Después de la II Guerra Mundial, tras una convulsa primera mitad del siglo XX, Theodor Adorno y Max Horkheimer decretaron en su Dialéctica de la Ilustración (1944) la defunción del ideal ilustrado, de la modernidad y del progreso que había conducido a la calamidad dos guerras mundiales letales con los combatientes y con grandes masas de población civil. Su crítica del idealismo cartesiano, subyacente al idealismo totalizador del positivismo científico, habría llevado, en última instancia, al horror del Holocausto.

Publicidad

La escisión conceptual del ideal ilustrado del de la modernidad industrial-capitalista sirvió como pretexto ideológico para el desarrollo del consenso socialdemócrata, una tercera vía entre la sociedad abierta liberal del siglo XIX y la revolucionaria del siglo XX, o si se prefiere, un Estado corporativo pluralista, diferenciado ahora de estos dos modelos extremos, como de las formas -no tanto de los objetivos- de la tercera vía del corporativismo autoritario de los nazi-fascistas derrotados. En este sentido el Estado del Bienestar es la continuación del Estado Fascista por otras vías.

El Estado del Bienestar es la continuación del Estado Fascista por otras vías

Así, todo el sistema de previsión social español, tan defendido por las izquierdas, es, efectivamente, creación del franquismo, ese resto del fascismo de entreguerras que tan fácilmente supo adaptarse al contexto histórico de posguerra. La Guerra Fría daba la coartada para la creación de esta contención socialista, más o menos pluralista, para frenar el avance soviético.

La irrupción del pensamiento posmoderno

El caso es que esta brecha abrió el campo para que filosóficamente se desarrollaran las corrientes de pensamiento posmoderno. Jean-François Lyotard analiza la epistemología de la cultura posmoderna en 1979 (La condition postmoderne) como final de las “grandes narrativas” o metanarrativas, la característica principal de la modernidad influyente.

La crítica a la Ilustración y a los excesos del positivismo tiene su genealogía en las ideas previas del irracionalismo, el psicoanálisis y el existencialismo, pero explota con las corrientes de pensamiento posmoderno y su incredulidad hacia los grandes relatos, afectando de igual modo -al menos en las ciencias sociales, no tanto en las físico-naturales- a las ciencias, el lenguaje y el conocimiento.

De la metanarración histórica del progreso nos abríamos a los tiempos múltiples, a las “heterocronías”, revalorizando la interrupción, el acontecimiento y las discontinuidades. Con la caída del bloque soviético, con Francis Fukuyama a la cabeza, decretamos el fin de la historia, donde sólo sería cuestión de tiempo que todas las naciones accedieran al horizonte de la sociedad abierta capitalista en un mercado global integrado. Sin embargo, el terrorismo yihadista primero, el nuevo socialismo del siglo XXI dopado por la subida de las materias primas después, la gran recesión de 2008 y los populismos, finalmente, nos devolvieron a la historia.

Las reacciones frente a la globalización nos sumergen en las “retrotopías” o utopías que se proyectan hacia un pasado idealizado 

Todas las reacciones a la globalización en lo que llevamos de siglo XXI nos sumergen en lo que Zygmunt Bauman califica de “retrotopías”. Son utopías que se proyectan en un pasado idealizado según las características locales de cada sitio contra la globalización y su supuestos corolarios, el multiculturalismo y el relativismo posmoderno. La situación presente y el malestar que está generando en todos los espectros sociales e ideológicos está empezando a crear la sensación de que estamos dando paso, o estamos ya, en un tiempo nuevo, con problemas diferentes a los de la segunda mitad del siglo XX, y que requiere respuestas diferentes.

De la condición posmoderna a la póstuma

En palabras de Marina Garcés (Nueva ilustración radical, 2017), estaríamos pasando de la condición posmoderna a la condición póstuma. La condición póstuma sería “la quiebra del presente eterno y la puesta en marcha de un no tiempo”. Del relato de la salvación -presente en la religión, en la idea de progreso, en las ideologías revolucionarias- habríamos pasado un relato de condena, de pesimismo, de muerte histórica y del tiempo.

Esta sensación de impotencia procede de la incapacidad humana de procesar el volumen de información que la tecnología nos arroja en nuestras manos, de lidiar con la tecnocracia y los retos de la bioética. Se impone una tarea de selección o curación de contenidos y un discurso que les de sentido en el contexto actual.

La principal tarea del pensamiento crítico hoy sería declararnos insumisos a la ideología póstuma y abrir la posibilidad de una nueva ilustración radical

La principal tarea del pensamiento crítico hoy sería declararnos insumisos a la ideología póstuma y abrir la posibilidad de una nueva ilustración radical. El proyecto, en principio parece atractivo, y es lo que de buena manera, en la medida de mis capacidades, estoy intentando hacer aquí en Disidentia.

¿Estamos ante un retour à l’ordre de la teoría crítica mediante una actualización del ideal ilustrado? La idea de la necesidad de una nueva ilustración que supere la posmodernidad no es realmente nueva, viene de autores del humanismo secular y científicos filósofos como Paul Kurtz, o representantes del nuevo ateísmo como Richard Dawkins, Dan Dennett, Sam Harris o Christopher Hitchens. Más recientemente la obra de Steven Pinker, En defensa de la Ilustración (2018) o el éxito de la defensa racional de la tradición de Jordan B. Peterson en sus escritos y numerosas intervenciones públicas pueden interpretarse como parte de este movimiento de reacción por un nuevo humanismo racional.

Parece evidente que las corrientes posmodernas están alcanzando su punto de saturación en los departamentos académicos de todo el mundo. Con el cansancio por las incoherencias lógicas y las enormes carencias empíricas de las ciencias sociales y humanas se ha abierto la batalla por la reinterpretación de la única esperanza de poder reconstruir el sentido en medio de la intoxicación informativa y el sinsentido irracional de la posmodernidad: la Ilustración y su ideal de emancipación.

Otra de las ideas fuerza del citado ensayo de Garcés es que la ilustración radical requiere de las humanidades, y la capacidad de la crítica para lograr la emancipación individual y colectiva. Para ello plantea una serie de hipótesis sobre las humanidades en transición:

  1. La primera es que el desinterés por las humanidades es en realidad una desinstitucionalización. Garcés se presenta ambivalente ante este fenómeno. Yo creo que es positiva y es la única salida: la universidad hoy día está podrida por su burocratización en manos de los mandarines de la corrección política y sólo se puede pensar en libertad fuera de las instituciones académicas.
  2. Que sabemos más sobre la relación del saber con el poder que de la relación del saber con la emancipación. De nuevo vuelvo a estar de acuerdo con Garcés, aunque ella no termine de explicar en qué consiste la emancipación y cómo esta puede hacerse fuera de las ideas ilustradas lockeanas de respeto por la vida, la libertad y la propiedad privada.
  3. La tradición humanista occidental debe abandonar el universalismo expansivo y aprender a pensarse desde un universal recíproco. Al menos en este punto Garcés reconoce que no todo lo proveniente de los dead white men debe arrumbarse. Pero sigue insistiendo que debe convivir con un reconocimiento recíproco de la otredad. Esta idea es equivocada, pues la experiencia ilustrada, primero experimentada por el varón occidental es igualmente válida y replicable para cualquier persona independientemente de su sexo, orientación, procedencia socio-cultural o fenotipo racial. Nada ha emancipado más a mujeres y esclavos que ser propietarios de su cuerpo y sus medios de producción en una sociedad abierta capitalista. El modelo capitalista sigue siendo válido para la emancipación individual y colectiva de todos.
  4. En cuanto a la necesidad del redescubrimiento de la continuidad naturaleza-cultura y de la dignidad humana ante el panorama posthumanista que ya estamos viviendo, podemos afirmar que no es otra cosa que la necesidad desesperada de justificar la intervención estatal en la economía con las excusas ambientales o sociales. La única vía de que el ser humano, en términos kantianos, salga de su autoculpable minoría de edad, de su infantilismo, es adquiriendo responsabilidad, esto es propiedad y libertad sobre su cuerpo, vida y posesiones. Y cuando decimos libertad, decimos libertad para perder y arruinar aquello que no sepa cuidar adecuadamente. No hay libertad sin riesgo.
  5. La última hipótesis es que no podemos perder el tiempo ante la “condición póstuma” del capitalismo globalizado. Sin embargo, aquí Garcés equivoca su diagnóstico, pues no es la versión liberal del relato moderno lo que está en crisis. Lo que verdaderamente está comprometida es la viabilidad del Estado del Bienestar. La crisis de déficit, deuda, gasto público y de tasación asfixiante, de demografía y de presión migratoria a las que está siendo sometido son las pruebas objetivas de esto es así.

No es la versión liberal del relato moderno lo que está en crisis. Lo que verdaderamente está comprometida es la viabilidad del Estado del Bienestar

La nueva ilustración radical pasa por una emancipación de todos los individuos de las servidumbres del Estado del Bienestar que nos está drenando las fuerzas vivas de nuestra sociedad. Debemos exigir de nuevo el sometimiento de todos los ámbitos culturales, incluido el consenso socialdemócrata, al poder crítico de la razón, la lógica y la evidencia empírico-científica.

La Ilustración francesa, que sustituyó el absolutismo del Rey por el del Estado, es una ilustración despótica, paternalista, e incompleta, de una raíz muy distinta de la anglo-americana, verdaderamente libertaria, que puso frenos a la concentración del poder estatal y defendió el límite a la presión fiscal.

La Ilustración no se basta con atreverse a saber; es necesario actuar en consecuencia con el conocimiento adquirido

La única ilustración radical posible es la verdaderamente pendiente en todo el globo: la liberal. ¿Estamos dispuestos a emprender un Boston Tea Party a nivel mundial contra el déficit, deuda y gasto público desmesurado? ¿Realmente queremos todos asumir los riesgos y costes de ser adultos, libres e independientes? Solo añadiría hoy que la Ilustración no se basta con atreverse a saber (lexis); es necesario actuar en consecuencia con el conocimiento adquirido (praxis).

Foto Valentin Antonucci


Si este artículo le ha parecido un contenido de calidad, puede ayudarnos a seguir trabajando para ofrecerle más y mejores piezas convirtiéndose en suscriptor voluntario de Disidentia haciendo clic en este banner: