La invasión de Ucrania por tropas rusas a las órdenes de Vladimir Putin es inaceptable. La pérdida de vidas humanas, tanto ucranianas como rusas, injustificable.

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Pero más allá de lamentar las durísimas tragedias personales al norte del Mar Negro, debemos hacer un ejercicio de “aproximación” del conflicto, en este caso fácil porque no somos meros espectadores del trascurso bélico. Lo que está ocurriendo en Ucrania nos afecta a todos directamente. Y nos seguirá afectando durante mucho tiempo.

El mercado mundial de combustibles ya estaba hace tiempo sufriendo las presiones de las erróneas políticas energéticas occidentales – enviando continuamente las señales equivocadas y legislando los incentivos equivocados: cancelación de oleoductos; la legislación en contra de la explotación de ciertos minerales  o combustibles en la península y en alta mar; órdenes y directivas ministeriales para que todas las agencias del gobierno se esfuercen para eliminar los combustibles fósiles de la generación de electricidad para el año 2035; las amenazas de los reguladores bancarios contra los bancos que prestan a las industrias de combustibles fósiles y mucho, mucho más.

En España, mientras se mantengan en el gobierno las personas que hoy nos dirigen, poco o nada va a cambiar. Quedamos a merced de la climatología y las importaciones de gas y carbón

Como era de esperar, los precios de los combustibles fósiles respondieron subiendo drásticamente. Los precios del crudo han pasado de un rango de unos 40-60 dólares por barril en 2017 a cerca de 100 dólares por barril en la actualidad. Los precios del gas natural, que a principios de 2021 se situaban por debajo de los 20€/MWh alcanzan niveles entorno a los 120€/MWh. En Europa, donde casi todo el fracking ha sido suprimido por los gobiernos por una supuesta preocupación por el medio ambiente, nos vemos obligados a importar gas natural licuado a precios acerca de los 100€/MWh.

Y esa ahí, mirando los precios, donde nos damos cuenta de que uno de los grandes beneficiados de esta evolución alcista es, precisamente, Rusia. ¿Por qué los países occidentales no cortan las importaciones de Rusia y dejan a Putin en la estacada? La respuesta sencilla es que los países occidentales han invertido cientos de miles de millones de dólares en energía eólica y solar que no funcionan y no proporcionan la energía necesaria; de modo que, si estos países quieren mantener su red eléctrica en funcionamiento, necesitan comprar gas natural, que proviene principalmente de Rusia.

Pensemos en Alemania. Alemania adoptó su «Energiewende» en 2010, y se cree que lidera el mundo hacia el gran futuro de las energías renovables limpias. El consumo máximo de electricidad en Alemania es de unos 90 GW. Para abastecerlo, ha construido unos 65 GW de capacidad de energía eólica y casi 60 GW de capacidad de energía solar. En total, unos 125 GW de capacidad de generación, frente a un consumo máximo de unos 90 GW. Parecería que la energía eólica y solar es suficiente para cubrir todas las necesidades.

Pero resulta que, por supuesto, el viento y el sol no funcionan así. Aquí, en invierno, tenemos temporadas largas de días nublados, vientos tranquilos y noches largas. Aquí hay un gráfico de Agora Energiewende sobre la generación y el consumo de electricidad en Alemania en la semana pasada:

gráfico

Parece que justo después de la puesta de sol del pasado viernes el viento y el sol juntos estaban generando menos de 5 GW de esa supuesta «capacidad» de 125 GW. El consumo era de unos 50 GW en ese momento. Así que, aparte de las minúsculas cantidades de energía hidroeléctrica y de «biomasa» que aparecen en la parte inferior del gráfico, quedan el carbón, el petróleo y el gas natural; o, en su defecto, un apagón.

Con estos números en la mano y la crisis ruso-ucraniana, a los gobiernos occidentales no les queda mas remedio que empezar a repensar su política energética. En Francia, Macron ya había anunciado su clara apuesta por la energía nuclear. ¿Y en Alemania?

Cada vez son más sonoros los rumores que alimentan el temor a que la estabilidad de la red eléctrica de Alemania y los países vecinos pueda verse afectada por la transición energética. Las últimas centrales nucleares se cerrarán a finales de este año. Hasta ahora no se han producido cortes graves de electricidad en Alemania, pero el número de intervenciones de los operadores de la red para estabilizarla es significativamente mayor que antes de que comenzara la transición energética.

El Instituto Prognos de Basilea también había advertido recientemente en su seguimiento anual de la transición energética para la Asociación Empresarial de Baviera (VBW) que la seguridad del suministro podría resentirse en los próximos años. Esto se debe a que la generación de electricidad en Alemania es menos predecible, con una proporción cada vez mayor de energía solar y eólica dependiente de las condiciones meteorológicas, pero al mismo tiempo el consumo de electricidad está aumentando. Esto es especialmente cierto en el sur de Alemania, donde la demanda de electricidad es muy alta debido a las numerosas empresas industriales.

Sorprendentemente, estos días incluso Los Verdes han comenzado a debatir sobre la conveniencia de cerrar a finales de 2022 las centrales nucleares. Plantean la construcción de nuevas plantas gasificadoras para aumentar la importación de Gas Natural Licuado… ¡y apuesta por el carbón! El traído y llevado lignito germano. ¿Estamos asistiendo a un cambio de paradigma energético en Alemania?

En España, mientras se mantengan en el gobierno las personas que hoy nos dirigen, poco o nada va a cambiar. No habrá fracking, no habrá minería (tampoco de litio, esencial para el desarrollo de una industria propia de baterías), no se explotarán las reservas en aguas canarias, no se extraerán materiales radiactivos (ni se investigará sobre ellos) … quedamos a merced de la climatología y las importaciones de gas y carbón.

Considero que estamos en un momento clave de la historia, en el que se deben tomar las decisiones acertadas para diseñar un sistema energético autónomo, con mínimas dependencias del exterior y pagable: los consumidores, muchos, terminará cayendo en la pobreza energética en caso contrario. Abandonar postulados ideológicos y recuperar la cordura tecnológica parece imposible en la España de hoy. Lo pagaremos muy caro.


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