Miguel Ángel Gutiérrez es ingeniero por la Universidad Politécnica de Madrid y ha sido directivo de empresas nacionales y multinacionales en sectores asociados a seguridad y tecnologías de la información. Fue diputado en cuatro legislaturas y portavoz del grupo de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados, portavoz de la Comisión de Defensa y miembro de la delegación española en la Asamblea de la OTAN. Tras abandonar la política, se convirtió en presidente de la ONG “Help to Ukraine” que presta ayuda humanitaria en Ucrania.
Normalmente, cuando un político deja la vida pública vuelve a su trabajo anterior o se coloca como un alto cargo en una gran empresa gracias a una “puerta giratoria”. Usted ha decidido volcarse en la ayuda humanitaria a Ucrania.
Cuando me dedicaba a la política me encargaba de asuntos de defensa, interior, seguridad nacional, etc. Al iniciarse la agresión rusa a Ucrania aún estaba en política, por lo que seguía este asunto tanto en el aspecto político como en el personal. Para mí, siempre ha estado claro donde teníamos que estar las democracias occidentales y a quién había que apoyar. Estuve haciendo esa labor desde la política, con iniciativas de apoyo a Ucrania en la comisión de defensa y también desde mi trabajo en la OTAN, pero fue entonces cuando empecé a colaborar con la ONG.
Hay que seguir insistiendo en que esta guerra es también nuestra, que Ucrania es Europa, que defienden nuestra democracia y libertad, no sólo la suya, y que si Ucrania colapsa el conflicto se extenderá
¿Cómo empezó a colaborar con “Help to Ukraine”?
Cuando comienza la invasión, muchos españoles se vieron atrapados en las zonas ocupadas por los rusos, y esos españoles pidieron salir de allí. Pero como la embajada española no tenía medios, no tenía a nadie sobre el terreno, pidió ayuda a otras personas que se encontraban en Ucrania. Entre ellas había un empresario español, un pequeño empresario, que empezó a mover este asunto y se puso en contacto conmigo y con otras personas. Me llamó en marzo y me pidió ayuda porque sabía que yo había colaborado con el Ministerio de Defensa y nuestras fuerzas armadas en la evacuación de Kabul, donde conseguí sacar de Afganistán a 120 personas. Al final, con el trabajo de varias personas conseguimos sacar a 60 españoles de las zonas ocupadas, y luego a 700 ucranianos, en su mayoría mujeres y niños, que en muchos casos trajimos a distintos países occidentales. Es en ese momento cuando se crea la ONG “Help to Ukraine”. A partir de ahí, seguí colaborando en todo lo que podía y, siendo diputado, hice mi primera visita a Ucrania para llevar ayuda humanitaria a civiles muy cerca del frente de guerra, que es donde trabaja nuestra ONG. Al abandonar la política en junio de 2022, me ofrecieron ser presidente de “Help to Ukraine” y acepté. Es un trabajo absolutamente voluntario y ni yo ni nadie de la junta directiva recibe ningún salario de la ONG.
Desde entonces he estado doce veces más en Ucrania para llevar ayuda humanitaria. Ahora es más difícil conseguir el apoyo de la sociedad española porque hay otros conflictos y porque la guerra de Ucrania va cayendo en el olvido, pero nos hemos enfocado en la cooperación internacional a través de organismos públicos o ayuntamientos, y también hacemos patronatos con ayuntamientos y hermanamientos entre ciudades españolas y ucranianas. También nos hemos especializado en el desminado humanitario y vamos a empezar a dar formación a las unidades de emergencia en Ucrania. Somos el socio español de United 24, una organización fundada por Zelensky para coordinar todos los esfuerzos de ayuda a Ucrania, que abarcan la ayuda humanitaria y también bélica.
¿Reciben subvenciones del Estado?
No, no hay ayudas oficiales ni estatales. Es sorprendente ver donde van las subvenciones a los proyectos de cooperación internacional española y ver que no se destina nada a Ucrania. Para la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo), Ucrania no es un país objetivo.
Trabajan muy cerca del frente de guerra, ¿por qué?
Sí, porque nuestro objetivo es que el 100% de la ayuda donada por la sociedad española llegue a su destino, a los civiles ucranianos. Y también para prestar asistencia médica a los civiles que se encuentran en esas zonas, algo que es muy peligroso y por lo que estamos trabajando en un proyecto de digitalización de los sistemas sanitarios, es decir, el uso de robots médicos y la telemedicina para que los médicos en la retaguardia puedan atender a la gente que está en el frente. Los civiles que se encuentran en las zonas del frente suelen ser gente mayor con problemas de movilidad y que no quieren abandonar sus casas. El problema es que los médicos no pueden llegar allí porque son un objetivo prioritario de los rusos, que cada vez que ven un coche o una ambulancia emplean drones para atacarlos y destruirlos. Ahora, nuestros voluntarios llevan un robot médico para atender al paciente y en el 95% de los casos no es necesario llevarlo a un hospital en la retaguardia. Tenemos 22 de estos robots y estamos buscando financiación para conseguir muchos más.
Ha habido varios casos de cooperantes muertos a manos de los rusos.
Sí, porque somos las organizaciones civiles las que vamos al frente a ayudar a los civiles. Esto es muy peligroso, como vimos en el caso de Emma Igual, una cooperante española que conocimos allí y que murió por un ataque ruso. He visto ambulancias civiles perfectamente identificables cosidas a balazos y donde han matado a todos los que iban en su interior.
Creo que vivió muy de cerca un bombardeo en Chernihiv.
Hemos tenido varias situaciones complicadas. Cuando los rusos volaron la presa de Nova Kakhovka, estábamos repartiendo ayuda humanitaria, llevábamos incubadoras y material médico, en Zaporiya. Nos pidieron ayuda y compramos 23.000 litros de agua porque allí no había agua potable por culpa de la voladura de la presa, que había arrastrado cadáveres y animales muertos, y había contaminado el agua. Una vez en Jerson dejamos el material médico en un hospital y fuimos a ayudar a unos ancianos que se habían refugiado en el tejado ante la crecida del agua. Mientras intentábamos rescatarlos, los rusos empezaron a dispararnos con armas automáticas desde el otro lado del río Dnieper, por lo que tuvimos que regresar al hospital. Los rusos nos siguieron utilizando un dron y bombardearon nuestros vehículos con granadas de mortero. Salimos vivos de milagro.
En Chernihiv, en verano de 2023, estábamos haciendo una visita a una organización con la que colaboramos. Eran alrededor de las 11 de la mañana y estábamos junto a un parque lleno de gente, de familias, y cayó un misil en un teatro en el centro del parque, a unos 200 metros de donde nos encontrábamos. Hubo siete muertos y más de cien heridos. Estar allí es peligroso.
Los bombardeos contra objetivos civiles están siendo constantes por parte rusa y, a pesar de las escusas cada vez menos creíbles presentadas por sus propagandistas, es evidente que buscan un objetivo. ¿Cuál es ese objetivo?
Rusia sabe perfectamente donde dispara siempre, como cuando lo hace contra objetivos militares. Cuando disparan a un mercado, a un hospital, a un colegio (han bombardeado y destruido un montón de colegios), lo hacen porque su objetivo principal es aterrorizar a la sociedad civil para presionar al gobierno ucraniano y conseguir una capitulación rápida. A más terror, más presión. Por eso su primer objetivo es matar civiles, médicos y sanitarios, y en segundo lugar están los cooperantes y las ONG, porque no hay nada que cause más terror en la población que matar a aquellos que van a ayudarte. Por eso siempre digo que Rusia es como una organización terrorista, porque lo que hace es puro terrorismo. He recorrido Ucrania en coche y lo he visto una y otra vez, Rusia busca causar terror. Lo que también he aprendido es que Rusia miente siempre y en todo, y esa es la primera prevención que hay que tener ante todas las noticias que salen del Kremlin.
Sin embargo, hasta ahora esa estrategia de terror no ha logrado doblegar a los ucranianos.
Hay dos cosas que Putin no esperaba y por eso el fracaso de su invasión. Por un lado, la resiliencia de los ucranianos, y en eso creo que hay que alabar el trabajo del gobierno de Zelenski, porque cada vez que hay un bombardeo al día siguiente se tapan los agujeros y se asfaltan las calles, es decir, se intenta que la gente pueda hacer su vida de la manera más normal posible. Por otro lado, Putin no contaba con la unidad de la sociedad occidental, sobre todo en la Unión Europea, en el apoyo a Ucrania, tanto en el plano económico como en el militar. Esos dos factores son los que han frustrado los planes de Putin, pero también es verdad que, aunque los ucranianos son muy resilientes, la sociedad se acaba cansando.
Putin juega con el tiempo porque a Rusia no le pasa factura el enorme número de muertes que está sufriendo en el frente, por eso no le importa sacrificar a miles de soldados para hacerse con una cantidad mínima de terreno. Al gobierno de Ucrania sí le pasa factura, y la realidad es que esa resiliencia tiene altibajos por el cansancio de la población. Por eso es tan importante que no decaiga el apoyo político, pero también social, a Ucrania en el resto de Europa, porque eso debilita su posición. Hay que seguir insistiendo en que esta guerra es también nuestra, que Ucrania es Europa, que defienden nuestra democracia y libertad, no sólo la suya, y que si Ucrania colapsa el conflicto se extenderá. Rusia hace tanto uso de la desinformación en Occidente para debilitar ese apoyo y porque Putin quiere una guerra prolongada. Una vez que el objetivo de tomar Kyiv en tres días fracasó, Rusia pasó a la estrategia de alargar el conflicto porque sabe que su sociedad no se entera y no va a reaccionar.
La ofensiva ucraniana en Kursk parece haber logrado que muchos rusos vean que la “operación militar especial” no va según el plan.
Sí, lo de Kursk les está haciendo mucho daño, como también las incursiones de drones en Moscú o los ataques contra las refinerías en el interior de Rusia. Esto no se ha podido ocultar a la población rusa y por eso esta ofensiva es tan importante.
Hablando de desinformación, una de las narrativas más utilizadas es culpar a la OTAN por el conflicto. Usted trabajó con la OTAN, ¿se había tomado en serio la Alianza la amenaza que representaba Rusia antes de la invasión?
La OTAN se ha tomado muy en serio, desde hace mucho tiempo, la amenaza rusa. Los ataques híbridos de Rusia contra países de la OTAN, como los bálticos, llevan pasando desde mucho antes. Sin olvidar la anexión ilegal de 2014 de Crimea y de zonas del Donbás. La narrativa que culpa a la OTAN es muy fácil de desmontar porque cuando un país invade a otro y se salta la legalidad internacional sólo hay un culpable. Ucrania además había entregado su armamento nuclear a Rusia en un acuerdo que Putin ha incumplido desde 2014, y Rusia se salta los acuerdos cuando le viene en gana. El imperialismo ruso y las ganas de Putin de aparecer en la historia como un nuevo zar vienen de lejos, y esto es lo que no hay que olvidar a la hora de analizar el conflicto.
Como otros países de la OTAN, España ha donado material militar a Ucrania. El caso de los Leopard, que estaban en un estado deficiente, es el más conocido, pero ¿está España preparada en caso de conflicto?
Deficiente no, estaban en un estado lamentable y totalmente desmantelados en Zaragoza. Muchas veces los ucranianos me dicen porque España no entrega una batería Patriot, el problema es que no la tenemos. Ahora se está invirtiendo, pero después de la crisis de 2008 y Zapatero, y luego la llegada del PP, no se ha hecho nada por la defensa de España. Nuestro material es viejo, está obsoleto y en mal estado, por eso no tenemos nada que entregar. Ojalá tuviéramos suficiente material para donar a Ucrania, pero no es así. España es una potencia económica en la UE, pero a nivel militar es muy pobre porque no se ha invertido.
¿Cómo le ha cambiado esta experiencia en Ucrania?
Cuando ves cómo es una guerra, te golpeas con la realidad y te das cuenta de que no tiene nada que ver con las películas. La guerra es mucho más dramática, porque no sólo es el soldado que está combatiendo, sino todo lo que le rodea, es decir, la sociedad civil, los pueblos donde vive la gente o los ancianos que no quieren irse de sus casas porque no tienen a donde ir. Cuando te golpeas con eso, te cambia la vida. Tendrías que ser muy miserable para que eso no te cambie la vida y la forma de entender tus prioridades, qué es importante y por qué lo es. En la sociedad de consumo en la que vivimos, donde devoramos la información en minutos y pasamos a otro asunto, no vemos la realidad, la importancia de tener al lado a un amigo, a un compañero, a un vecino o a alguien que se juega la vida por estar allí. Esos son los héroes y cuando estás allí los reconoces, y eso te impacta.
Foto: Mirek Pruchnicki.
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