No hace falta ser demasiado aficionado al deporte-rey para estar al tanto de los dos grandes sustos que han sufrido recientemente el Barça y el Real Madrid. El fútbol es como la vida misma, y en eso se cifra su gran atractivo, suele ganar el que se supone, pero a veces no. El Barça ha salido de lo Champions con las orejas gachas y el Real Madrid ha estado a punto de hacerlo, lo ha acabado evitando por algo muy parecido al dicho del forofo: “lo mejor es ganar en el último minuto y por penalti injusto”, lo que certifica que en el fútbol, como en la política, no valen de mucho las florituras si no van acompañadas de la cesta de votos, de marcar más goles que el contrario.

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Mi doble vicio, el fútbol y la política, me lleva a comparar la situación vivida en la Champions con la larga crisis reciente de nuestro sistema parlamentario, con las dificultades que tiene para lograr un resultado que, sin gustar a todos, lo que es imposible, sirva para algo más que para decir que lo tenemos. En la Liga parlamentaria española venían mandando, como el Barça y el Real Madrid, el PP y el PSOE, pero ambos se ven amenazados al tiempo por la emergencia de quienes encarnan la “nueva” política, un eslogan, por cierto, más viejo que la humedad.

Rajoy está a punto de sostener a la defensa Cifuentes pensando que cambiándola le puede ir peor, pero el agujero en la zona no deja de crecer

El PP y el PSOE han venido confiando en su historia, en la fortaleza del pasado, para asumir que los novatos no pasarían de ser flor de un día, tan seguros están de lo que les garantiza el reglamento, en forma de ley electoral, y su sólida posición de partida. Ambos se creen, o se creían, con ventaja suficiente para afrontar el partido de vuelta, unas nuevas elecciones, pero el tiempo avanza y la supuesta solidez inicial se ve seriamente amenazada. Es lo que pasa con los entrenadores (con los líderes) que no saben sacar los recursos adecuados de la plantilla (cuando se tienen, que esa es otra) y el rival puede acabar derribando la fortaleza tan mal defendida. Fíjense en Rajoy, que no es mal ejemplo para casi nada, en especial cuando se habla de lentitud de reacciones y de resistencia a los cambios: está a punto de sostener a la defensa Cifuentes pensando que cambiándola le puede ir peor, pero el agujero en la zona no deja de crecer.

El fútbol y la “nueva” política

La metáfora con la política falla, sin embargo, en un punto crucial. En el fútbol siempre hay ganadores y perdedores, en la política, no exactamente. No está claro que la derrota del PP, o del PSOE, o de ambos, suponga un beneficio nítido, falta por ver si los supuestos ganadores están en condiciones de hacer algo que merezca la pena. No cabe duda de que, en cualquier caso, puede ser aleccionador un cambio de protagonistas, pero reconocerán que ganaríamos poco si los que llegan a sustituirles traen consigo lo peor de los desahuciados, ese demencial patriotismo de partido, o la moral mafiosa, o el estatismo a chorros que algunos pretenden vender como el bálsamo de Fierabrás, o esa promesa de “regeneración” (otra idea boba, más que centenaria) basada en rejuvenecer el paisaje, pero sin hacer nada, como si la mera juventud fuese garantía suficiente.

La analogía falla todavía más, porque en la política, a diferencia del fútbol, el resultado lo deciden los espectadores, no los equipos que, aparentemente, se la juegan. Y aquí sí que tenemos un problema, porque los dueños de la liga política tienen casi convencido al respetable de que no hay nada que hacer, de que ganarán los de siempre. Es un error muy de fondo, pero persistirá mientras los ciudadanos no se decidan a intervenir más, a participar, a ocuparse de pensar por su cuenta sin hacer el menor caso a las leyendas que les atemorizan o sirven para sujetarles, para convertir su voto en un vasallaje. Hasta que no seamos capaces de cambiar el voto las veces que haga falta para que pueda suceder lo mejor, y no lo que acostumbra, pero, sobre todo, hasta que la sociedad española no acierte a desperezarse y a poner en juego nuevas energías intelectuales y morales que le permitan zafarse de las eficaces trampas que una partidocracia muy vacua ha sabido tejer.

Puede que sea un sueño, pero la escena que dibuja es estimulante, porque, además, todo indica que la mayoría de los españoles apoyarían a fuerzas que les hablasen de libertad, de iniciativa, de responsabilidad, de una función pública que fuera realmente un servicio civil y no un poder enquistado y sin control, de universidades que no comercien con sus títulos sino capaces de investigar y hacer que el conocimiento avance, de compañías que no se confunda con el poder para cobrar tarifas cada vez más altas por servicios ineficientes, de una prensa crítica y abierta que no se preste a maquillar la fea cara de los que mandan, y de instituciones representativas que se ocupen más de los intereses ciudadanos que de las consignas egoístas y sin escrúpulos de sus cúpulas. Es un sueño, pero se llama democracia y libertad, y es posible, tanto casi como que en el fútbol no siempre ganen los mismos.


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J.L. González Quirós
A lo largo de mi vida he hecho cosas bastante distintas, pero nunca he dejado de sentirme, con toda la modestia de que he sido capaz, un filósofo, un actividad que no ha dejado de asombrarme y un oficio que siempre me ha parecido inverosímil. Para darle un aire de normalidad, he sido profesor de la UCM, catedrático de Instituto, investigador del Instituto de Filosofía del CSIC, y acabo de jubilarme en la URJC. He publicado unos cuantos libros y centenares de artículos sobre cuestiones que me resultaban intrigantes y en las que pensaba que podría aportar algo a mis selectos lectores, es decir que siempre he sido una especie de híbrido entre optimista e iluso. Creo que he emborronado más páginas de lo debido, entre otras cosas porque jamás me he negado a escribir un texto que se me solicitase. Fui finalista del Premio Nacional de ensayo en 2003, y obtuve en 2007 el Premio de ensayo de la Fundación Everis junto con mi discípulo Karim Gherab Martín por nuestro libro sobre el porvenir y la organización de la ciencia en el mundo digital, que fue traducido al inglés. He sido el primer director de la revista Cuadernos de pensamiento político, y he mantenido una presencia habitual en algunos medios de comunicación y en el entorno digital sobre cuestiones de actualidad en el ámbito de la cultura, la tecnología y la política. Esta es mi página web