Carl von Clausewitz establece  que la sorpresa  y la contundencia de la acción bélica  son los mandamientos fundamentales de toda acción bélica. No hay peor enemigo en la guerra que la previsibilidad, esta diezma enormemente las posibilidades de victoria y acaba por instalar el derrotismo en las propias filas, una vez que la derrota se convierte en sistémica.

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Hace un par de meses VOX anunciaba la presentación, a bombo y platillo, de una moción de censura. Una moción ideada con el claro objetivo estratégico de presentar ante los españoles la nefasta gestión de la pandemia de la COVID-19 por parte del gobierno y denunciar la deriva autoritaria del mismo. Razones para la moción no parecen faltar. España lidera los rankings mundiales de contagios por Coronavirus. La sexta posición en número de decesos según las estadísticas oficiales, aunque con la sospecha de que al menos podría haber una cifra significativamente mayor; una caída prevista del PIB, según el Banco de España, que rondará cerca del 13 % para finales de año; y unos niveles de paro que se estiman podrían superar el 22 % en el año 2021.

El fantasma del franquismo vuelve a ser agitado por un partido socialista que se desenvuelve a la perfección en el manejo de un relato maniqueo acerca de la reciente historia de España

Toda la narrativa gubernamental que ha buscado exonerar al gobierno de cualquier tipo de responsabilidad ha girado primero en torno a la imprevisibilidad de la pandemia y luego ha buscado responsabilizar de la pandemia a colectivos (jóvenes, hosteleros…) o a determinadas comunidades autónomas, como Madrid. La degradación institucional ha llegado hasta el punto de que la propia legitimidad del sistema constitucional está en entredicho con medidas como la aprobación de un proyecto de ley de una mal llamada ley de memoria democrática o el hecho de permitir la injerencia jurisdiccional de un país extranjero, Argentina, en una especie de causa general contra la transición española.

La monarquía, pilar sobre el que se asentó la transición, se tambalea, no sólo por los propios errores de la institución, sino por la propia erosión a la que la somete el gobierno a través de sus terminales mediáticas, las cuales trasmiten una imagen sombría de la institución y que cuestionan su razón de ser a diario. La oposición tampoco existe prácticamente pues cualquier intento de articular cualquier mínima crítica a la acción del gobierno es o bien silenciada por unos medios comprados directamente por el poder o bien es catalogada de extremista ante una opinión pública anestesiada por unos medios entregados a la consigna redondiana de “pan y el circo”.

La moción que piensa presentar VOX era una de las pocas oportunidades que los ciudadanos podían tener de ver retratada en sede parlamentaria la nefasta gestión y la deriva autoritaria del Estado. Sin embargo el factor sorpresa de la iniciativa política se ha perdido completamente. El gobierno, conocedor de la maniobra desde hace ya varias semanas, ha decidido contraprogramar la medida estrella de la formación verde con una reactivación de su causa general al franquismo. Una medida que le permite acaparar titulares, generalmente laudatorios, e incluso le permite beneficiarse de las escasas referencias críticas en los medios sobre la oportunidad y la justicia de la ley de memoria democrática.

El fantasma del franquismo vuelve a ser agitado por un partido socialista que se desenvuelve a la perfección en el manejo de un relato maniqueo acerca de la reciente historia de España. Ahora se aprovechará la moción, caso de que al final se presente, para presentarla como una vuelta del franquismo, algo que se pretende evitar con la promulgación de dicha ley. De esta manera la moción dejará de ser un maniobra ofensiva contra el gobierno para pasar a convertirse en una maniobra defensiva de la oposición, en este caso de VOX, toda vez que Ciudadanos y PP ya han anunciado su oposición a la misma. Con toda la artillería mediática a su favor, Redondo aprovechará las intervenciones en la tribuna de Abascal para presentarlo como un epígono de Franco y logrará distraer el foco sobre el verdadero objetivo de la moción: hacer patente la necesidad de cambiar el gobierno para salvar al país.

VOX, una vez más, ha pecado de ingenuidad al anunciar la moción con demasiada antelación y sin tener perfectamente medidos los tiempos, el argumentario adecuado y sobre todo sin tener designado ya un candidato con un perfil técnico e independiente  al que resultara especialmente complicado asignarle el sambenito de franquista por parte de la propaganda gubernamental.

VOX todavía sigue teniendo otro as en la manga, precisamente el que más está enfureciendo a los liberales de pro españoles: el manejo de la conflictividad social y laboral en España. Para los liberales pata negra VOX es un partido reaccionario que con sus guiños hacia la clase trabajadora se encamina claramente hacia el territorio del socio-fascismo de ascendencia falangista o al más abyecto populismo. Los liberales pata negra sostienen que VOX debe abandonar su discurso identitario, que es especular del identitarismo de la nueva izquierda, para centrarse en el dogma liberal de la defensa a ultranza del individuo y sus derechos en abstracto al margen de cualquier consideración comunitaria. Los liberales pata negra también critican a VOX por su deriva conservadora que reniega de los órdenes sociales evolutivos y que pretende con sus políticas tradicionales fosilizar la sociedad y preservar sus esencias identitarias en una especie de formol axiológico de carácter eterno.

Hayek, uno de los pensadores liberales más brillantes y que más interesantes reflexiones ha realizado acerca del fenómeno del cambio social distinguía entre los órdenes sociales evolutivos sometidos a un cambio dirigido desde el exterior (taxis) y el puro orden espontáneo inmanente a la propia organización social no sometido a ningún finalismo externo (cosmos). Deleuze y Guattari en Mil Mesetas intentan construir una ontología materialista de carácter inmanente que se compatibilice con las modernas teorías matemáticas y físicas del caos y de la complejidad. Su ontología se basa en la identificación del devenir como el sustrato último de la realidad y en destacar como la realidad es un cosmos que se auto organiza desafiando la segunda ley de la termodinámica, al considerar al universo como un sistema indefinidamente abierto sometido a infinitas posibilidades (virtualidad) que se actualiza constantemente en infinitud de formas cambiantes que no obedecen a ningún designio trascendente. Así el cosmos, como el lenguaje, es un sistema abierto y no lineal en el que nunca hay una sola solución posible a un problema dado. El campo de las soluciones virtuales siempre será mucho más rico en soluciones posibles que en soluciones actualizadas. Este campo virtual es infinito pero no indeterminado pues puede ser parametrizado según unas circunstancias inmanentes al propio universo y que nosotros llamamos leyes científicas.

El conservador defiende una evolución cultural de carácter inmanente no impuesta según los intereses de un lobby o una agenda ideológica. El conservador por lo tanto no se opone al cambio, ni busca fosilizar la sociedad, lo que busca es garantizar el libre desenvolvimiento de la propia sociedad al margen de unos condicionamientos impuestos por una determinada agenda ideológica como ocurre con el llamado progresismo. El evolucionismo del conservador es un evolucionismo no teleológico, a diferencia del evolucionismo de Spencer o Bergson

La acusación de populismo presupone la consideración de este como una forma de patología política. Derrida analizando la visión de Platón sobre la escritura en el diálogo Fedro plantea la tesis de que la escritura es un pharmakón, término griego que puede designar tanto al veneno como al medicamento según el uso que se haga de este. La escritura es un “veneno” porque no está viva, no contesta cuando se la pregunta, pero al mismo tiempo es un gran remedio frente a las insuficiencias de la memoria. Lo mismo cabría decir del populismo que funciona a la manera de una especie de quimio-terapia política. Puede combatir los excesos de un sistema político partidocrático que se desenvuelve al margen de los intereses del pueblo pero también puede deslizar la política por la senda de la demagogia.

Que Vox dispute la hegemonía del voto obrero a la izquierda, que últimamente reniega de su condición obrera, lejos de ser una medida perniciosa es una excelente noticia. Una mejora de las condiciones de vida de la llamada clase trabajadora contribuirá a una mayor estabilidad política del sistema y lo alejará de uno de los grandes nichos de mercado del pensamiento marxista: la guerra de clases. Por otro lado supone un movimiento estratégico sorpresivo, que como muy bien apuntara Clausewitz está en la base de toda operación bélica exitosa.

Foto: Vox España


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