los proyectos realizados por la Unión Soviética. ¿Cuáles son los puntos comunes entre ambos?

Moldavia es un país postsoviético y aunque hay algunas diferencias con lo que hemos vivido aquí, hay muchas similitudes en el concepto del Green Deal europeo. Esta idea nace de Ursula von der Leyen y de unos burócratas que no han sido elegidos por nadie y que deciden cómo deben hacer su trabajo los granjeros, cómo deben trabajar las factorías, etc. Básicamente es el mismo tipo de economía centralizada que teníamos en la Unión Soviética dirigida por burócratas del Partido que no había elegido nadie. Por supuesto, en la constitución de la Unión Soviética se hablaba de democracia popular, pero como ocurre ahora en Bruselas, era completamente antidemocrática. Jrushchov, Brézhnev, Andropov y todos los demás gobernaban mediante “diktats”, como también lo hace ahora la Comisión Europea: necesitamos cuotas, no podemos producir esto o lo otro, etc. Y, como entonces, todos estos planes son muy bonitos sobre el papel.

Suena muy familiar, pero la realidad era muy distinta.

Sí, en Moldavia teníamos una gran economía centralizada y productiva sobre el papel, pero era una falsa realidad. La economía centralizada, planificada y regularizada que ahora defiende Bruselas es algo completamente comunista y no lo queremos, ya luchamos contra eso y no queremos volver a pasar por ello.

También hay una falsa percepción de culpa que ha asumido el liderazgo de la Unión Europea: fuimos colonizadores y ahora tenemos que ayudar a todos los países del mundo, integrar a los inmigrantes ilegales en nuestras sociedades, etc. Esta idea es absurda cuando más de la mitad de los países europeos han sido colonizados. Moldavia fue una colonia de la Unión Soviética, como también lo fueron Polonia, Rumanía, Hungría o Lituania. Fuimos víctimas y no podemos sentirnos culpables de lo que no hemos hecho. Por eso, no podemos aceptar que los burócratas de Bruselas pretendan reducir las emisiones de carbono por los pecados del pasado. Además, aunque redujéramos las emisiones a cero, ¿qué impacto medioambiental tendría esto en el mundo? Sería prácticamente insignificante porque sólo emitimos un 7-8%, mientras países como China, India o Estados Unidos van a seguir contaminando. Aunque cerrásemos todas nuestras fábricas, como quieren los defensores del Pacto Verde, no vamos a salvar el planeta.

¿El sentimiento de culpa no fue también utilizado por la Unión Soviética en los países ocupados después de la guerra?

Así es, y es otra similitud con lo que hace ahora Bruselas. Los países ocupados tenían que aceptar todos los sacrificios exigidos porque habían estado en el lado incorrecto de la historia, habían apoyado el fascismo. Realmente, no había un lado incorrecto, porque ambos sistemas, fascismo y comunismo son hermanos ideológicamente.

Otro aspecto en común es la inefabilidad de la ciencia. Lo vimos durante la pandemia con un montón de restricciones en el nombre de la ciencia, cuando en la comunidad científica no hay unanimidad. Sin embargo, parece que la ciencia ha dictado que si la Unión Europea no reduce las emisiones de carbono nos encaminamos al desastre. Lo mismo pasaba en la Unión Soviética, el ateísmo y el marxismo eran ciencia, y si no obedecías no sólo estabas contra el régimen, también estabas contra la ciencia.

Si no podemos a salvar el planeta, ¿todo este debate medioambiental es una farsa?

Desde luego, la Unión Europea está tratando de ocultar los problemas reales que se están produciendo en Europa: la inmigración masiva, la crisis económica y de vivienda, la guerra cultural, etc. En lugar de hacer frente a esas realidades, se destina un montón de dinero a la lucha por el medioambiente cuando somos un continente que apenas contamina y tenemos cientos de regulaciones, algo en lo que también nos parecemos a la Unión Soviética.

Pensemos, por ejemplo, en el reciclaje. Yo estoy a favor del reciclaje, pero el problema es que las fábricas que funden el plástico son muy contaminantes y al final conseguimos lo contrario de lo que pretendemos. En Moldavia recibimos una gran cantidad de desechos médicos de la Unión Europea. ¿Qué hacemos con esos desechos? Enterrarlos bajo tierra, para salvar el planeta contaminamos el suelo.

Y en el fondo también subyace una idea marxista que la gente no tenga propiedad, no tenga ganado, no tenga coche, etc. Si una persona no tiene propiedades es vulnerable y dependiente del Estado, se le puede hacer obediente y que comparta cualquier opinión, y si a una persona le arrebatas la propiedad, “no tendrás nada y serás feliz”, le estás arrebatando su libertad. Básicamente, la Unión Europea es ahora mismo una construcción neomarxista.

¿Quién se beneficia realmente de esta agenda verde?

Hay muchos intereses de lobbies y de activistas medioambientales, que básicamente son neomarxistas, pero que han hecho un modo de vida de esta agenda porque hay mucho dinero en juego. Pero los más beneficiados son países como China, que ocupan el lugar que abandonan los europeos, y parece que en Bruselas hay burócratas y políticos más preocupados por “Make China Great Again”, que por defender nuestros intereses. He estado en cinco países de la UE el año pasado y en todos ellos he visto que hay una invasión de productos chinos, más baratos y de menor calidad, que no sufren la regulación excesiva que aplicamos a nuestros productos.

La guerra de Ucrania ha obligado a la Comisión Europea ha cambiar su discurso y a hablar de reindustrialización, ¿cree que realmente se va a producir un cambio?

La guerra no empezó en 2022, sino en 2014, y ha mostrado lo hipócrita que es el establishment europeo. Después de la ocupación de Crimea y la creación de las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk, la UE procedió a la construcción de Nord Stream y siguió comprando gas de la Federación rusa, fortaleciendo a Putin y dándole todo el dinero que necesitaba para la guerra a gran escala en 2022. Debemos empezar en 2014 para ver todo el cuadro y entender que hasta hace bien poco han financiado la guerra. Ahora quieren reindustrialización, deberían haberlo pensado antes de cerrar las nucleares y las centrales de carbón.

Pero el cambio es urgente y necesario. Estuve en España en marzo cuando sucedió el gran apagón. Estaba trabajando en una base de datos de Microsoft, que contaba con suministro propio, pero salí a la calle y vi una ciudad en la que no funcionaba nada. El apagón fue consecuencia de un influjo masivo de energía verde, esa es la razón oficial, y el sistema energético de Portugal, España y el sur de Francia fue desconectado. En su afán por promover esta energía verde se está avanzando muy deprisa y sin pensar en las consecuencias. Como dice el escritor conservador Douglas Murray: “esta cultura woke, esta histeria verde, estas nuevas ideas neomarxistas van demasiado rápido y sin tomar precauciones”. Hay que pararse a pensar todo lo que se está haciendo si queremos evitar una catástrofe y acabar con la censura que Bruselas pretende imponer a todos los que no opinamos igual. Como dijo J.D. Vance, “sin libertad de expresión, no hay libertad”, y tiene toda la razón.

En España murieron diez personas como consecuencia del apagón, sin embargo, nadie ha dimitido ni dado explicaciones convincentes de lo que sucedió.

Esta falta de responsabilidad es también muy soviética. Están ahí para decidir nuestro futuro, pero cuando tienen que asumir responsabilidades por las decisiones que han tomado, nadie las asume y hablan de decisiones comunes, de instancias superiores o echan la culpa al conjunto de la sociedad. Las deportaciones, asesinatos y hambrunas cometidas por la Unión Soviética eran cometidas por el régimen comunista, pero ese régimen estaba formado por personas con nombres y apellidos, como también los ejecutores de esos crímenes. Las malas decisiones que se están tomando en la Unión Europea también tienen nombres y apellidos.

Foto: Ma Ti.

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