Parece imposible que Feijóo tenga dos aciertos seguidos, tras anunciar el Congreso y dar la sensación de que tendría algo nuevo que decir va y convoca una nueva manifestación y pregunta, como quien se hace el distraído, a ver si hay voluntarios para una moción de censura. Sánchez ha tenido tantas manifestaciones en contra que no veo yo que vaya a conmoverse por una más, no lo veo arrepentido ni temeroso ante las huestes de Feijóo desfilando con banderolas y vociferando simplezas.
Lo de las manifestaciones de la derecha tiene una utilidad tendente a negativa, pero muestra que algunos líderes de la derecha quieren parecerse a la izquierda también en eso, pero Feijóo parece pensar que tiene en su mano la gran triaca para que Sánchez se caiga de una buena vez del pedestal. Para mí que se equivoca de medio a medio, lo mismo si acuden cien mil que si van millones, porque el PP necesita votos, no activistas. En la esencia de la izquierda está la agitación, el asalto de los cielos, y por eso nunca se detiene, es un torbellino a la búsqueda de nuevas causas, porque es en esencia callejera y activista, y ese es el modelo en el que tiende a caer con frecuencia la derecha, en manifestarse, en salir a la calle, en juntar multitudes para mostrar que tiene fuerza, pero en ese ejercicio corre el riesgo, nada pequeño, de olvidar que lo suyo no debiera ser mostrar fuerza, sino dar razón, encontrar las formas de dar salida a los problemas con los que se encuentran los ciudadanos y que ninguno de ellos puede resolver solo con sus medios.
El PP necesita aumentar sus votos en una cifra cercana a los diez millones, dos millones más que los obtenidos en 2023
El PP no consiguió ser investido en 2023 porque no obtuvo los suficientes votos populares como para superar al conjunto de partidos que prefirieron a Pedro Sánchez. El PP necesita aumentar sus votos en una cifra cercana a los diez millones, dos millones más que los obtenidos en 2023. En otros momentos, el PP superó los 10 millones de votos, pero desde 2015 está muy por debajo de esa cifra que tendría que recuperar para tener posibilidades de mayoría suficiente en el Congreso. ¿Dónde están esos votos perdidos? Se trata de españoles que han dejado de confiar en el PP por razones estrictamente políticas que pueden resumirse en dos. La primera, ver en el PP una organización escasamente representativa del centro derecha sociológico que sólo se moviliza por sus intereses y la segunda pensar que la victoria del PP no supondría ningún cambio político que merezca la pena perseguir.
Lo decisivo es que esas dos críticas constituyen percepciones sociales muy arraigadas en distintos tipos de electores y que todo lo que no contribuya a desmentirlas, con obras, no con palabras, hará muy difícil que el PP salga del nicho electoral en el que ahora está encerrado. Mientras una nueva conducta no desmienta esa imagen, el PP seguirá siendo percibido por un porcentaje altísimo de sus posibles votantes como una entidad que se caracteriza por ir siempre a lo suyo, por ser un mecanismo de adquisición y reparto del poder sin gran interés en los problemas reales de los ciudadanos y en la política misma. Y esto no se arregla ni poco ni mucho pidiendo a los ciudadanos que salgan a la calle a aplaudir a Feijóo y a un montón de figurantes porque la mayoría de la gente sensata sabe que eso no sirve para nada.
Los más de dos millones de votantes que el PP tiene que conseguir, no los va a encontrar saliendo a la calle, sino explicándose. Los votos que el PP no tiene se dividen en dos grupos distintos y con cualidades que pueden llegar a ser incompatibles si no se acierta a formular el programa político adecuado. El primer grupo de votantes es el que ve cómo el PP no defiende posiciones que considera clave. El segundo grupo es más difícil de caracterizar y más diverso, pero su núcleo más numeroso lo componen lo que podríamos llamar electores liberales, tanto en el sentido norteamericano como en el europeo del término.
No será fácil alcanzar los 10 millones de votos sin recuperar parte sustancial de ambos electorados. Si no se acierta con la renovación que hay que conseguir puede suceder que sea más fácil ganar votos del segundo grupo, hartísimos de Sánchez, que recuperar los del primero, pero eso dejaría viva una amenaza existencial para el PP y no le abriría el camino a la investidura.
Para ganar dos millones de votos, el PP tendría que experimentar un giro radical y tiene que hacer que ese cambio se perciba con toda claridad. Lo esencial es que el PP deje de esperar que el Gobierno le caiga en las manos como fruta madura por los errores de Sánchez y empiece a proponer a los españoles un programa político nítido y atractivo. No se debería caer, sin embargo, en el error de hacer un planteamiento político meramente “constitucionalista”, para entendernos. La defensa de la libertad y el orden constitucional tiene que estar en el programa, pero no debe ser su único eje, porque los españoles no están preocupados sólo porque se lesionen el estado de derecho y las libertades, sino porque España necesita dar pasos adelante y está, desde hace veinte años, caminando hacia atrás. Somos más pobres y tenemos menos posibilidades de todo que hace dos décadas, además de tener un servicio público incapaz de evitar las riadas y que se nos apague la luz.
El PP tendría que volver a tener un programa que sea capaz de suscitar esperanzas de cambios reales y no de meras promesas o palabras. La síntesis de ambos ejes tendrá que residir en un énfasis en restablecer la igualdad entre todos (menos pobreza y menos privilegios) y en convencer a los españoles que nos irá mejor a todos con menos intervencionismo y tutelas y con mayores libertades, es decir con una administración simplificada y al servicio de los ciudadanos y no al servicio del partido en el gobierno.
La inteligencia política del PP debiera llevarle a iniciar una profunda reorganización interna que debería anunciarse y prepararse en el Congreso que haga del partido una institución más abierta, mucho más rigurosa y exigente en el estudio de las políticas públicas. Es escandaloso que el PP no sea capaz de decir nada distinto a lo que pregona la izquierda o el gobierno en multitud de asuntos en los que no basta con decir que las cosas se hacen mal sin decir cómo las haría el PP.
Los órganos del PP tendrían que hacer visible una reforma del partido que busca hacerlo más representativo (no sólo que tiene muchos votos, sino que los obtiene porque escucha, estudia y aprende), más abierto, políticamente muy plural y más nacional. Tienen trabajo por delante, un trabajo que se retrasará mientras preparan la manifa y se dedican a felicitarse por lo bien que les ha salido.
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