Hace muchos años me contaron la historia ejemplar de un monje que desde su celda en la montaña llegó a inventar un procedimiento infalible para aprovechar la energía de las olas del mar, pero cuando le llevaron a la costa enseguida se dio cuenta de que ese mar no le servía.

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Para cualquier buen patriota caer en la cuenta de la España que tenemos puede dar lugar a un desengaño tan grave como el del buen monje. Unas pinceladas sobre el caso: según se ha dicho, las dos mayores búsquedas en Google durante 2020 fueron “la isla de las tentaciones” y algo así como la máscara de no se quién, dos programas de TV. Los loteros calculan que se venderá un 30% menos de lotería de Navidad. El Gobierno no se ha enterado de que los E.E.U.U. iban a reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sahara occidental, antigua colonia abandonada por España en forma poco gloriosa. Se podrían multiplicar los ejemplos que indican que somos un país de chirigota sin necesidad de recurrir al notorio desmadre político sanitario a cuenta de la pandemia o a nuestra incapacidad de contar los fallecidos de manera aseada.

Con este panorama es difícil ser optimista, pero hay que intentarlo porque son muchos los testimonios que indican que los españoles podemos consentir, esa creo que sería la palabra adecuada, que la situación política se siga deteriorando, que las colas de los que tienen que pedir para comer superen a las de la posguerra, y que el español deje de hablarse incluso en La Rioja a cuenta de que también parece la cuna del vascuence

Con este panorama es difícil ser optimista, pero hay que intentarlo porque son muchos los testimonios que indican que los españoles podemos consentir, esa creo que sería la palabra adecuada, que la situación política se siga deteriorando, que las colas de los que tienen que pedir para comer superen a las de la posguerra, y que el español deje de hablarse incluso en La Rioja a cuenta de que también parece la cuna del vascuence. Pues bien, con una panorama tan poco halagüeño tenemos un presidente de Gobierno que ha hecho punto bobo en dos direcciones y ha conseguido nada menos que 188 votos para la ley de presupuestos, una pasada. La nueva separación entre la España oficial y la España real está adquiriendo un aspecto esperpéntico mientras no acaba de dibujarse con la debida nitidez una propuesta política capaz de poner de acuerdo en algo positivo a los muchos sectores que parecen abandonados a la desesperación.

Puede que nuestro sonriente timonel vuelva a hacer una de las suyas, no sería la primera vez, y dibuje un panorama de alianzas muy distinto, pero también puede que no, y lo más lógico sería pensar en que la fórmula que le ha permitido pasar de 123 a 188, lo que supone un incremento mayor del 50% sobre lo que tenía, le parezca un negocio muy promisorio mientras el vecindario se lo consienta. Sánchez ha acreditado algo más que habilidad y seguro que él mismo es quien más valora esta virtud que tanto lo adorna, de forma que solo un exceso de virtuosismo sobre el alambre, con el riesgo de desnucarse, le llevará a ensayar por su derecha la «geometría variable» para romper con la política de bloques que tan pingües beneficios le ha dado, hasta ahora.

Es absurdo perder el tiempo especulando con las capacidades de Sánchez, mientras sigue pendiente la nada pequeña cuestión de qué han de hacer los demás, los muchos excluidos, sin olvidar ni al PNV, para que sea no ya posible sino imaginable una alternativa que llegue a la mayoría, porque la fórmula Sánchez asegura que, si no se llega a los 176 diputados, no habrá nada que hacer, un panorama que ha explicado con su maestría habitual Ignacio Varela. En 2020 hemos descubierto, por decirlo así, que el sistema electoral tiene estas servidumbres y es de aurora boreal pretender cambiarlo, de forma que la imaginación y el arrojo deberán acudir en ayuda de los aspirantes a llevar el pedrusco de Sísifo hasta la pendiente contraria, una tarea hercúlea para la que restan, al menos, tres años.

Es posible que si en estos tres años los zarpazos del Covid y de la crisis se tratan con la chapucería habitual el desastre no pueda ser atribuido al maestro armero, y esto le pase a Sánchez una factura para cuyo pago el BCE no le de suficiente crédito, pero tampoco es seguro que entre relatos y lamentaciones no se consiga lograr que el mal de muchos, nunca de todos, se convierta en consuelo de gobernantes, conforme a la reformulación que hizo Pemán del conocido refrán. Pero no basta con que las cosas le vayan mal a uno para que le vayan mejor al adversario, en política no rige ese principio aritmético de compensación, hace falta que el aspirante se haga visible, creíble y esperanzador, y eso, en la España que tenemos, ni es fácil ni lo puede hacer cualquiera.

En la historia política desde 1977 para acá, la derecha ganó por dos veces a la primera y ha vuelto a ganar otras dos veces en circunstancias de notorio desgaste de una izquierda que, en buena medida, ya no existe. Ahora, la izquierda que se ha hecho real tiene mucho poder y lo usa con denuedo, además de que parte de una situación política de enorme desfondamiento moral para el electorado conservador y/o liberal que se debe al legado de Rajoy, de forma que la alternativa política tendrá que formularse de manera bastante nueva y seductora porque ha perdido de manera irremisible buena parte de sus electores, los más críticos en cualquiera de los sentidos de esta expresión. No es una tarea imposible, pero sí muy difícil y que no parece inteligente posponer a la espera de que el bombo de la fortuna gire sin causa cierta.

Esta es la España que tenemos, una España sin el menor prestigio ni papel internacional, sin modelo económico claro, con unos presupuestos que la mayoría de los economistas, al margen de su sesgo ideológico, consideran inconsistentes con la situación económica,  con la monarquía y la Constitución en el punto de mira de los populistas-leninistas, con una enorme cantidad de personas condenadas a una pobreza que creíamos cosa del pasado y con una herida territorial a la que Sánchez le está dando, en el fondo, un tratamiento tan evasivo como pusilánime y equívoco.

En tiempos tan recios como los presentes, quien quiera aspirar a cambiar la historia, deberá empezar sin tardanza a hacerse notar, sin limitarse a decir lo que no gusta, sin quejarse por haber perdido el poder, sin refugiarse en ritmos y evasivas, sin excusarse porque su partido no está listo para una larga marcha, sin apropiarse de fórmulas del adversario, sin miedo a perder, porque lo peor que le puede pasar a un país que está otra vez sin pulso es que nadie se atreva a iniciar en serio una nueva etapa que restaure la confianza de los españoles en la libertad y en sus propias fuerzas para dejar de ser los campeones del mundo de la mediocridad.


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J.L. González Quirós
A lo largo de mi vida he hecho cosas bastante distintas, pero nunca he dejado de sentirme, con toda la modestia de que he sido capaz, un filósofo, un actividad que no ha dejado de asombrarme y un oficio que siempre me ha parecido inverosímil. Para darle un aire de normalidad, he sido profesor de la UCM, catedrático de Instituto, investigador del Instituto de Filosofía del CSIC, y acabo de jubilarme en la URJC. He publicado unos cuantos libros y centenares de artículos sobre cuestiones que me resultaban intrigantes y en las que pensaba que podría aportar algo a mis selectos lectores, es decir que siempre he sido una especie de híbrido entre optimista e iluso. Creo que he emborronado más páginas de lo debido, entre otras cosas porque jamás me he negado a escribir un texto que se me solicitase. Fui finalista del Premio Nacional de ensayo en 2003, y obtuve en 2007 el Premio de ensayo de la Fundación Everis junto con mi discípulo Karim Gherab Martín por nuestro libro sobre el porvenir y la organización de la ciencia en el mundo digital, que fue traducido al inglés. He sido el primer director de la revista Cuadernos de pensamiento político, y he mantenido una presencia habitual en algunos medios de comunicación y en el entorno digital sobre cuestiones de actualidad en el ámbito de la cultura, la tecnología y la política. Esta es mi página web