1.– En este momento de España, todo son incógnitas sobre las instituciones públicas, a las que confiaba Napoleón la continuidad de su obra a las instituciones. Es famosa su frase “después de mí, las instituciones”. Antes había dicho Francisco de Quevedo: «Miré los muros de la patria mía, si un tiempo, fuertes, ya desmoronados». Los muros son las instituciones. En la inédita situación de desmoronamiento histórico y político y de desmoralización en que se encuentra la Nación española, ¿hay alguna institución en la que pueda confiar el pueblo?
“Esto va acabar mal”, titulaba Jesús Lainz un breve artículo publicado en 2018 en «Las amenazas que gravitan sobre España son de naturaleza existencial», escribió recientemente el Sr. Vidal Cuadras, resumiendo una situación inaudita, impensable en cualquier nación de la UERSS. Las dos amenazas más graves, que es dudoso puedan resistir las instituciones, son la posibilidad de que se perpetúen el desgobierno[1] de los “tontos incansables” (Ortega) capitaneados por el dr. Sánchez, por cierto amigo de Soros, y el problema catalán.
2.– Jesús Cacho citaba hace más de un año a Ossorio y Gallardo, quien escribió en 1930 sobre el fracaso de la Restauración canovista: “los regímenes políticos no se derrumban ni perecen por el ataque de sus adversarios, sino por la aflicción y el abandono de quienes deberían sostenerlos”. Citaba también un viejo proverbio chino: “como en el pescado, lo primero que se corrompe en los regímenes políticos es la cabeza”.[2] La “okupación” por el dr. Sánchez de la presidencia del gobierno, legal, pero en absoluto legítima y tampoco democrática de cualquier tipo, ¿fue convenida con el sr. Rajoy que abandonó sin más el poder? Coincidente con la salida a la luz pública de los descuidos del rey “emérito”, el “motor del cambio” fundador formal del Estado de las Autonomías y muñidor del consenso oligárquico que sustituyó la dictadura personal de Franco para que pareciese pluralista, apoya la idea de que la “transición” en manos de “antifranquistas sobrevenidos” ha colapsado definitivamente: delenda est instauratio? Como si fuese espectador de lo que está ocurriendo, decía Ortega en 1921 sobre las dos principales instituciones públicas en España invertebrada: «Monarquía e Iglesia, se han obstinado en hacer adoptar sus destinos propios como los verdaderamente nacionales».
3.– Ante la exhumación de los restos de Franco, enterrado en el Valle de los Caídos por disposición de su heredero, al que regaló el trono -«Yo accedí al trono porque lo quiso Franco»-, su silencio y el de su sucesor han sido sonoros. De menor cuantía empero al ser meramente político –“la política es la piel que cubre lo demás” (Ortega)- que el de la jerarquía eclesiástica. Aun concediendo que no hubo profanación, como llueve sobre mojado ha perdido para muchos creyentes y no creyentes la escasa autoridad que conservaba como custodia del depósito de la Verdad. Respetuosa de la legalidad profana, aunque sea antievangélica, y conformista ante el “ateísmo líquido”[3] del sistema establecido, a la Conferencia Episcopal le ha parecido excesivamente elogiosa la homilía pronunciada en el entierro. Sin embargo, no puede ignorar, a lo mejor sí, que la exhumación-inhumación fue una caprichosa decisión ideológica electoralista, rencorosa, vengativa y, lo más grave, guerra-civilista. La Iglesia -la jerarquía- ¿se autodisculpa con la prudencia, no se entera de nada, no quiere enterarse, o no le importa en absoluto lo que ocurre en España? ¿Significa algo la pax Ecclesiae?
A la descalificación, quizá buscada, de esas dos instituciones fundamentales, se ha unido asimismo la de la institución judicial. Desde que el Sr. Guerra anunció el entierro de Montesquieu, tampoco inspiraba demasiada confianza. Pero «la obsequiosa sentencia del Tribunal Supremo, que sanciona la indefensión del ciudadano español, carente de derechos absolutos, frente a la voluntad arbitraria del poder político, y que directa o indirectamente legitima que un gobierno apruebe un decreto-ley ad hoc no extraordinario ni urgente»,[4] la ha dejado definitivamente fuera de juego. Aunque hay que decir en descargo de muchos jueces no ideologizados -no ciertamente los del Supremo, designados por los partidos-, que no tienen más alternativa que aplicar las leyes que fabrica en masa el consenso oligárquico o abandonar la carrera.
4.– El desentierro-entierro, che non rispondi alla necessità delle cose, ha sido un pecado político que no perdonaría Maquiavelo. Innecesario políticamente, es un crimen contra la ratio status y el sentido común: unido a la situación de Cataluña, ha resucitado el fantasma -es de esperar que no los odios- de la guerra civil de1936-1939.[5] Los efectos “colaterales” pueden ser muy serios.
Además, precisamente ante el conflicto con la proclamada República catalana -«hoy es España, más bien que una nación, una serie de compartimientos estancos», vuelve a decir Ortega como espectador en el ensayo citado, muy actual con algún reparo-, tampoco han dicho los monarcas algo realmente pertinente, y aún menos la Iglesia -esto desde hace tiempo- sobre el clero nacionalista que lo legitima falsamente. Esas dos instituciones, ¿son sólo apariencias, formalidades diría Hegel? El viento de la historia acaba barriendo por inútiles las instituciones meramente formales.
En fin, la frase de la ministra de Justicia, testigo de la exhumación, “es la primera victoria de los vencidos”, desmitifica la transición, rebautizada enseguida por Jesús Fueyo como “transacción”, pues no se devolvió la libertad política al pueblo. Ambos hechos, casi simultáneos, han puesto fin al cacareado mito de que la transición a la Monarquía -apoyada por la Iglesia- trajo la democracia y las libertades.
5.– La situación política de España en 2019, «zancadilleada constantemente por pillos, pillastres, ladrones, sinvergüenzas, pájaros de mal agüero y listísimas boquitas de piñón, cuando no sencillamente por canallas hijos de mala madre», decía Cacho en otro artículo,[6] es inaudita. En términos políticos es una Ausnahmezustand o situación excepcional.[7] Tanto que, al tocar fondo, podría liberarse del Estado de las Autonomías y la pesadilla de la democracia avanzada, la meta de la III Instauración según el preámbulo de la Carta-constitución engendrada en 1978.[8] Un concepto leninista que justifica el “revolucionarismo”, un concepto muy útil de Jules Monnerot[9] para entender la transición y la paulatina restricción de las libertades civiles y personales. Por el bien del pueblo, diría sarcásticamente Philippe Muray.[10]
6.– Una idea fuerza de socialistas, comunistas, bolivarianos, anarquistas y similares entusiastas de la democracia avanzada, es obviamente la República. Que es también el Triebfeder o motor que agrupa a los separatistas e independentistas catalanes, que la han sacado a la lucha política con más vigor que otros grupos o partidos. Idea soterrada desde el comienzo de la transición a la Monarquía, que comparten más o menos vagamente las generaciones jóvenes y mucha gente madura, porque el Zeitgeist es republicano y porque la transición deja mucho que desear. Como la Monarquía fió todo al consenso oligárquico, roto por los revolucionaristas catalanes, es muy probable que no reaccione. ¿Subsistirá con dictadura, como en los años veinte del siglo pasado -la dictadura de Primo de Rivera- o sin ella? Si cae la Monarquía, ¿qué República?
7.– La que se vende más en el mercado es, en este momento, la catalanista nacionalsocialista con la que está dispuesto el dr. Sánchez a dialogar habermasianamente, es decir, interminablemente, pues Habermas no le sonará, lo que facilitaría que cristalice el procés de modo que parezca irreversible, pues el doctor parece estar convencido de que España es la “nación de naciones” inventada por Prat de la Riba. Su única reserva es que no sabe cuántas. Como dijo en alguna ocasión, duda si es «una nación con al menos tres o cuatro naciones» o «todas las naciones son España» como si España fuese el mundo entero.
Lo del diálogo sirve también para disimular, un consejo de Maquiavelo, que, según todas las evidencias, padece, igual que el Ldo. Rodríguez Zapatero, la enfermedad, diagnosticada por el gran poeta Luis Cernuda, de los españoles que “no han podido deshacerse de una obsesión secular: que dentro del territorio nacional hay enemigos a los que deben exterminar o echar del mismo.” De momento, se limita a desenterrarlos tomando partido como buen progresista por el fenecido Frente Popular de los años treinta del que ha debido oír hablar, al mismo tiempo que, siguiendo las sabias enseñanzas del Sr. Zapatero, para quien el secreto del arte de gobernar consiste en crear “tensión”, alienta el clima de guerra civil. Y menos mal que es muy improbable que ninguno de los dos tenga la menor noticia del libro de Saúl David Alinsky Reglas para radicales,[11] lectura muy recomendable para quienes tengan interés en conocer las tácticas de los activistas de la política correcta del marxismo cultural.
8.– Otra posibilidad, también en el mercado, es la República bolivariana del socialismo del siglo XXI en la versión pseudoleninista de las señoritas y señoritos de Podemos y sus diversas banderías infantiles, ejemplo actualizado de “la enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”, de la que se burlaba el gran Lenin en un ensayo de ese título. El mayor argumento del cultísimo Sr. Iglesias, fundador de ese movimiento de comunistas de terciopelo dispuestos a sacrificarse viviendo del erario público, y a ser posible en dachas para parecer más soviéticos, es que “el gobierno sea de izquierdas”. A la verdad, en los Estados Totalitarios “liberales” como describió Robert Spaemann poco antes de morir a los de la UERSS (Unión Europea de las Repúblicas Socialistas Soviéticas), podría ser también de “derechas”, pues sus tentáculos son los partidos de derechas e izquierdas. Que sólo se distinguen por su largura de manos y el tipo y la cantidad de promesas y mentiras que cuentan para embaucar a los votantes. Estados qué, en realidad, ni siquiera son ya socialdemócratas sino estatistas como los del despotismo oriental que llamó la atención de Carlos Marx. Pero ese tipo de República es prácticamente irrealizable: molestaría a Mr. Trump por sus resonancias venezolanas e iraníes. El dr. Sánchez debe saberlo y es por eso insensible a los requiebros de podemitas y podemitos.
9.- La nave del Estado guiada por un timonel okupa como se dice popularmente, un narcisista obsesionado en ser presidente, y si fuese posible monarca, marcha sin rumbo. Los griegos decían que cuando la democracia es demagogia se hace presente la anarquía como está ocurriendo en toda la Nación, donde campan, por ejemplo, por sus respetos grupos y mafias okupas amparándose en la legalidad progresista vigente. El mismo movimiento catalán es en buena medida una confusa reacción anarquizante contra la situación. Tanto que, en opinión de E. García Serrano, la democracia avanzada es tan progresista que no regresaría a la II República mitificada por el consenso oligárquico, sino que se retrotraería a la I República cantonalista.[12].
10.– ¿Se rebelará la Nación contra el progresismo reaccionario? Si la Nación se rebela, ¿prescindirá de las instituciones inútiles? En la guerra, la táctica mejor frente a una división acorazada es oponerle otra división acorazada y como las cosas han ido demasiado lejos, la mejor opción para resolver sin traumas el republicanismo catalán puede ser oponerle una República Nacional liberal y democrática, a ser posible presidencialista. El presidencialismo es también a fin de cuentas una forma monárquica del gobierno, lo que consolaría a los monárquicos residuales, y más en consonancia con el Zeitgeist al ser democrática. Let’s wait and see. «Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora» (Eclesiastés, 3,1).
11.– Decía Proudhon, que todo tiene su lado malo y su lado bueno y según el conocido verso de Hölderlin, wo aber Gefahr ist, wächst das Rettende auch!, donde está el peligro crece también la salvación. El episodio catalán tiene su lado bueno. Como confirmaron inmediatamente las manifestaciones de catalanes en Barcelona los días 7 y 28 de octubre de 2018 y otras sucesivas defendiendo la Nación española huérfana del gobierno,[13] ha dejado claro, que el Estado de las Autonomías es antipolítico y que la clase dirigente que okupa y patrimonializa el Estado es el único responsable de la rebelión catalana y de la posible implosión de la III Instauración, que no ha tenido suerte con sus políticos. Los últimos tres presidentes del gobierno, sobre todo los dos socialistas, han sido los peores de toda la historia de España.[14] Si se confirma como jefe del gobierno el dr. Sánchez, tan enemigo de la Nación española a juzgar por su actitud como el sr. Rodríguez Zapatero, y aún más corto de luces, salvo un capricho de la Fortuna, sobrevendrá tarde o temprano la implosión o explosión política del tinglado autonómico.
12.– Advertía José Miguel Ortí Bordás hace cuatro años: «Los españoles recelan de la política, lo cual resulta sumamente desalentador por lo que puede acarrear de dejación y renuncia. Semejante recelo está dejando paso a un creciente y nada despreciable sentimiento de irritación…».[15] Sentimiento intensificado por la exhumación-inhumación, cuyo único mérito es ser una exclusividad española, única en el mundo civilizado, y por la aventura catalana que ha hecho de despertador: el conjunto de los españoles está harto del consenso oligárquico que “pasta del pueblo”, como decía Galdós de los partidos políticos de la penúltima Instauración, las instituciones están desacreditadas y el sistema carece de arraigo a pesar de las apariencias, las encuestas y la propaganda fides de la dictadura fáctica del consenso y sus apoyos financieros, las grandes empresas y bancos del Ibex a los que les va muy bien con X el crony Capitalism, el capitalismo de Estado de los regímenes socialdemócratas.
13.– Los separatistas e independentistas catalanes -no sediciosos; la sedición es para reclamar libertades para todos, no la libertad de los oligarcas catalanes para hacer de su capa un sayo-[16] tienen el mérito de haber sacado a la Nación de su letargo. Hasta el dr. Sánchez reconoce en un rasgo de sinceridad, que «no hay nada más fuerte que la verdad», y ha empezado a darse cuenta, que la estafa del Estado de las Autonomías, que multiplica las oligarquías depredadoras y la corrupción, es irreformable. Lo ha dicho el etarra Arnaldo Otegui: “el Estado español es irreformable y nosotros también lo somos y no vamos a renunciar a ser independentistas”.
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[1] El desgobierno lleva consigo, escribe Alejandro Nieto, quien ha elaborado esta categoría política, «la nota de intencionalidad y no la mera ignorancia o incapacidad que provocan un mal gobierno o una mala administración». El desgobierno de lo público. Barcelona. Ariel 2007. I, p. 33. Como diría Julien Freund, es un tipo de gobierno que organiza el orden político de modo calculado para satisfacer los intereses particulares de los gobernantes y sus amigos y clientes. Th Frank sostiene también en The Wrecking Crew: How Conservatives Rule (New York Metropolitan Books, 2008), que el desgobierno no es un accidente. Es la corrupción estructural denunciada por Antonio García-Trevijano.
[2] “Casado y un milagro; Soraya o la derrota”. vozpopuli.com (15. VII. 2018).
[3] Vid. Cardenal Robert Sarah, Se hace tarde y anochece. Madrid, Palabra 2919.
[4] F. del Pino, “La cuestión más relevante de las elecciones”. Expansión (6.XI.2019). Del Pino sugiere que la exhumación no es independiente del “procés”.
[5] Importante por el momento en que se produjo y ser la primera gran derrota del mesianismo soviético, se ha hipertrofiado como si hubiera sido la guerra civil absoluta: Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, USA,… han padecido guerras civiles tan graves o más. En la misma España, hubo tres guerras civiles en el siglo XIX, si bien de alcance limitado; conflictos dinásticos que no ponían en juego la Nación Histórica. Sólo a gentes gravemente taradas se les podía ocurrir una revancha, aunque sea simbólica, ochenta años después. El perdedor, Santiago Carrillo, les habría reprochado su irresponsabilidad. El contexto, “El régimen más estúpido de la historia de España” (J. Benegas y J. M. Blanco en vozpopuli.com. 16. I. 2016), puede ayudar a entender semejante estupidez consentida por los otros partidos colaboradores necesarios.
[6] J. Cacho, “Y por fin se fue”. vozpopuli.com (11. IX. 2018). El periodista es optimista: «El país que salió adelante tras el reinado de Isabel II será capaz de superar esos y otros trances de la mano de ese español medio infinitamente superior en calidad moral y humana a sus políticos». Pero el país no estaba entonces dividido por las autonomías feudales ni bajo la bota de la política correcta sovietizante.
[7] Vid. el artículo, casi un réquiem, de L. Gonzalo y González, “Una hora de España”. Diario ABC (11.VIII.2019).
[8] Lenin se había referido en Dos tácticas a las “tareas democráticas avanzadas de la clase de vanguardia” y el jefe del partido comunista uruguayo Rodney Arismendi teorizó sobre la “democracia avanzada” en Lenin, la revolución y América Latina. Montevideo, Ediciones Pueblos Unidos 1970.
[9] Vid. Sociología de la Revolución. 2 vols. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales 1979
[10] Vid. El imperio del bien. Granada, Nuevo Inicio 2012.
[11] Puede verse en internet en inglés y en español.
[12] “Vamos a la I República”. El Correo de Madrid (3.XII.2019).
[13] Cf. entre otros, P. Fernández Barbadillo, “La derecha se escapa del corral”. actuall.com (10.X.2017).
[14] Los gobiernos del Sr. Rajoy y el dr. Sánchez no sólo han financiado a los rebeldes como si no pasara nada, sino que, lavándose las manos -haciendo dejación de sus obligaciones- han judicializado lo que es claramente un conflicto político suscitado por una oligarquía autonómica aprovechando el descontento por la corrupción estructural que asuela a toda la Nación.
[15] Desafección, posdemocracia y antipolítica. Madrid, Encuentro 2015. 1ª, p. 51.
[16] Por eso se llama guerra de secesión a la guerra civil norteamericana de 1861-1865. La guerra por la independencia entre 1775 y 1783 fue también una guerra de secesión, pues el gobierno inglés les negaba a los americanos las libertades inglesas.