Nos encontramos en una situación parecida a la de Winston Smith en 1984. Nos preguntan cuántos dedos extendidos tiene nuestro captor, vemos tres, pero nos dice que son cuatro. Si decimos que son cuatro, es en contra de lo que nos dicen los sentidos. Tenemos que decir que son cuatro, pensando que efectivamente son dos más dos. Y sabemos que, en ocasiones, veremos tres dedos extendidos y podremos decir, y pensar, que son tres. O que pensaremos que son cuatro incluso cuando lo que vemos se corresponde con ello. Esta desesperanza epistemológica es lo que busca el poder. En definitiva, si lo que vemos no vale, acabaremos haciendo buena la expresión confianza ciega en el poder.
¿A qué me refiero? A la censura en las plataformas. Nuestros ojos veían que Twitter, Facebook, YouTube, censuraban consistentemente unos contenidos, y no otros. Y veíamos, sin temor a que nuestra inteligencia nos engañara, que esa censura se correspondía con el discurso oficial del gobierno de los Estados Unidos. Y el poder quiere que se sepa que se censura; es mejor que la autocensura haga parte del trabajo. Y había, incluso, una justificación pública por la censura: es por nuestra salud. Hay discursos que son peligrosos para la salud, porque favorecen comportamientos que afectan a las personas que los mantienen, o por la vía del contagio a todos los demás.
Resistirán las plataformas nuevas presiones de futuros presidentes de los Estados Unidos, republicanos o (más probablemente) demócratas? No está claro. La reconciliación de estas empresas con la libertad de expresión coincide con un cambio de signo en la Casa Blanca. Veremos qué ocurre con un nuevo presidente en Washington
Y, sin embargo, se negaba que hubiera censura. “Sí, que hay una cierta limpieza de negacionistas no la vamos a negar nosotros, pero ahí queda la cosa”. Y lo cierto es que una vez creada la industria de la censura, se utilizaba contra todo lo que resultase incómodo. Y, en términos generales, contra los medios y los mensajes “conservadores”, como se llama allí a lo que no es de izquierdas. Esa censura es la que se negaba. Contra toda evidencia.
Toda la industria de la censura ha ido desmoronándose. Las pruebas, unas ante nuestros ojos, otras escondidas en emails, conversaciones, partidas presupuestarias y sociedades interpuestas, están ahí. Y van desvelándose, a medida que nos alejamos en el tiempo de la Administración Biden. Lo nuevo, lo reciente, es que las propias plataformas que han hecho de correa de transmisión de la política de censura de la Administración Biden lo están reconociendo abiertamente.
La noticia de esta semana la ha dado Alphabet; es decir, Google, y en particular YouTube. La empresa ha respondido a un requerimiento por parte del representante republicano Jim Jordan, reconociendo las presiones por parte de la Administración Biden. Merece la pena citar la respuesta in extenso:
Altos funcionarios de la Administración Biden, incluidos funcionarios de la Casa Blanca, llevaron a cabo un contacto repetido y sostenido con Alphabet y presionaron a la Compañía con respecto a cierto contenido generado por los usuarios relacionado con la pandemia de COVID-19 que no violaba sus políticas. Si bien la Compañía continuó desarrollando y aplicando sus políticas de forma independiente, los funcionarios de la Administración Biden siguieron presionando a la Compañía para que eliminara contenido generado por los usuarios que no infringía las normas.
Mientras las plataformas en línea, incluida Alphabet, lidiaban con estas decisiones, los funcionarios de la Administración, incluido el Presidente Biden, crearon una atmósfera política que buscaba influir en las acciones de las plataformas basándose en sus preocupaciones con respecto a la desinformación. Es inaceptable e incorrecto que cualquier gobierno, incluida la Administración Biden, intente dictar cómo modera la Compañía el contenido, y la Compañía ha luchado consistentemente contra esos esfuerzos amparándose en la Primera Enmienda.
La compañía no hace mucha mención a otras formas de censura. Y es lógico. Tiene que limitar su respuesta a las acusaciones que se le formularon. Pero es un paso muy importante en la reconstrucción de la maquinaria que ha servido para cercenar el discurso conservador, o liberal, en las redes.
Sí reconoce que retiró las cuentas de YouTube que señalaron las dudas sobre la limpieza de las elecciones de 2020. Y restituye aquéllas cuentas, así como las que fueron críticas con el gobierno en el asunto de la pandemia.
Pero la respuesta tiene más miga. Alphabet advierte de que “los gobiernos y las entidades de aplicación de la ley hacen solicitudes legales en un esfuerzo por moderar el contenido de acuerdo con sus puntos de vista, y sus demandas conllevan importantes sanciones por incumplimiento”. Y de forma poco velada le pide al Comité Judicial de la Cámara de Representantes que le eche un vistazo a las regulaciones que recaen sobre la compañía desde la Unión Europea:
El Comité ha tomado importantes medidas de investigación para destacar que las obligaciones onerosas bajo leyes como la Ley de Servicios Digitales (DSA) y la Ley de Mercados Digitales (DMA) pueden sofocar la innovación y restringir el acceso a la información. Estas leyes imponen una carga regulatoria desproporcionada a las empresas estadounidenses, y la Compañía ha expresado durante mucho tiempo su preocupación por el riesgo que la DSA puede suponer para la libertad de expresión dentro y fuera de la Unión Europea, dependiendo de cómo se puedan aplicar ciertas disposiciones.
En agosto del pasado año, fue el CEO de Meta, el paraguas de Facebook, quien reconoció esa censura ante el mismo comité. En una carta enviada al mismo, Mark Zuckerberg dijo que la Casa Blanca “presionó repetidamente” a Facebook en el contexto del Covid-19.
Por otro lado, Zuckerberg señaló que su empresa recibió presiones durante las elecciones de 2020, y antes. No sin toneladas de cara dura, Zuckerberg dijo entonces que “adoptamos decisiones que, con el beneficio del paso del tiempo, hoy no adoptaríamos”. Y añade: “Estamos dispuestos a enfrentarnos (al gobierno) si vuelve a pasar algo como eso”. Alphabet asume el mismo discurso.
¿Quiere decir ello que algo ha cambiado? ¿Resistirán las plataformas nuevas presiones de futuros presidentes de los Estados Unidos, republicanos o (más probablemente) demócratas? No está claro. La reconciliación de estas empresas con la libertad de expresión coincide con un cambio de signo en la Casa Blanca. Veremos qué ocurre con un nuevo presidente en Washington.
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Serie «Cercando la industria de la censura»
(V) El Gobierno Federal y el ‘deep state’
(III) El dinero de los verificadores
(II) El sesgo de los verificadores
Foto: Gage Skidmore.
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