La discusión más llamativa que he visto en Chile durante la última elección presidencial, en la que venció el conservador Sebastián Piñera por el 54,5% de los votos, es la que ha girado en torno a los llamados “fachos pobres”. Este término pretende describir a gente con pocos recursos que vota por la centroderecha. La cuestión resulta llamativa, porque en este país sudamericano no era tan usual que un grupo amplio de dirigentes de izquierda estuviera dispuesto a insultar públicamente a los votantes del rival sin terminar retractándose.

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“Es vergonzoso que los pobres voten por la derecha facha”, declaró el diputado comunista Gutiérrez

El diputado comunista Hugo Gutiérrez fue uno de los que no se mordió la lengua: “Es vergonzoso que pobres voten por la derecha facha”, escribió en Twitter, donde además recogió un “pensamiento” de Facundo Cabral: “Mi abuelo era un hombre muy valiente, sólo les tenía miedo a los idiotas. Le pregunté por qué, y me respondió: porque son muchos y al ser mayoría, eligen hasta el presidente”.

La mirada de Gutiérrez fue secundada por otros políticos y representantes de la cultura. Incluso entre la izquierda renovada, la que se aglutina en el Frente Amplio (un fenómeno semejante al Podemos español), se sintieron atraídos por la idea de que un país de “idiotas” había elegido al derechista Piñera en desmedro de las promesas de una coalición que ofrecía un flamante Estado de gratuidad general.

El concepto de “facho pobre” lleva tiempo circulando y tomando forma en el debate chileno. Al principio era una manera de referirse a las capas populares que apoyaron al dictador Pinochet, que en octubre de 1988 perdió la posibilidad de seguir en el poder, pero recibió el apoyo del 44% de los votantes.

Pobres… pero con valores de clase media

Sin embargo, la prosperidad económica hizo que el concepto se reinstalara en el corazón de las emergentes clases medias chilenas. Chile es un país con una gran desigualdad de ingresos, pero la pobreza extrema ha caído del 50% en la década de 1970 al 7,8% en 2013. Esto ha permitido una ampliación notable de las clases medias. Una gran parte de ellas apenas califica para ser consideradas como tales -su calidad de vida no tiene nada que ver con la de la clase media europea-, pero adscriben muy rápidamente a los valores de ese segmento, es decir ‘se sienten’ parte de la clase media.

Estos grupos tienen en Chile un perfil singular: en términos generales, son defensores de la propiedad privada y de la iniciativa individual, están a favor del orden y la seguridad públicas, respetan a la autoridad y las leyes, y desconfían de la eficacia del Estado y de los políticos. Pero también sienten temor a perder lo conseguido con su esfuerzo.

El «facho pobre» desorienta a la izquierda

La imagen peyorativa del “facho pobre” no solo es la expresión de la frustrante búsqueda de consuelo de algunos perdedores de la elección presidencial, sino que ha funcionado como una niebla cognitiva que le ha impedido a la izquierda chilena calibrar exactamente qué quiere la sociedad. Para una parte de ellos, los “fachos pobres” son personas alienadas, aquejada de un arribismo que les impide identificarse con los intereses de su clase. Son personas manipuladas por un sistema neoliberal.

La elección presidencial ha puesto de manifiesto que más que un problema de arribismo de los chilenos hay un desajuste entre lo que las fuerzas de izquierda consideran que son los problemas del país y su oferta política a los ciudadanos. La crítica permanente a la economía de mercado y a sus fallos, ha sido contestada por una población que usa el mercado para materializar sus sueños y necesidades. De hecho, el gobierno de Michelle Bachelet lo que consiguió con sus reformas radicales, sus subidas de impuestos y su política de disuadir a los inversores fue extender el temor de que se perdiera el marco institucional con el que los chilenos saben que han prosperado.

En las elecciones chilenas chocaron dos maneras de concebir la clase media

Dos políticos del Frente Amplio, el diputado Gabriel Boric y el flamante alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, han sido los primeros en darse cuenta de esto. Sharp fue el que hiló más fino. Dijo que “el votante de Piñera no es un votante ideológicamente de derecha, sino que hoy se vio identificado, en la perspectiva de la solución de sus problemas y de los de la sociedad, con el proyecto que propone la derecha”. “Entonces -añadió- es una falta de respeto hablar de los ‘fachos pobres’, como si la gente, por una cuestión de arribismo, votó por un candidato”.

En esta elección no sólo se ha dirimido quién será el próximo presidente, sino que han chocado dos maneras de concebir la clase media en Chile. Una sólida mayoría ha decidido rechazar la visión del Estado asistencialista que planteó Bachelet y su Nueva Mayoría en 2013, quienes conciben a la clase media como la destinataria de un supuesto Estado de Bienestar que estaría por crear en Chile. Éste, controlado por los políticos, acaba convirtiéndose en el elemento central de un sistema clientelar que se dedica a gestionar subsidios cruzados entre distintos grupos sociales.

El futuro depende de la actitud de la clase media

Ahora existe la oportunidad de reinterpretar los deseos de la clase media chilena en una clave liberal, donde los costes de las decisiones estén claros y el riesgo moral esté correctamente asignado.

El desarrollo se logrará si la clase media cree en la propiedad privada; no si se convierte en una casta clientelar

Como en casi todos los países del mundo, el futuro en Chile depende de la fibra moral de su clase media. Si ésta sigue creyendo en la propiedad privada y en la iniciativa individual, alcanzará un desarrollo sostenible y justo para todos. Si la clase media se transforma en una casta extractiva y clientelar, el país caerá en una mediocridad que el hundimiento del crecimiento económico de los últimos cuatro años (con Bachelet el país pasó de crecer un 4,0% en 2013 al 1,7% estimado para 2017) ya viene señalando de forma alarmante.


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