No creo que nadie se sorprenda por el título de este artículo, aunque lo pueda hacer por el tremendo palabro que he utilizado. Y es que Europa se ha convertido en un Estado totalitario para todo lo relacionado con Internet, las Apps, las telecomunicaciones y todas esas cosas con las que nos hemos acostumbrado a vivir a través de nuestros teléfonos móviles y ordenadores.

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Estado Totalitario, por precisar conceptos, es aquel que puede regular todas las relaciones sociales entre los individuos. Y es importante el matiz de que “puede” regular. Ni el antiguo estado soviético ni la pesadilla totalitaria que es Corea de Norte pueden presumir de haber regulado todas, absolutamente todas, las interacciones de los individuos que habitan o habitaban en su territorio. Pero lo que si tenían claro todos esos individuos es que cualquiera de esas relaciones la podía regular el Estado como y cuando quisiera.

Lo tenebroso es que realmente no parece haber cortapisas para que este Estado Totalitario de Internet se extienda a otros sectores económicos. Si lo han podido hacer con Internet, ¿qué hay que le impida a las instituciones comunitarias hacer lo mismo en otros?

En Internet, cada vez son más las relaciones intervenidas por las regulaciones de las instituciones europeas. Sin ir más lejos, hoy me desayuno con la noticia de que la CE va a proponer que se regulen las actualizaciones de los sistemas operativos[1]. Y la noticia también recoge que ya se ha regulado el puerto de carga de los teléfonos móviles.

Son noticias que ya no producen amargura, ya que el proceso de totalitarización lo tengo descontado, por lo que se limitan a producirme hilaridad. Lo tengo descontado, porque, como cualquier conocedor de la teoría del intervencionismo o del control de precios de Ludwig von Mises, sé que la intervención en los mercados precisa de más y más intervención en cada vez más ámbitos económicos para alcanzar sus objetivos, de forma que termina en planificación central, o, lo que es lo mismo, en un Estado Totalitario en que todas las relaciones, en este caso comerciales, están o pueden estar intervenidas. Así que gracias a von Mises nos sabemos el final de la película, y lo entretenido es observar cómo se llega al desenlace.

Para los que llevamos un tiempo en el sector, y por mucho que la teoría lo prediga, sigue siendo impresionante la vista del pasado que contemplamos en la actualidad. Como la semillita que era la regulación asimétrica ante la liberalización del mercado de las telecomunicaciones, hasta ese momento en monopolio legal, se ha convertido en una hidra-hiedra de mil ramas que cubre toda la actividad, no solo de las telecomunicaciones, sino de Internet, y llegando a los terminales y ordenadores. Como la proverbial rana de la cazuela hirviendo, la mayoría vivimos en el día a día y este proceso apenas lo notamos en su gradualidad, por lo que aguantamos el calentamiento paulatino hasta que no hay vuelta de hoja. La cazuela hirviendo solo se puede observar desde fuera, y por eso la rana a la que meten de golpe es la única que puede escaparse y sobrevivir.

Decía que el origen se puede trazar a la liberalización del mercado de telecomunicaciones, una idea excelente que fue impulsada por la Comisión Europea. Los operadores que hasta ese momento disfrutaban del privilegio del monopolio legal, vieron desaparecer esa barrera de entrada y surgir la amenaza de alternativas, que tan buenos resultados causa a la sociedad. Desgraciadamente, la liberalización no se detuvo en la apertura de los mercados, sino que promovió la entrada de competidores mediante una regulación asimétrica que, básicamente, trataba de igualar las posiciones de partida con la del antiguo monopolista. Al mismo tiempo, y como ya sabemos que los políticos solo se fían del mercado de boquilla, concedían unos “derechos” a los usuarios para garantizarles que la competencia en el mercado no les perjudicaría.

Ya estaba el daño hecho: a partir de aquí, entra la teoría del intervencionismo en funcionamiento, y esa regulación, para ser efectiva, se fue extendiendo a nuevos servicios (Internet, móvil), a nuevos ámbitos, a nuevos operadores…Para hacerse una idea, en el momento actual el Código de Telecomunicaciones tiene 127 artículos; y dicho código es solo la punta del iceberg de la regulación que afecta a los proveedores de Internet, que no bajará de los cientos de miles de páginas.

Entre toda esta normativa, hay una que llama la atención por sus consecuencias para el proceso totalitario que se está describiendo: la regulación de la Neutralidad de Red. Esta regulación fue impulsada por agentes como Google en los EEUU para evitar que las telecos bloquearan sus servicios. Tras mucha polémica, entró en vigor y se mantuvo así un par de años hasta que la administración Trump la tumbó, y desde entonces nadie se ha quejado de problemas de neutralidad, problemas que en todo caso no dejaron de ser anecdóticos[2].

No ocurrió lo mismo en Europa, donde se implantó y nunca se ha abolido. El efecto de dicha regulación es que, en la práctica, elimina el poder de negociación de los operadores vis-a-vis los agentes de Internet, entre ellos Google, Facebook o Amazon.

Sin la disciplina competitiva que impone el proveedor de su principal insumo, y también atendiendo de forma excepcional las necesidades de los clientes, todo hay que decirlo, estos agentes han podido crecer sin límites. Se han transformado así en el nuevo “problema” a resolver por el Estado Totalitario de la UE, que considera que agentes tan grandes perjudican a los usuarios (sobre todo si son estadounidenses, aunque ese es otro debate).

En consecuencia, ha decidido aumentar su intervención en las relaciones comerciales de Internet. Ahora les toca el turno a los grandes agentes tecnológicos, como los antes citados. Para ello, se ha promulgado un engendro llamado Data Market Act (DMA). Que nadie se preocupe, no toca entrar aquí en sus detalles. Pero su justificación y articulado son posiblemente la prueba más clara, hasta el momento, de esa deriva totalitaria que vive el sector en Europa. Por si sola, la existencia de una legislación como el DMA ya justificaría el Brexit, pues un verdadero atentado contra la “Rule of Law” y quiero pensar que en Inglaterra algo de eso sigue habiendo.

En cualquier caso, en breve tendremos a Google, Facebook, Amazon, Apple y algún otro despistado, prestándonos servicios no como ellos quieren, sino cómo diga la Comisión Europea que tienen que hacerlo. Por cierto, a la vista de lo descrito, a nadie debería extrañar el debate recientemente abierto por las telecos sobre si dichos agentes tienen o no que pagar por el abundante uso que hacen de las redes: como buen régimen totalitario, no es posible resolver esto dentro del mercado, y hay que acudir al Estado para que intervenga también en estas relaciones.

Obviamente, no acaba aquí el proceso. La demostración del totalitarismo que sufre Internet en Europa se puede ver en muchos más sitios, no siendo el de menos importancia el Reglamento de Protección de Datos (RGPD), con el que se intervienen nuestras relaciones con los proveedores de Internet al respecto de los datos personales que les dejamos o no.

Y se va a ver en más aún: ahora mismo hay proyectos de legislación para regular cómo se utilizan los datos de la Internet of Things (IoT), o cómo se tienen que proporcionar los servicios en la nube, o qué tipos de algoritmos de IA serán posibles legalmente en Europa, o si se pueden usar las criptomonedas. Incluso quieren regular, aunque parezca un oximorón, la cesión de datos personales a las AAPP en caso de emergencias. O sea, regular cómo hay que comportarse en situaciones excepcionales.

No paran aquí y tratan de anticiparse al futuro, que en estos momentos apunta hacia los llamados Metaversos. Ya han dicho en la CE que de momento no ven necesidad de regular nada, lo que es el indicio más evidente de que en breve empezarán el proceso para su regulación. ¿Hay mayor totalitarismo que tratar de fijar unas relaciones humanas que ni siquiera se han creado?

Esta exigua recopilación no tiene la intención de ser exhaustiva. Quedémonos con lo de la punta del iceberg, aunque ni siquiera es esa una comparación adecuada[3].

Lo tenebroso es que realmente no parece haber cortapisas para que este Estado Totalitario de Internet se extienda a otros sectores económicos. Si lo han podido hacer con Internet, ¿qué hay que le impida a las instituciones comunitarias hacer lo mismo en otros? ¿O quizá lo están haciendo ya, como parece observarse en el mercado energético o en el financiero? Esto significaría que, de facto, el Estado Totalitario denunciado para esta actividad específica, es en realidad un Estado Totalitario completo, en el que las relaciones aún no reguladas pueden serlo en cualquier momento y de la forma que a los políticos les parezca.

Por dar alguna luz de esperanza, y gracias a que las instituciones europeas pretenden hacer del proceso totalitarizador un proceso democrático, esto es, convencernos de que los totalitarios somos los ciudadanos europeos, las cosas van bastante despacito, y seguramente no les dé tiempo a totalitarizar otro sector antes de su implosión y (esperemos) desaparición.


[1] https://www.xataka.com/legislacion-y-derechos/union-europea-se-plantea-poner-fin-al-gran-problema-android-actualizaciones-obligatorias-cinco-anos

[2] En los últimos años el único y más sonado debate relacionado con la neutralidad de redes fue la expulsión de Twitter de, precisamente, el expresidente de los EEUU. Pero, claro, aquí el atentado contra dicha neutralidad viene de un agente de Internet. Nunca ha ocurrido nada remotamente similar con los operadores de telecomunicaciones.

[3] La punta del iceberg supone, según el principio de Arquímedes, un 11% del volumen del iceberg. Las poco más de 1000 palabras de este artículo suponen un porcentaje despreciable del cúmulo legislativo que totalitariza Internet en Europa. Quizá si habláramos de la punta de la punta de la punta de la punta del iceberg la imagen sería más correcta.

** Fernando Herrera, Doctor Ingeniero de Telecomunicación, licenciado en CC Económicas y Diplomado en Derecho de la Competencia.

Foto: Kevin Ku.

Publicado originalmente en la web del Instituto Juan de Mariana.

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