Cuando vine a vivir a Guatemala hace veinte años, no llevaba 48 horas en el país, cuando una compañera me dedicó una frase que he vuelto a escuchar a menudo: “Ah, otro español que viene a robarnos a nosotros los inditos”. La dama en cuestión era una universitaria de piel blanquita y con dos apellidos españoles.
A las pocas semanas, me regalaron una segunda frase que he escuchado aún muchas más veces que la primera: “Qué lástima que los españoles conquistaran Guatemala. Nos habría ido mejor si nos hubieran conquistado los ingleses”. Por lo general, esta segunda frase, siempre de labios de universitarios, es más habitual en boca de guatemaltecos de piel morena, aunque la idea también es posible encontrarla en las conversaciones de guatemaltecos de piel clara, si bien no expresada de forma tan rotunda.
Unidas las dos frases, muestran una explicación cuando menos rocambolesca para la situación de Guatemala a comienzos del siglo XXI. Los problemas vienen determinados por lo que les ocurrió a los tatarabuelos de los tatarabuelos de los tatarabuelos de los tatarabuelos de los tatarabuelos de los guatemaltecos actuales, es decir, a los europeos y americanos que se encontraron en estas tierras a comienzos del siglo XVI.
La culpa de los males… en el pasado remoto
Parecería extraño pensar que los problemas que hoy puedan vivir los segovianos, los madrileños o los toledanos, en España, sea el resultado de la derrota de Juan Padilla y Juan Bravo, los líderes comuneros que se levantaron contra Carlos V, en Villalar, allá por 1521. Es más, imagínese que me encontrase con un neerlandés actual y le dijese: usted es el culpable de que yo no sea rico porque un tipo que vino hace cinco siglos de lo que hoy es su país, Adriano de Utrecht, mató a un líder de mi pueblo (el segoviano Juan Bravo). ¿No parecería ridícula una conversación así? En América, no les parece ridícula. Y ahí comienza parte del problema.
La frase ‘qué lástima que nos conquistaran los españoles y no los ingleses’ parece indicar que sus antepasados necesariamente debían ser conquistados
Porque a la larga, si analizamos la segunda frase (qué lástima que nos conquistaran los españoles y no los ingleses), la idea es que sus antepasados, sí o sí, necesitaban ser conquistados. Sólo era cuestión de haber sido sometidos por los conquistadores más “sabios”.
Aquí surgen nuevas contradicciones. Una vez más, ¿podemos imaginar a un italiano contemporáneo reprochando a un austriaco que sus problemas actuales, los del italiano, se debe a que parte de lo que hoy es Italia fue colonia del Imperio Austriaco hasta hace ciento cincuenta años? Sí, Venecia estuvo bajo el yugo Habsburgo hasta 1866, mientras que Centroamérica ya era independiente de España 45 años antes.
Pues no, ni en los sueños más húmedos de los líderes de la Liga Norte italiana, los culpables de todos sus males son los austriacos. Ojo, habrá quien diga que el Véneto no era una colonia austriaca, propiamente dicha. Bueno, Hispanoamérica tampoco era exactamente una colonia de España. El diputado de Guatemala Antonio Larrazabal llegó a presidir las Cortes de Cádiz en 1812. Extrañas colonias éstas sientan a sus representantes en el parlamento en igualdad de condiciones que los diputados de la metrópoli.
El origen de la colonización no determina el futuro
Pero volvamos a la queja de no haber sido conquistados por el imperio conveniente. Por supuesto, recordar que de los diez países más pobres del mundo (salvo Afganistán, el resto todos en África), la mayor parte fueron colonias británicas, no ayuda. Porque los guatemaltecos en particular (y muchos hispanoamericanos en general), no se van a mirar en el espejo de Malawi, Sudán del Sur o Gambia, sino en el de Estados Unidos, país rico y, además, antigua colonia británica. Al menos en parte. Porque entre los cuatro estados más ricos de Estados Unidos, hay tres territorios colonizados por españoles: California, que tiene el mayor PIB de USA; Texas, en segunda posición; y Florida, en cuarta (Nueva York está en tercera posición, una pica de colonización anglosajona entre tanto dominio hispano).
Llegamos entonces a una frase habitual del periodista chapiñol (guatemalteco y español) Ignacio Laclériga que divide Guatemala en tres departamentos: la capital, el resto del país y Miami. Porque los guatemaltecos pudientes (de piel clara y de piel morena) gustan, siempre que pueden, de hacer sus compras en Miami. Una tendencia que parecen compartir con otros muchos hispanoamericanos, entre otras cosas, por esa singularidad geográfica de la península de Florida que la hace estar casi en mitad del Caribe, a una distancia de dos a tres horas de avión de un buen montón de capitales hispanoamericanas.
Estados Unidos se convierte así en un modelo de bienestar, de riqueza material, de servicios. Surge entonces la duda: ¿por qué los gringos sí viven bien y los guatemaltecos (y otros muchos hispanoamericanos) viven peor?
En lugar de asumir la propia responsabilidad, se buscan las raíces de los problemas de Hispanoamérica en la ‘inconveniente’ conquista de hace cinco siglos
En verdad, hay razones de peso en la historia mediata y en la realidad inmediata. Pero antes de entonar el mea culpa, asumir la propia responsabilidad, es más fácil echar balones fuera, buscando las raíces del problema en la inconveniente conquista de hace cinco siglos.
El malo solo puede ser rico
Sin embargo, sería un error pensar que este rechazo a los conquistadores es una constante de la historia hispanoamericana. Hasta hace poco más de medio siglo, los hispanoamericanos que miraban a España, lo hacían con lástima. Era difícil acusar a la metrópoli de saqueo, cuando la propia ex-metrópoli era un país subdesarrollado. En realidad, según España fue mejorando su posición desde los años 60 del siglo XX, fue más fácil convertirla en la razón de las desdichas guatemaltecas.
Según España fue mejorando su posición económica, fue más fácil convertirla en la razón de las desdichas guatemaltecas
Al mismo tiempo, el diablo previo culpable de todos los males, la United Fruit Company, la (supuestamente) todopoderosa compañía bananera, iba perdiendo fuelle. Porque claro, si el señor de todos los males, la Frutera, se fue al garete junto con su presidente Eli Black, en 1975, cuando esté se arrojó desde el piso 44 de su despacho de Nueva York, había que buscar un nuevo culpable. Y España era un buen candidato. Después de todo, era sospechoso que, mientras los guatemaltecos ralentizaban su desarrollo, los españoles despegaban con fuerza.
La clave está en que la responsabilidad siempre es de los otros. Guatemala es pobre porque los malvados extranjeros llevan siglos aprovechándose de ella (los conquistadores españoles, los bananeros gringos, hoy los canadienses y sus minas).
Los Estados Unidos prosperaron no por su origen británico sino por garantizar el estado de derecho, la propiedad privada y fomentar el libre comercio
El problema es que no se han puesto a pensar que los saludables Estados Unidos no lo son porque fuera John Smith quien desembarcara en Virginia hace 400 años. Sino porque desde que se constituyó como país independiente, los Estados Unidos se han esforzado por respetar su estado de derecho, preservar la propiedad privada, garantizar la certeza jurídica o fomentar el libre comercio. Incluso y sobre todo en los estados que fueron colonizados por españoles y que, como decía más arriba, son los más ricos.
Mientras los guatemaltecos, y otros muchos hispanomericanos, justifiquen sus problemas en lo acontecido en los siglos pretéritos y pretendan que ese determinismo histórico les impide progresar, podrán seguir regodeándose o sufriendo, dependiendo en que peldaño de la escala social se encuentren, en su subdesarrollo.
Foto por Peter Hershey
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