Las elecciones rumanas de esta semana han concluido, pero no así el debate sobre su significado. George Simion, líder de la Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR), ha quedado en segundo lugar frente al actual alcalde de Bucarest, Nicușor Dan, presentado como candidato independiente aunque respaldado en la práctica por toda la coalición centrista, progresista y buena parte del establishment. El resultado es, en sí mismo, la consecuencia de una campaña política e ideológica de alta intensidad, marcada por una estrategia de demonización mediática sin precedentes.

Publicidad

La derrota de Simion —si se le puede llamar así— no fue ni contundente ni limpia. AUR, partido que apenas en 2020 entró por primera vez en el Parlamento con un 9%, ha llegado en apenas tres años a disputar la presidencia del país con una propuesta nacional-conservadora, soberanista y crítica con la burocracia bruselense, pero inequívocamente atlantista. Este ascenso vertiginoso ha activado todos los resortes del sistema político rumano y de su proyección internacional, incluidos los medios internacionales, que no han dudado en colgarle etiquetas como “ultraderechista”, “fascista” o incluso “pro-ruso”, en abierta contradicción con sus declaraciones y posicionamiento estratégico.

George Simion, líder del partido AUR, ha sido objeto de una campaña de estigmatización sin precedentes que ha condicionado el resultado electoral. Pese a su defensa explícita de la alianza atlántica y su respaldo a la presencia militar de EE. UU. en el país, ha sido retratado como prorruso y extremista por buena parte de los medios internacionales

Durante la campaña electoral, George Simion dejó clara su visión: “Necesitamos tropas estadounidenses y de la OTAN sobre el terreno, hoy, no mañana. Soy el único candidato que puede garantizar la permanencia de las tropas estadounidenses en Rumanía, donde no solo sirven como aliados, sino también como escudo para nuestra soberanía y la estabilidad en toda Europa del Este”. No solo no hubo señales de acercamiento a Moscú, sino una reafirmación expresa del compromiso con la alianza estratégica con Washington y Bruselas.

La sombra del veto a Georgescu

El clima electoral ha estado viciado desde su origen. Las elecciones presidenciales de finales del año pasado fueron anuladas tras alegaciones de “injerencia extranjera” y desinformación digital. Calin Georgescu, ganador de aquella primera cita, fue vetado por los tribunales de participar en la repetición, lo que desató fuertes críticas dentro y fuera del país por la aparente arbitrariedad del proceso. En este vacío, Simion se alzó como la voz del descontento, canalizando el hartazgo de buena parte de la ciudadanía rumana con un mensaje sencillo, directo, profundamente enraizado en la identidad cultural, religiosa y nacional del país.

Este perfil, más populista que ideológico, ha sido interpretado como una amenaza por una élite política que desde hace años sobrevive más por inercia institucional que por entusiasmo popular. El propio Nicușor Dan supo capitalizar el miedo: logró aglutinar a liberales, socialdemócratas e incluso a una franja de conservadores moderados que, aunque cercanos en valores a AUR, cayeron en el discurso del “mal menor” que se viralizó durante la campaña.

El voto exterior y el blindaje interior

AUR venció con claridad entre el millón y medio de rumanos en el extranjero, un dato que ha pasado desapercibido en muchos análisis. Aunque no fue suficiente para inclinar la balanza a nivel nacional, sí refuerza una percepción: hay una parte importante de la Rumanía global que se identifica con los valores defendidos por Simion. Muchos de ellos son profesionales emigrados que han visto en AUR una defensa de la dignidad nacional frente a la subordinación acrítica a Bruselas.

En el plano nacional, sin embargo, el blindaje institucional y mediático ha sido total. AUR se ha enfrentado a un auténtico “cordón sanitario” por parte de los partidos tradicionales. Pese a formar parte del grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), fundado por Giorgia Meloni y presidido por el polaco Morawiecki, y de contar con apoyos visibles en la derecha europea, el mensaje ha sido manipulado de forma sistemática. Simion ha sido sistemáticamente vetado de debates relevantes, caricaturizado como radical e ignorado incluso en su dimensión internacional.

La paradoja atlantista

El gran absurdo de esta campaña —y de la narrativa que la ha dominado— es la acusación de filorrusismo. En un contexto geopolítico donde el flanco oriental de la OTAN es esencial, y en un país como Rumanía que alberga la mayor base aérea aliada de Europa en Mihail Kogălniceanu, Simion ha sido uno de los pocos líderes en subrayar su valor estratégico y la necesidad de aumentar la presencia militar occidental.

¿Puede alguien que pide más tropas estadounidenses ser tildado de pro-Putin? La respuesta lógica sería no, pero los juicios políticos no siempre se rigen por la lógica. En tiempos de polarización, basta con que una voz disidente cuestione el orden tecnocrático europeo para que se le asocie con el Kremlin. La misma lógica ha operado en Hungría o Eslovaquia. En Rumanía, ha servido —al menos esta vez— para evitar el cambio.

Una fuerza en crecimiento

AUR es un partido joven. Su auge no se explica solo por el descontento, sino también por una sociedad que aún conserva una fuerte cohesión cultural, religiosa y nacional, algo que Simion ha sabido interpretar con habilidad. Su liderazgo es personalista, sí, pero también genuino. Ha sido capaz de conectar con amplias capas sociales sin necesidad de grandes aparatos ni financiación opaca. Su estilo es directo, incluso provocador, pero alejado del extremismo que le atribuyen sus detractores.

Anoche, en el búnker de AUR, muchos citaban a AC/DC: “It’s a long way to the top if you wanna rock’n’roll”. El camino no ha sido fácil y la cima aún queda lejos. Pero el mensaje es claro: el proyecto político de George Simion no ha terminado, apenas ha comenzado.

La verdadera pregunta que debería hacerse Europa no es por qué crece AUR, sino por qué tanto esfuerzo para frenarlo.

No tendrás nada y (no) serás feliz

No tendrás nada y (no) serás feliz: Claves del emponrecimiento promovido por las élites. Accede al nuevo libro de Javier Benegas haciendo clic en la imagen.

¿Por qué ser mecenas de Disidentia? 

En Disidentia, el mecenazgo tiene como finalidad hacer crecer este medio. El pequeño mecenas permite generar los contenidos en abierto de Disidentia.com (más de 3.000 hasta la fecha), que no encontrarás en ningún otro medio, y podcast exclusivos (más de 250) En Disidentia queremos recuperar esa sociedad civil que los grupos de interés y los partidos han silenciado.

Ahora el mecenazgo de Disidentia es un 10% más económico al hacerlo anual.

Forma parte de nuestra comunidad. Con muy poco hacemos mucho. Muchas gracias.

¡Hazte mecenas!