El gobierno de España tiembla estos días por la publicación de los informes que destapan la corrupción del Partido Socialista. No es una situación nueva, los socialistas tienen un largo historial de corrupción y los populares también han hecho de las suyas, pero la sensación es que nunca antes se había llegado a un nivel de miseria moral tan absoluta, con unos políticos que no están dispuestos a asumir sus responsabilidades ni a abandonar sus cargos. Lo cierto es que Pedro Sánchez no es una casualidad, es una consecuencia de la degeneración de la clase política y de unos votantes que perdonan la corrupción, y prácticamente cualquier cosa, con tal de que no gobiernen los “otros”. Fui testigo de un ejemplo de esta degeneración, el pasado viernes en la Comisión de la Mujer celebrada en la Asamblea de Madrid (parlamento regional de la Comunidad de Madrid).
La experta en derechos humanos, Elena Ramallo, presentó su propuesta en la Asamblea, invitada por Vox, para prohibir el hiyab, el velo islámico, en las escuelas y el burka en los espacios públicos. No obstante, llegar a este punto no fue fácil porque en primera instancia, la Mesa de la Asamblea, controlada por el Partido Popular, impidió la presentación por “falta de concreción en su objeto”. Solventado este tecnicismo, también fue necesario cambiar el título de la presentación, “el avance del islamismo en la Comunidad de Madrid”, porque la palabra “islamismo” resultaba incómoda para la “políticamente correcta” Mesa de la Asamblea. Finalmente, se sustituyó “islamismo” por “diversidad cultural”, lo que hacía que el título careciera totalmente de sentido. Una situación “Orwelliana”.
El avance del islamismo en España es la consecuencia de la suma de estos dos factores: el fanatismo de una izquierda completamente alejada de la realidad, y la cobardía y la inacción de un centroderecha que prefiere acatar lo políticamente correcto
Ramallo habló de derechos humanos y de la dignidad de la mujer, destacando su larga trayectoria en ese campo, e insistió en que los partidos debían abandonar sus luchas partidistas y pensar en las mujeres, señalando que en muchos países ya se han tomado medidas para prohibir el velo en los colegios y el burka en lugares públicos, no sólo porque es una discriminación contra la mujer, sino también por motivos de seguridad. “Es defendible que lo que critican en otros países, que las mujeres sean arrestadas y torturadas por no llevar el velo, sea aceptable en España, que es una democracia. Les pido que dejen a un lado los réditos políticos y piensen en las personas… La defensa de los derechos humanos no es de derechas ni de izquierdas”.
Isabel Pérez Moñino, representante de Vox, agradeció el discurso de la profesora Ramallo y su compromiso en la defensa de las mujeres. Moñino aludió a la perversión del lenguaje y a no poder mencionar el término “islamismo” por la censura de la Asamblea de Madrid. “El hiyab no es una prenda cultural inocente, es el símbolo visible de una sumisión impuesta por una ideología política y religiosa que se expande mientras se mira hacia otro lado”, afirmó la representante de Vox, que fue la única fuerza política que apoyó las tesis de Ramallo.
La respuesta de la izquierda fue la esperada: matar al mensajero que niega su relato. La socialista Silvia Monterrubio tachó a Ramallo con los sambenitos habituales de machismo, xenofobia y racismo, y negó la existencia de ninguna amenaza contra la mujer ni de la presencia del islamismo “en ningún barrio”. Para la diputada socialista, la única amenaza es la violencia causada por “los discursos racistas y xenófobos alimentados por el discurso de odio de la ultraderecha”. Por parte de Mas Madrid, la respuesta vino de las diputadas Jimena Gónzalez, activista trans, y Marta Carmona, que hablaron de racismo, xenofobia, machismo, la influencia árabe de Al-Ándalus, la masacre de las mujeres de Gaza a cargo del Estado genocida de Israel, la Biblia, el nacionalcatolicismo y, por supuesto, de Franco. Criticar el hiyab o el burka es, para estos paladines de la izquierda, “supremacismo cultural”.
Tras la demencial, aunque no menos esperada, intervención de los representantes de la izquierda, le tocó el turno al Partido Popular, que gobierna la Comunidad de Madrid con mayoría absoluta. La representante del PP, Esther Platero, compartió algunas de las tesis de Ramallo sobre la discriminación de la mujer y en un momento pareció estar a favor de su propuesta. Sin embargo, aludiendo a la “libertad” y a que “este debate sobre el hiyab en nuestra sociedad no puede seguir siendo secuestrado por dos extremos que lo manipulan a su conveniencia, por una parte, la izquierda que en nombre del respeto cultural acaba siendo cómplice del islamismo más reaccionario, y por otro lado Vox, que lo utiliza para azuzar el miedo y la exclusión”, el PP optó por ponerse de perfil y no tomar partido en un sentido ni en otro. Es decir, reconocen el problema, pero no quieren abordarlo.
La profesora Ramallo se mostró muy sorprendida por los discursos de las diputadas: “Han hablado mucho del derecho a elegir de las mujeres, ¿de verdad se creen que una mujer con velo lo está decidiendo por voluntad propia?”. Ramallo también recordó que, en el parlamento catalán, la extrema izquierda independentista, la CUP, defendió la mutilación genital femenina como una tradición y que “no estamos hablando de convivencia de dos culturas, sino de imposición”. La réplica de Ramallo provocó el malestar de varias diputadas, que no pararon de gesticular y de hacer comentarios, lo que provocó que uno de los invitados presentes en la Comisión les pidiera silencio. La diputada popular Alicia Sánchez Camacho pidió a la presidenta de la sala que en caso de una nueva interrupción por parte de los invitados se les echará de inmediato. El político puede gesticular e interrumpir, pero el ciudadano, que es el que le ha votado, no puede exigir un mínimo de educación.
El avance del islamismo en España es la consecuencia de la suma de estos dos factores: el fanatismo de una izquierda completamente alejada de la realidad, y la cobardía y la inacción de un centroderecha que prefiere acatar lo políticamente correcto. La reacción a la iniciativa de Elena Ramallo es una prueba de la inutilidad de una clase política que en el fondo es consciente del problema, pero que sólo trabaja en función de su narrativa o del beneficio para su propio partido político. Si Pedro Sánchez y su gobierno caen, algo muy necesario, España podrá salir del pozo de la inmundicia, al menos de momento, pero sin una regeneración de la política y un cambio de mentalidad, nada cambiará.
Foto: Pramod Tiwari.
¿Por qué ser mecenas de Disidentia?
En Disidentia, el mecenazgo tiene como finalidad hacer crecer este medio. El pequeño mecenas permite generar los contenidos en abierto de Disidentia.com (más de 2.000 hasta la fecha), que no encontrarás en ningún otro medio, y podcast exclusivos. En Disidentia queremos recuperar esa sociedad civil que los grupos de interés y los partidos han arrasado.
Ahora el mecenazgo de Disidentia es un 10% más económico al hacerlo anual.