[Disidentia] Javier Torrox es filólogo y periodista. Pero además es un pensador, una persona que utiliza la cabeza, como nos gusta en Disidentia. Y ha escrito un libro espléndido que se lo recomiendo. Se titula Golpe a la nación. Y como ustedes pueden deducir, habla de la rebelión de la Generalitat. La tesis de fondo del libro es una tesis que yo comparto y es muy interesante, y es que lo de Cataluña no ha sido un golpe de Estado sino algo bastante más grave, porque, como Javier explica en el libro, el golpe de Estado tradicional ataca a lo constituido, la forma del Estado, la forma de gobierno o al propio gobierno para derribarlo. Pero en este caso la tesis, que me parece muy interesante y que comparto, es que la agresión de la conjura de las instituciones regionales catalanas se dirigió contra la unidad de lo que sustenta a todo lo constituido y que es lo constituyente, es decir, la nación: la reunión de todos los españoles.
[Javier Torrox] Así es, Javier. Esta tesis se sustenta en la crisis generada por la rebelión de la Generalidad, el 6 de septiembre de 2017. El hecho esencial que produjo la crisis fue la ley de referéndum que se aprobó ese día en el Parlamento catalán. Significó el establecimiento de que Cataluña era un sujeto político soberano y eso de por sí constituyó el golpe a la nación, porque implicaba quebrar la unidad de la nación española. Cuando comencé a desarrollar esta tesis empecé a investigar, a documentarme, a buscar información sobre distintas formas de golpe de Estado y me vi obligado a desarrollar este concepto que ha resultado ser nuevo, que es «golpe a la nación» y que desarrollo en el libro: cómo se sustancia un golpe a la nación, en qué consiste y cuáles son sus implicaciones. Siempre desde el punto de vista político, esto es, desde el punto de vista de las relaciones de poder.
Para las personas que no tienen un especial conocimiento desde el punto de vista técnico o politológico, ¿cómo explicarías la trascendencia de la situación que estamos viviendo? Aparte de que yo les recomendaría que desde luego lean el libro, que está muy bien escrito, para entender lo que está pasando, lo que ha pasado y lo que puede pasar. Y en ese sentido, creo que es un libro único. Pero ¿cómo explicarías al público en general, a nuestros oyentes y a nuestros mecenas qué trascendencia tiene realmente todo esto? Porque yo lo percibo de una gravedad extraordinaria. De hecho, creo que es una situación que sólo tiene dos alternativas, y alguna vez lo hemos comentado en otro podcast. Creo que fue José Luis González Quirós quien dijo que, tal y como están planteadas las cosas ahora mismo, sólo hay dos opciones: o los secesionistas acatan la legalidad vigente, vuelven al redil. O la otra opción que tienen es la guerra.
Expresado en estos términos, con los que yo estoy totalmente de acuerdo, son las dos únicas vías que a largo plazo podrán dar una solución a la crisis que han desatado los actores de las instituciones políticas catalanas, tanto de autogobierno, en el Gobierno de la Generalidad, como en su rama legislativa, en el parlamento regional catalán.
Si la nación se desmorona, todo lo que procede de ella se va a desmoronar de forma absolutamente inevitable
La trascendencia de este acontecimiento es absolutamente demoledora. Si un golpe de Estado, como bien apuntabas al inicio de nuestra conversación, ataca a todo lo que es lo constituido y lo constituido es aquello que viene desarrollado en una Constitución. Es decir, la Constitución establece cuál es la forma del Estado, establece cuáles son los medios de elección del Gobierno (que es la forma de gobierno) y establece también cuáles son los medios ajustados a derecho para que un gobierno cambie y ceda el paso a otro gobierno… Todo esto es lo constituido, pero ¿qué es lo que constituye a lo constituido? Y la respuesta es: la nación. Por esta razón, el gobierno y todos los actores políticos españoles hablaban al inicio de la rebelión de la Generalidad que aquello suponía un golpe de Estado, un golpe a la Constitución, un golpe a la democracia y demás, hasta cierto punto es cierto. Pero todos esos golpes, que describían los actores políticos, eran golpes en segundo grado, era un golpe de Estado en segundo grado, porque previamente lo era a la nación. Y todo aquello que ataca a la nación acaba por desmoronar todo lo que emana de la nación. Si la nación se desmorona, todo lo que procede de ella se va a desmoronar de forma absolutamente inevitable.
Y si me permites apuntar un detalle al respecto, que creo que lo ejemplifica muy bien, y lo recojo en el libro, fue uno de los votos particulares en la sentencia sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña de 2006, la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010. Uno de los votos particulares establecía, desde mi punto de vista muy acertadamente, que el Estatuto de Autonomía de Cataluña se había subrogado el poder constituyente que pertenece en exclusiva y de forma colectiva a todos los ciudadanos españoles. Al arrogarse ese poder constituyente, el Estatuto catalán creaba un vicio colosal, una invasión de competencias de la Constitución y esto daría lugar de forma irremediable (eran sus palabras) al desmoronamiento de la Constitución y de todo el ordenamiento jurídico español.
O sea, que en realidad el golpe a lo que es el Estado ya está en el propio Estatuto catalán. Lo único que está «normalizado», es decir, es una normalización. Y también, en cierta forma estoy de acuerdo con lo que comentas, pero te diría incluso algo más. Y es que esto no es más que la constatación de un proceso informal que fluye a través de los acuerdos políticos a lo largo del tiempo. Y lo único que hace es ir sustanciándose poco a poco en las normas, en las reglas que indebidamente se van aprobando y que indebidamente incluso los tribunales van sancionando como conformes a la Constitución española, es decir, a las leyes. Quiero poner esto muy de relieve, porque soy de la opinión de que en el fondo el sistema español está vaciado de facto. Salvo que los tribunales, las fuerzas de orden público, es decir, el «sistema periférico nervioso» de las instituciones de la nación española siguen intentando mantener un cierto orden porque están compelidos a ello de forma automática. Pero la voluntad política hace tiempo que va por otros derroteros. La única cuestión que ahora queda pendiente, bajo mi punto de vista y dicho muy grosso modo, por supuesto, es ver si la nación española, es decir, la comunidad de todos los españoles traga con el órdago final.
Yo creo que no, que no va a tragar y eso es algo que pudimos ver perfectamente en las semanas iniciales de la Rebelión de la Generalidad, en septiembre y octubre de 2017. Los españoles se vieron totalmente abandonados por su gobierno. Los gobernados estaban abandonados por su gobierno porque el gobierno no reaccionaba, no daba respuestas políticas a las acciones políticas de los rebeldes, se limitaba a acudir al Tribunal Constitucional y poner pleitos. Entonces, los rebeldes no encontraban una oposición política, no encontraban nada que les frenara. Al verse en esa situación, unido a que las Cortes españolas, el Congreso de los Diputados y el Senado tampoco daban ninguna respuesta a lo que suponía un ataque frontal a la nación, ¿cuál fue la reacción de los ciudadanos? Se echaron a la calle a partir de la operación Anubis el 20 y 21. El 20 de septiembre de 2017 se produjeron registros. Se produjeron detenciones por orden del juez Ramírez Sunyer, del Juzgado de Instrucción número 13 de Barcelona.
Puesto que nuestro gobierno no nos protege, no protege nuestros derechos ni nuestras libertades, tendremos que hacerlo nosotros. Y la gente comenzó a salir a la calle sin que los convocara ningún partido, sin que los convocara ninguna fundación, ninguna asociación
A partir de ahí, los ciudadanos españoles dijeron «hasta aquí hemos llegado». Esto se puede detener, aunque nuestros legisladores se hayan olvidado de nosotros. Puesto que nuestro gobierno no nos protege, no protege nuestros derechos ni nuestras libertades, tendremos que hacerlo nosotros. Y la gente comenzó a salir a la calle sin que los convocara ningún partido, sin que los convocara ninguna fundación, ninguna asociación. Al principio, muy tímidamente: eran pequeños grupos de personas. La fortaleza de esas manifestaciones estaba más en la calidad que en la cantidad. Y estaba más en la calidad que en la cantidad porque en ese momento había que tener una fortaleza personal muy notable para salir a la calle a enfrentarse a la situación, a reivindicar la unidad de la nación, que era algo que no hacía ni tan siquiera el Gobierno. El señor Rajoy tardó, desde el 6 de septiembre de 2017 hasta su primera referencia a la unidad de la nación española, exactamente 34 días. Hasta el 11 de octubre no hizo ninguna referencia a la unidad de la nación española. Y que el Gobierno, al que están atacando su nación, no haga ninguna referencia a la unidad de la nación española es lo que echa a la gente a la calle. Por eso se llenaron las calles el 8 de octubre en Barcelona. Aquella manifestación fue algo impresionante. Si la gente ve que no se protegen sus derechos y sus libertades, se echa a la calle. Ya ha sucedido en el pasado, en la Guerra de la Independencia.
Estaba pensando esa misma referencia, de hecho, estaba releyendo a Galdós para desintoxicarme de los politólogos en general, y veía cierto paralelismo en esa reacción verdaderamente espontánea. Pero también es verdad que fue Su Majestad el Rey el que tuvo que salir a dar un discurso que era un tirón de orejas al propio gobierno. Algo insólito, totalmente insólito.
Y, de hecho, no sólo es insólito el contenido del discurso del Rey del 3 de octubre. Me parece aún más insólito que diversos actores sociales o incluso los actores políticos actuales, cuando hacen referencia a ese discurso, me da la impresión de que no han comprendido el contenido del discurso. Creo que no lo han entendido, que no han prestado atención. Porque el Rey lo que hace en ese discurso es plantear lo que ha sucedido, la trascendencia de lo que ha sucedido, las implicaciones políticas que pueden llegar a tener las pretensiones de los rebeldes. Y a continuación, después de todo este exordio en el que expone todas estas circunstancias, el Rey se dirige expresamente a los tres poderes del Estado y les conmina a sofocar la rebelión de inmediato. Lo dice en el momento en el que apunta: «Es responsabilidad de los tres poderes del Estado garantizar y asegurar el ordenamiento y la vigencia de la Constitución y el Estatuto de Autonomía». Lo que le está diciendo a los tres poderes del Estado es “no estáis protegiendo los derechos y libertades de los ciudadanos. ¿Qué estáis haciendo? Hacedlo de inmediato. Es vuestra responsabilidad”. Si no lo hacen las instituciones, lo acabarán haciendo los ciudadanos. Como decíamos antes, cuando mencionábamos hace un momento la Guerra de la Independencia, en el libro hago una referencia a eso en el bloque de conclusiones. Recojo una cita de las memorias de Napoleón Bonaparte en la que lo dice con absoluta claridad, porque el rey de España, Carlos IV, huyó, Fernando VII huyó, huyeron los generales, huyeron los aristócratas… Pero Napoleón perdió. Y en su memoria recuerda aquello diciendo: “El pueblo español en masa creyó su deber encargarse de la defensa del Estado. No teniendo autoridad ni ejército a quien poder confiarla, tomó sobre sí esta responsabilidad. Y me vine a encontrar luchando contra una nación entera”. Esas fueron las circunstancias que se dieron entonces. Y esas son las circunstancias en las que los tres poderes del Estado están poniendo de nuevo a la nación española.
Una cuestión que es también muy importante para no caer en la confusión que se pretende instalar, sobre todo por parte de los golpistas. El secesionismo no es un movimiento pacífico en absoluto. Es una rebelión. Podemos decir también que es una rebelión y una revolución. Y las revoluciones no se hacen para proteger una dictadura, sino para instaurar una dictadura. Y hay, a mi juicio, una violencia intensa dentro del golpismo catalán, porque la violencia no es solo que empiecen a aparecer cadáveres, que esa es la máxima expresión de la violencia, la más evidente y visible. Hay una violencia intensa dentro de todo este movimiento de rebelión porque es un ataque con saña hacia «el otro». Todo lo que no son ellos es el enemigo. Es denostar al otro, odiar al otro, increpar al otro, provocar al otro y, si es posible, que eso sí ya ha sucedido, agredir al otro. Eso de que mayoritariamente es una rebelión pacífica me recuerda un poco lo que ocurre en Chile. Es decir, son abuelitos haciendo caceroladas… No señor, los abuelitos salen a la calle a hacer caceroladas (los que salen, que no son todos, ni mucho menos) porque hay una vanguardia violenta y organizada, que es la que pone en marcha la rebelión en Chile. Quienes toman el control de la rebelión son los violentos. Después, se cubre con el manto de la cacerolada, con un manto de pacifismo que es falso.
Es imposible que las pretensiones de la rebelión de la Generalidad puedan llegar a tener éxito si no media la violencia. Es imposible quebrar la unidad de la nación española sin el concurso de la violencia. En el libro lo recojo. Del mismo modo que la fuerza nuclear fuerte une a las partículas en el núcleo de un átomo, a los protones y neutrones, esa unidad es imposible quebrarla si no es mediante la violencia, a lo que da lugar a los procesos físico de la fisión nuclear. Hay que generar violencia para separar lo que une a los protones y los neutrones. Del mismo modo, quebrar la nación solo es posible mediante la violencia. El único agente capaz de operar sobre la unidad de una nación es la violencia. Una nación no se puede quebrar a sí misma mediante un procedimiento legal, porque eso es lo mismo que prever un procedimiento legal para suicidarse. Y eso no es que sea inadmisible, es que sencillamente no existe. Eso es una quimera. Eso es la imaginación engañando a la razón.
Siempre se saca como referencia la Ley de Claridad de Canadá, la aplicada en el referéndum de Quebec. Ahí se plantearon una serie de condiciones. Se dijo, podéis separaros si hay un voto suficiente, cualificado. Pero, luego, esas mismas reglas para la secesión las tenéis que incorporar a vuestra propia Constitución, es decir, vais a llevar dentro el mismo virus que queréis inocular en el Estado canadiense. Y es que, como bien decía Popper, porque en esto Popper da un buen repaso a muchos liberales, el único futuro del principio de autodeterminación es generar nuevas minorías que, a su vez, lógicamente, se sientan oprimidas y querrán separarse dando lugar a nuevas minorías. Y así hasta el infinito. Supongamos que la secesión de Cataluña se produce, lógicamente habrá partes de Cataluña que no estarán cómodas con el Gobierno central catalán y que a su vez podrían pedir separarse, exigir aplicar ese derecho de autodeterminación en lo que consideren su propio territorio… A mí lo de la Ley de Claridad me parece que no se puede trasplantar a cualquier parte, como sucede con la democracia, que no se puede trasplantar a cualquier parte del mundo, como ya han comprobado los norteamericanos que han salido escaldados de Afganistán, de Irak y otros lugares. Sucede igual con el federalismo, que no tiene mucha razón de ser porque no se corresponde con el devenir histórico y cultural de lo que es la nación española. No podemos tener un Estado federal porque la nuestra no es una nación que se constituye en base a la unión voluntaria de Estados preestablecidos. Y ya partimos mal. Por eso tenemos, mejor o peor, un modelo político que se basa en nuestra realidad, sobre todo la ley electoral, en función de las provincias porque tienen una cierta tradición dentro de la cultura política nacional. Entonces, ¿qué opinas sobre la cuestión de trasplantar un proceso como el canadiense a España?
No, yo tampoco lo veo, en absoluto. Por ejemplo, cuando hacías referencia hace un momento a las provincias y demás. O incluso podríamos hablar de las comunidades autónomas, que son una evolución, por así decir, de lo que previamente se ha denominado regiones. Y no hablo de los tiempos de la dictadura franquista, hablo incluso de muy atrás, de cuando Existían las regiones en España y se las denominaba regiones. Esos son delimitaciones administrativas que no tienen razón de ser desde el punto de vista del sujeto político. Una delimitación administrativa no genera sujetos políticos.
«Yo tengo más y mejores derechos que vosotros y, por lo tanto, yo voy a atacar vuestro derecho y vuestra libertad para dotarme a mí de una libertad y derechos distintos a los que tú tienes, porque yo soy mejor que tú»
Lo que me apuntabas respecto a si es o no posible trasplantar procesos que puedan tener más o menos éxito en un lugar determinado, yo creo que eso es otra quimera. No, no tiene razón de ser. En primer lugar, yo parto de la base de que en España no existe ninguna porción de territorio que pueda, con arreglo a derecho, secesionarse del resto de España, porque eso sería atacar al resto de los españoles, desigualarse de ellos y decirles «yo tengo más y mejores derechos que vosotros y, por lo tanto, yo voy a atacar vuestro derecho y vuestra libertad para dotarme a mí de una libertad y derechos distintos a los que tú tienes, porque yo soy mejor que tú». Eso es inaceptable. Eso es un ataque a todos los logros de la Revolución Americana y a los pocos logros que consiguió la Revolución Francesa en los primeros meses de revolución. Eso simplemente no se puede producir. Por ejemplo, algo a lo que son muy aficionados en Cataluña los separatistas, trasplantar el caso escocés a España tampoco tiene sentido, porque Escocia, que era un reino y había sido un reino durante cientos y cientos de años, se unió libre y voluntariamente al Reino Unido de la Gran Bretaña y de ahí su nombre de Reino Unido. Si un separatista catalán o vasco quiere hacer una equiparación de su situación o de sus pretensiones con respecto a Inglaterra, tendría que hablar, pues no sé… de la independencia de Cornualles o de la independencia de Northumbria o de Sussex… No lo sé, pero desde luego no de Escocia.
¿Qué puede pasar? Ahora que tenemos las elecciones todavía muy recientes, todos los partidos han prometido mano dura, excepto el PSOE por razones obvias, (aunque a ratos también, cuando le ha convenido). Incluso se hablaba de un 155 ilimitado. En general se han puesto muy duros por las elecciones. Pero me temo que, llegado el momento, seguirán en el pasteleo con los secesionistas, con las élites políticas catalanas. Y no sé si son conscientes realmente del avispero que van a pisar, o vamos a pisar todos, si velven por donde solían.
Sí, esto va a continuar tal y como está porque no hay absolutamente nada que lo frene. En tanto que continúen en vigor las actuales reglas del juego político, la crisis que han generado estas reglas, no solo va a continuar y va a seguir hacia adelante, sino que probablemente va a empeorar la situación. La crisis no es una crisis ni autonómica ni territorial, como se la llama ahora. Los territorios no tienen crisis, las rocas no tienen crisis, ni las montañas, ni los valles, ni los ríos. Es una crisis nacional, de la unidad de la nación española. Y te decía que mientras continúen las actuales reglas del juego político, la situación no va a mejorar. Cambiar las reglas del juego político no es algo que se pueda hacer en dos días. Evidentemente aquí lo que faltan son cabezas que piensen, que den soluciones a medio o largo plazo y que establezcan pequeñas reformas que vayan avanzando poco a poco, pero que todas esas reformas vayan dirigidas a conjurar el peligro de una nueva rebelión.
Por ejemplo, han pasado dos años desde la rebelión de 2017. En este tiempo, ¿qué han hecho los legisladores para darnos una cobertura legal a los ciudadanos, mediante la que se pueda suspender un Estatuto de autonomía conforme a derecho, sin necesidad de recurrir a los estados de excepción o de sitio descrito en el artículo 116 de la Constitución? ¿Por qué se habla siempre del 155 cuando el 155 es un arma ordinaria? Porque si fuera un arma extraordinaria no sería 155, sería 116. Otra cuestión también bastante relevante y que puede traer cola en el futuro es como aplicó el gobierno de Rajoy el artículo 155 de la Constitución. Porque, desde mi punto de vista, adoptó medidas ilegales. Yo no creo que el Gobierno de España tenga capacidad, mediante el artículo 155, de destituir a un gobierno autonómico ni de disolver una legislatura autonómica como hizo. Eso está fuera de sus competencias. En lugar de recurrir, como creo yo que se debería haber hecho, al estado de excepción cuando era el momento. O cuando ya las cosas se fueron de quicio por no haber actuado y no haber aplicado el estado de excepción o el estado de sitio y suspender la autonomía, las cosas han seguido adelante sin solución… y siguen adelante sin solución. Hoy día seguimos sin estar dotados de una cobertura legal para suspender un estatuto de autonomía, a no ser que se recurra al estado de excepción o de sitio. Y claro, el estado de excepción solo permitiría hacerlo durante un máximo de un mes, más una prórroga de un mes adicional. Y el estado de excepción… Señores, el estado de excepción es algo muy serio porque es dar poder al Ejército y que sea el Ejército quien tome las medidas…
Y además dejan de ser efectivos derechos civiles.
Exacto. Pero ¿qué necesidad tenemos de vernos en la situación de que se suspendan derechos y libertades de los ciudadanos cuando hemos tenido dos años para que los legisladores creen una legislación que permita suspender un estatuto de autonomía al momento de que una institución autonómica trate de usurpar las competencias del Poder Legislativo o del Poder Ejecutivo?… Lo que están tratando de hacer.
Ya se han constituido en un Estado propio de facto, en rebelión permanente.
Ante la omisión de acción por parte del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo, prácticamente lo están haciendo porque hacen lo que quieren y no hay consecuencias. Y cuando las hay, pues ya hemos visto la sentencia del Tribunal Supremo que ha derribado por completo la instrucción del magistrado Llarena… Yo no diré que se han ido de rositas porque tampoco se han ido de rositas y las condenas son duras, pero deberían, desde mi punto de vista, haber sido condenas bastante más duras y, sin duda alguna, haber sido condenados por rebelión.
Ahí hay un debate sobre el que tengo formada una opinión, pero me la voy a reservar porque no soy jurista. Pero sí diré que tengo la sensación de que en alguna medida se ha hecho una sentencia con unas pinceladas políticas claras. Esa es la sensación que yo tengo. Eso, por un lado. Pero hay otra cuestión que es muy importante que no afecta sólo a España. Y es que las democracias occidentales, sobre todo en algunos países más que en otros, están desarmadas, es decir, las democracias cuando llega el momento de ejercer el monopolio de la violencia para mantener el orden, no lo hacen. No hablo de pegar tiros ni matar a nadie, sino de no poder dar permiso a las fuerzas del orden para ejercer la violencia que sea necesaria para asegurar el orden. Es un problema que se está reproduciendo constantemente. Tenemos a las fuerzas de seguridad atadas en buena medida de pies y manos. No se pueden disparar balas de goma, tienen que ser de foam. Y hasta para eso hay que pedir permiso, porque incluso lo llegan a prohibir. Las sociedades democráticas, y en especial la española, están desarmadas, porque en cuanto para mantener el orden hay que ejercer la más mínima violencia, entonces resulta que no vives en una democracia, sino que vives en un Estado opresor. Y esa es la opinión que se establece a nivel general, aunque no la comparta la mayoría del público, pero esa es la opinión que se instala en los medios de información. Pero claro, si una democracia no puede recurrir ni al más elemental uso de la fuerza para mantener el orden, por así decir, los malos van a ganar siempre. Y esto está ocurriendo en España, pero ocurre fuera de España, está ocurriendo en Chile. Lo hemos visto. Tenemos una confusión entre lo que es autoritarismo y lo que es autoridad. La autoridad es necesaria. Pero en cualquier país en el que la autoridad se hace mínimamente visible, inmediatamente se produce una acusación de autoritarismo. Y así es imposible. Estamos a expensas de los agitadores, de los subversivos, de los activistas y de los violentos, de los verdaderamente violentos.
Sí, esto es cierto, porque afortunadamente llevamos varias generaciones viviendo un tiempo de prosperidad fantástico, no hay guerras en Europa, la guerra se nos presenta como algo que sucede en lugares muy lejanos y exóticos y pintorescos, y que no tiene nada que ver con nosotros. Y claro, esto crea una sensación de seguridad en el ciudadano que no se corresponde con la realidad, porque siempre, absolutamente siempre, la naturaleza íntima del poder es la violencia. Da igual que ese poder se haya constituido mediante una forma democrática, que el gobierno sea elegido de forma democrática, que los representantes políticos de los ciudadanos, sus diputados, sean elegidos de forma democrática. Da igual. El poder sigue siendo violencia y el ordenamiento jurídico es el control de esa violencia para que solo sea ejercida y en su justa medida cuando la ley diga que debe ejercerse y en qué medida debe ejercerse. Pero claro, hemos llegado a un punto, este «paciflorismo», de que es todo fantástico. Vivimos en el país de la golosina cuya fantasía en la galaxia de la Margarita y aquí todo es fantástico, y es inconcebible que pueda existir violencia o que puedan ejercer la violencia aquellos en quienes los ciudadanos delegamos el ejercicio de esa violencia para proteger nuestros derechos y libertades. Es como si nos dijeran que cada vez que alguien pretenda liquidar tus derechos y libertades, tú tienes que aguantarte porque no tienes derecho a defenderte. Y dado que no tienes derecho a defenderte, aquellos en los que has delegado tu defensa y para lo que pagas impuestos, pues tampoco tienen derecho a defenderte, porque soy yo quien tiene derecho a pisotear tus derechos y libertades. Eso es el golpe a la nación. Un grupo de individuos que se reúnen para decirle al resto de los ciudadanos: vuestros derechos y vuestras libertades no son nada, porque los míos y los de mis amigos son mejores que los vuestros.
Y por ahí no veo que vaya a haber ningún cambio, hay un pánico tremendo. Lo hemos visto también en Bolivia, con esa manipulación tan tremenda que se hace constantemente. Vi un video de un de un indigenista boliviano que estaba ahí con las manos sangrando porque había perdido varios dedos de las manos. Y los agitadores difundían el vídeo como ejemplo de la acción violenta del Estado, cuando cualquiera puede deducir viendo las imágenes que una herida de ese tipo solo se produce cuando has estado manipulando material explosivo. Y seguramente el hombre que había perdido los dedos había sido porque iba a utilizar la violencia contra las propias fuerzas del orden. Sin embargo, esto se retuerce y se presenta como prueba de que el Estado ejerce violencia y por lo tanto el Estado es ilegal, actúa en base a la ilegalidad. En consecuencia, hay que derribarlo, hay que derribar el Estado. Es un poco la tesis de fondo que está ahora mismo propagándose en diferentes lugares, porque cuando la democracia no me da la razón, automáticamente ya no es democracia. La democracia es solo aquello que me da la razón. No es el ordenamiento, no es la aceptación de unas reglas iguales para todos y el principio democrático de sufragio universal. No, la democracia es simplemente hacer lo que me dé la real gana.
Exacto, ese es el principio.
Pero siempre en el mismo sentido, siempre desde un lado, ojo.
Claro, claro, ese es el principio fundamental del marxismo. Por ejemplo, la democracia es la dictadura del proletariado, dado que el proletariado es mayoría numérica, la democracia sólo puede ser su dictadura. Cuando te dicen esto, queda totalmente refutada la idea de la discrepancia, de la disidencia, del poder decir no, yo tengo otra opinión. No, tú no tienes derecho a tener esa opinión, porque la democracia somos nosotros. Entonces, ¿de qué estamos hablando? Nos encontramos en una situación en la que los derechos y las libertades individuales están siendo sacrificadas en el altar de unos colectivos que se arrogan la representación del todo. De todos los ciudadanos, como si todos los ciudadanos puedan ser representados de forma unívoca por una única entidad, por un único dirigente, por una única voluntad. A mí me da la impresión de que estamos en una situación en la que se tocan muy, muy de cerca la extrema izquierda. Y la extrema derecha, que estaba desterrada de España, está apareciendo de nuevo. Pero ojo, no es la extrema derecha de la que hablan los medios de comunicación, porque yo veo bastante más extrema derecha, por ejemplo, en Podemos, que en aquellos de los que los medios de comunicación dicen que son de extrema derecha. Podemos quiere nacionalizar los bancos. Habla de la libre determinación de los pueblos cuando ese era el punto primero del programa del Partido Nazi y ahora nos lo presentan como algo de izquierdas. ¿Pero qué clase de memos creen que somos? ¿A quién creen que engañan?
El régimen nazi también era muy ecologista.
Y muy vegetariano.
Muy vegetariano, muy esotérico y muy antirreligión. Lo tenía todo. Parece el Podemos del pasado.
Nos lo quieren hacer pasar como algo muy progresista, muy moderno y muy de izquierdas, como si el progreso y la modernidad implicaran exclusivamente la izquierda, y la libertad y los derechos individuales no fueran progreso. Pero señores, si es la libertad y los derechos individuales los que han generado la prosperidad a lo largo de la historia, donde quiera que se han colectivizado las acciones, aquello ha resultado en un fracaso una y otra vez. No desde hace cien años o partiendo desde la Revolución Rusa, sino desde todos los tiempos, desde el principio de los tiempos. Eso lo ha expuesto fantásticamente bien el profesor Escohotado en su trilogía «Los enemigos del comercio».
Para ir concluyendo. Voy a recordar el título de tu libro que es «Golpe a la nación» y la editorial es Editorial Manuscritos. Yo tengo la obligación de leer bastante por mi actividad, y también porque me gusta, soy un lector empedernido, y para mí es el mejor libro que he leído en lo que va de año. Pero Javier, haznos un pronóstico. Ya sé que esto de la ciencia política ficción es peligrosísimo pero, bueno, hay que arriesgarse y mojarse un poco. ¿Qué pronóstico a corto y medio plazo harías sobre la rebelión de la casta catalana?
Sobre lo que pueda suceder en el futuro, evidentemente, yo no soy ni unmu augur ni un adivino. Nadie puede saber qué va a suceder. No podemos prever qué acontecimientos van a suceder en el futuro, pero sí que podemos prever cuál va a ser el devenir de los acontecimientos. Ya lo hemos comentado antes, y es que todo se mantenga tal y como está hasta ahora. La crisis suscitada por la rebelión de la Generalidad no se va a solucionar si no se pone coto a la capacidad que tienen los actores políticos catalanes para sostener su rebelión. En la actualidad es el propio Estado el que está sosteniendo una rebelión contra la nación. Nos estamos encontrando en la situación de que una institución del Estado, la Generalidad de Cataluña, utiliza recursos públicos para atacar a la nación de la que emana su legitimidad, y es que la Generalidad de Cataluña existe porque su legitimidad emana de la Constitución española, y la Constitución española emana de la nación. Mientras se mantengan las actuales reglas del juego y mientras se mantenga la vigencia del Estatuto de Autonomía de Cataluña, van a existir actores políticos en Cataluña con capacidad de operar y de continuar con esta rebelión.
La violencia irá escalando porque la propia frustración de las personas que defienden la rebelión, que defienden la separación de Cataluña de España, viven engañados en una fábula
Los episodios que hemos visto recientemente, tras hacerse pública la sentencia del Tribunal Supremo, se van a repetir en el futuro. Mi previsión, lamentablemente, es que un nuevo episodio en el futuro va a tener una mayor virulencia a la que ha tenido en el pasado. Esa espiral va a continuar hacia adelante. Se van a producir de forma sucesiva distintos episodios violentos. Esa violencia irá escalando porque la propia frustración de las personas que defienden la rebelión, que defienden la separación de Cataluña de España, viven engañados en una fábula. Pero claro, ellos sienten frustración ante la aspiración que tienen de hacer realidad esa separación de Cataluña y esa independencia de Cataluña, que es algo que no va a suceder jamás porque es imposible… Podría suceder, pero para ello tendrían que hacer una guerra y ganarla. Y eso no va a suceder. Entonces, dado que mantienen la capacidad de operar, van a continuar mientras no se topen con un poder o una nueva legislación que les detenga, que obligue al gobierno, que obligue a las Cortes a suspender el Estatuto de Autonomía de Cataluña y sin un plazo o estableciendo un plazo mínimo considerable. Yo diría que de no menos de cinco años. Mientras esto no suceda todo va a continuar igual. El diálogo no va a llevar a ninguna parte. El único lugar al que puede llevar el diálogo con los separatistas y con los rebeldes es a Múnich 1938. Y ya sabemos lo que ocurrió en Múnich en 1938. Pretender pacificar al beligerante realizando concesiones no va a hacer más que fortalecer la posición del beligerante. Se va a envalentonar y una vez conseguida la aspiración A va a ir a por la B y después a por la C, y no se va a detener nunca mientras no encuentre un poder que le detenga. Los rebeldes van a continuar en su rebelión
Pues esperemos que surja de ese poder y si no, pues que la nación sea la que ponga pie en pared. Porque, al fin y al cabo, a malas es lo que nos ha funcionado. Esperemos no tener que llegar a eso.
¡Esperemos que no! Lo ideal sería, desde mi punto de vista, que los legisladores establezcan una legislación que les pueda parar los pies, que se constituya un gobierno que les para los pies. Pero claro, con las perspectivas que tenemos, lo dudo mucho. Soy bastante escéptico de que puedan formar gobierno el señor Sánchez y el señor Iglesias. Ya veremos si eso se hace una realidad, pero en el caso de que se hiciera realidad, mucho me temo que las cosas podrían incluso empeorar y que podríamos llegar a una intentona de un golpe de signo federalista próximamente. ¡Esperemos que no!
Por favor, lee esto
Disidentia es un medio totalmente orientado al público, un espacio de libertad de opinión, análisis y debate donde los dogmas no existen, tampoco las imposiciones políticamente correctas. Garantizar esta libertad de pensamiento depende de ti, querido lector. Sólo tú, mediante el pequeño mecenazgo, puedes salvaguardar esa libertad para que en el panorama informativo existan medios nuevos, distintos, disidentes, como Disidentia, que abran el debate y promuevan una agenda de verdadero interés público.
Apoya a Disidentia, haz clic aquí
Debe estar conectado para enviar un comentario.