El 22 de diciembre es el día de la salud, dice el maldito tópico. Bien, ese tópico se ha cumplido para una persona que conozco, y que hoy ha sabido que se ha librado del amenazante mal que crecía en su cuerpo. Para él, y para quienes le conocen, le ha tocado el gordo.

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Pero para unos cuantos españoles, lo que les ha tocado son 328.000 euros por décimo. Es esa cantidad de dinero que no te quita de trabajar. Para desembarazarte de la maldición bíblica de ganarse el pan con el sudor de la frente es necesario un súbito aumento del patrimonio de dos, tres, cuatro veces esa cantidad, en función de las necesidades que tengas, la edad y demás.

Ganar la lotería les saca a muchos de la vida que llevan, les conduce al pavoroso terreno de los sueños, pero también de las frustraciones y las envidias

Eso sí, una cantidad como esa te permite quitarte una hipoteca (no muy recomendable si ahora la tienes a plazo fijo), comprar una vivienda (fuera de Madrid o de Barcelona si va a ser sin financiación añadida), mandar a los hijos a estudiar fuera, etc. Lo cierto es que ese no parece ser el comportamiento habitual de un ganador de lotería.

Se dice que un estudio respaldado por la Universitar Oberta de Catalunya, o alternativamente por el National Endowment for Financial Education, concluye que el 70% de los ganadores de lotería se arruinan pasados los 5 años. Ese informe no existe, y no está claro de dónde salió esa “información”. Pero otro estudio llega a conclusiones parecidas y, si cabe, más sorprendentes.

  • El 85% de los beneficios obtenidos en la lotería de Navidad y de El Niño se pierden en el mes de enero. Esto tiene cierta lógica, porque la inmensa mayoría de los premios, y una proporción muy alta de la cantidad repartida, es en cantidades pequeñas o no muy altas. Aún así, un mes parece poca esperanza de vida para un premio obtenido en la lotería.
  • El 82% de los ganadores utilizan los premios, o una parte de ellos, para comprar nuevos boletos. Como si hubiesen ganado la lotería por algún motivo distinto de la exigua probabilidad de obtener un premio, y como si esa probabilidad fuera a ser distinta en una nueva ocasión.
  • Parece complicado “fundirse” un millón de euros o más, pero en el plazo de unos tres años ya se ha podido perder todo.

Además, hay mucha información anecdótica sobre multitud de casos en los que eso ha ocurrido. El infortunio de la buena suerte ha llegado a arruinar a personas o familias cuyo patrimonio ha dado un salto más que millonario.

Somos un animal de costumbres. Ganar la lotería les saca a muchos de la vida que llevan, les conduce al pavoroso terreno de los sueños, pero también de las frustraciones y las envidias. Una vez se pisa ese terreno, con unos cuartos en el banco, lo más probable es que se pierdan en sus engañosos encantos.

No hay más que acercarse por la información indexada por los buscadores para encontrar casos reales en los que se ve cómo el desenfreno por el consumo desordenó numerosas vidas. Se ve que muchos no estallan porque no hay una chispa que les encienda la mecha. En cuanto se prende, se acerca el momento en que estallará la bomba financiera, mientras la mecha recorre coches y mansiones, servicios demasiado personales y consumos maníacos, viajes a ninguna parte y deudas infinitas con uno mismo. A ellos se le suman quienes, simplemente, quieren que les quieran y encuentran más amigos que nunca. Muchos otros no aguantan la presión de los pedigüeños, y se reclutan en una soledad que tampoco es buena.

A algunos la palabra “casa” se les queda pequeña, y adquieren verdaderas mansiones; a veces en plural. O se desplazan a ellas en vehículos que cuestan varias veces su sueldo. No tienen en cuenta que cualquier bien duradero, como los bienes de capital, exige un mantenimiento. Y que ese mantenimiento es costoso. Esos costes, que se acumulan a una gran velocidad, devoran el trémulo capital obtenido por un golpe de suerte.

Según Alfio Bardolla, fundador de la empresa que realizó el estudio, “estos afortunados en cuestión no estarían lo suficientemente preparados para enfrentarse a la ‘vida real’ cuando acaba su circunstancia particular que les hace ganar más dinero de lo normal. A menudo vienen de clases sociales con menos ingresos, menos acomodadas y mal formadas, sin el suficiente conocimiento financiero para manejar grandes sumas de dinero, por lo que años después más del 15% de ellos se declaran en bancarrota. Es muy común escuchar casos de ganadores de loterías que han recibido varios millones de euros y al cabo de 3-5 años cuentan su dramática historia de cómo lo han perdido todo y han acabado arruinados. Lo mismo ocurre con jóvenes talentos deportistas como los futbolistas o influencers”.

Hay un motivo claro para todo esto. La gran mayoría de la gente identifica la generación de ingresos con el trabajo, y su tenencia con el consumo. En cuanto aparece en su cuenta una cantidad grande, completamente desvinculada de lo que había sido su comportamiento económico, se manifiestan todos esos comportamientos.

Según el estudio, y este es el dato más chocante de todos, sólo un 9% de quienes han ganado la lotería dedican las cantidades obtenidas en inversiones inmobiliarias o en la bolsa. Eso quiere decir que la proporción de ciudadanos con una capa de cultura financiera es muy baja.

El ciclo de la vida económica debería ser, para el común y más allá de las circunstancias excepcionales, la siguiente: una primera parte en la que se convierte la renta en patrimonio, para que a partir de cierto punto ese patrimonio se genere en renta más allá del trabajo. Es una carrera larga, ¡tanto como al menos media vida!, pero que nos puede otorgar una seguridad y una independencia muy valiosas. Una vez más, lo importante es el comportamiento, y la cultura.

Foto: Barcex.


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