Marx escribió dos teorías para explicar la manera en que los capitalistas obtienen beneficios. La principal teoría es la explotación del trabajador según la cual, el trabajador gana en media jornada laboral el salario que asegura su supervivencia dedicando la otra mitad del tiempo de trabajo a producir los beneficios para el capitalista. Es una explotación invisible, tan invisible que ni siquiera los propios capitalistas saben lo que produce sus riquezas. Aunque esta teoría sólo funcione en condiciones irreales basadas en las suposiciones de Marx, ha llegado a ser el lema de los movimientos socialistas y la causa de la lucha de clases.

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Marx ya había insinuado en El Capital que su teoría no era aplicable a las condiciones del capitalismo industrial, algo que más tarde fue abiertamente reconocido por Engels. Por eso, como hemos analizado en el segundo artículo, Marx desarrolló una segunda teoría que explica cómo los capitalistas obtienen beneficios al intensificar la producción y al invertir en maquinaria para las fábricas. Aunque las dos teorías se contradicen entre sí, Marx encubrió su contradicción con una hábil tapadera.

Para nosotros, con la experiencia del fracaso del socialismo, es vital ver el lado positivo del funcionamiento de los mercados y apreciar el poder innovador de los empresarios y capitalistas

Marx escribió El Capital con la intención de construir «del más terrible misil que se ha disparado jamás contra las cabezas de la burguesía (terratenientes incluidos).”[1] La carga emocional de El Capital es unos de más importantes mensajes de metacomunicación del libro, lo que ayuda a los lectores simpatizantes a identificarse con el texto evitando así que encontraran las posibles contradicciones. Por eso, El Capital llegó a ser una fuente de ideas para la interpretación del mundo capitalista y la construcción del posterior socialismo.

La primera teoría: revolución

Para los seguidores de Marx que creen en su primera teoría sobre la explotación, la única vía de escape del capitalismo es la revolución socialista llevada a cabo por los obreros y la creación del estado socialista. El mercado sólo produce miseria. La eliminación del mercado y los capitalistas solucionaría todos los problemas del mundo porque no tienen ninguna función útil. Así, tal y como imaginó Lenin en El Estado y Revolución[2], la economía funcionaría como un reloj o como una oficina de correos.

Así, no sorprende que todos los intentos por establecer el socialismo hayan resultado un fracaso. Como sabemos, la economía no funciona como un reloj ni como una oficina de correos: el sistema económico planificado por los estados socialistas no ha podido cumplir los sueños de Marx, crear más abundancia para los obreros que en los países capitalistas. La comparación de la Alemania socialista con Alemania occidental, Corea Norte con Corea Sur, Austria con Chequia (que antes de 1918 era la parte más desarrollada de imperio austriaco) muestra muy claramente que el socialismo no ha conseguido crear ningún paraíso terrestre porque se ha levantado sobre una tesis científica mal construida.

Incluso es muy claro que entre las economías socialistas los países que tuvieron más éxito relativo fueron los que abandonaron el plan original marxista y dejaron, por lo menos, algún espacio al mercado. El «socialismo goulash» de János Kádár en Hungría y las reformas de Deng Xiaoping en China fueron los programas más exitosos dentro del marco socialista porque estas reformas pro-mercados hicieron crecer el nivel de vida del trabajador. La transición hacia las reformas pro-mercados tuvo consecuencias incluso más importantes, como la disminución de la política del terror de Estado provocada por la necesidad de alcanzar determinadas metas económicas.

La segunda teoría: socialdemocracia

La segunda teoría del Marx habla de la explotación a través de la intensificación de la producción. Esta teoría acepta, entre líneas y de mala gana, la importancia de los capitalistas para hacer una producción más eficiente y los efectos positivos que el aumento de la productividad tiene en el trabajador. [3]

Es esta segunda teoría la que anima a los partidos socialdemócratas de la actualidad. El giro copernicano de la socialdemocracia moderna, que renuncia al programa revolucionario marxista (comunista), tiene su origen en la obra de Eduard Bernstein, un socialdemócrata alemán moderado que formuló su programa político reformista para la socialdemocracia a finales del siglo XIX.

Eduard Bernstein argumentaba en 1893[4] que la profecía de Marx no se había cumplido: no sólo había aumentado el peso de la clase media, sino que una parte de los obreros había podido incorporarse a la clase media. La democracia permitía hacer políticas que favorecen a los obreros. El programa revolucionario de Marx no había resultado apto en los tiempos de creciente abundancia del capitalismo del siglo XIX. Bernstein predijo que el llamamiento de Marx a la dictatura del proletariado sería un fracaso.

La socialdemocracia que sigue las pautas de Bernstein ha abogado por una economía mixta dentro del marco democrático; acepta la necesidad de la economía del mercado y acepta el papel de los capitalistas, pero aboga por dar un papel importante al Estado para balancear el poder de los capitalistas y crear más igualdad. El arte de gobernar es encontrar el difícil camino entre competitividad e intervención estatal.

Para nosotros, con la experiencia del fracaso del socialismo, es vital ver el lado positivo del funcionamiento de los mercados y apreciar el poder innovador de los empresarios y capitalistas. Tenemos que apreciar el poder de la innovación incluso más de lo que la segunda teoría de Marx nos permite apreciar.

El Capital de Marx se publicó casi simultáneamente con Los Principios de la Economía de Menger (1871).[5] Marx y Menger leyeron a los mismos autores, pero Menger, a diferencia de Marx, reconoció las deficiencias del pensamiento de Smith y fue capaz de situar el pensamiento económico sobre una nueva base con la ayuda de las ideas de Condillac, que había sido rechazado por Marx. De esta manera, evitó la laboriosa tarea del engaño y subterfugio que encubría las contradicciones de una teoría mal fundamentada. A cambio, podría dedicar todas sus energías a construir una teoría que funcionara realmente bien, libre de contradicciones.

La teoría de Menger puso de relieve la característica más importante del capitalismo o del libre mercado que Marx se había negado a ver[6]: la posibilidad de innovación, de que personas con ideas y tendencias emprendedoras descubran y pongan en práctica sus ideas para mejorar sus vidas y, por ende, el mundo. Como resultado, los países que han aplicado las ideas de Adam Smith sobre el libre comercio y la libertad personal han alcanzado niveles de vida antes inimaginables.

Así, la lectura más importante no es Marx ni El Capital. Las obras imprescindibles son las de Menger y sus discípulos, Mises, Hayek y Schumpeter, que proporcionan el verdadero apoyo para que la humanidad alcance el resultado que Marx imaginó: el mejor nivel de vida posible y la libertad personal para todos, también para los trabajadores y no sólo para la élite, ya sea económica o política.


[1] Marx, K. (1867) ‘Letter to Johann Philip Becker, 1867. 04. 17.’, in MECW vol. 42. 2010th edn. Electric Book: Lawrence & Wishart, p. 358.

[2] V.I. Lenin: El Estado y el revolución. Fundacion Federico Engels, 1997. pag. 72-3.

[3] “Del propio plusproducto creciente de éstos (los capitalistas – TA), crecientemente transformado a pluscapital, fluye hacia ellos (a los trabajadores – TA) una parte mayor bajo la forma de medios de pago, de manera que pueden ampliar el circulo de sus disfrutes, dotar mejor su fondo de consumo de vestimenta, mobiliario, etc, y formar una pequena fondo de reserva en dinero” (Marx, K. (1867) El Capital. Libro I. 2009 ed. Madrid: Siglo XXI., p. 766-7).

[4] Bernstein, E. (1899) Preconditions of Socialism. Cambridge: Cambridge University Press.

[5] Menger, C. (1871) Principles of economics. 2007th edn. Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute.

[6] „La lucha de la competencia se libra mediante el abaratamiento de las mercancías” (Marx, K. (1867) El Capital. Libro I. 2009 ed. Madrid: Siglo XXI., p. 778).

***Andras Toth, Doctor en Sociología y BA de Administración del Estado.

Foto: Hennie Stander.

Originalmente publicado en la web del Instituto Juan de Mariana.

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