El día después del inesperado y sorprendente triunfo de Javier Milei en las elecciones Primarias Abiertas Obligatorias y Simultáneas (PASO), el periodista Marcelo Bonelli le preguntó en la televisión argentina: “¿Usted es un loco?”. El candidato de La Libertad Avanza, muy tranquilamente lo miró y respondió: “La diferencia entre un genio y un loco es el éxito”.  Solo un “loco” en la Argentina de hoy es capaz de dar el paso y saltar a la arena política en un país inmensamente rico en recursos naturales y humanos, con una historia de grandeza que fue destruido socialmente, empobrecido económicamente y sumido en una decadencia moral inimaginable sin precedentes, marginado de la esfera internacional, debido a la corrupción sin medida de su casta política. El advenimiento de Javier Milei marcó un antes y un después rompiendo la hegemonía absoluta del peronismo en sus diversas y perversas mutaciones. A partir del 10 de diciembre próximo, cuando asuma como Presidente de la República Argentina, se comenzará a ver en los hechos esa diferencia de la que hablaba el “peluca” libertario.

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De lo que sí hay certeza es que el 19 de noviembre ya es una fecha histórica. La victoria de Javier Milei en la segunda vuelta es la muestra de que el país ha cambiado: más del 55 % de los argentinos apostaron por la locura del sentido común, por poner orden en el caos, por volver a la cultura del trabajo y el esfuerzo, por respeto de las leyes, la propiedad privada, la democracia y en definitiva por la libertad. Lo que quieren dejar atrás son dos décadas de kirchnerismo, es decir, el  establishment cleptocrático enquistado en el Estado, utilizado en beneficio propio de manera obscena, condenando a la miseria a más del 40 % de la población y a la marginalidad absoluta de otro 10 %. La argentina actual es un sitio difícil y peligroso  donde vivir. La impunidad, la delincuencia, el desempleo, la inflación descontrolada, el hambre y el narcotráfico campan a sus anchas en territorios antes prósperos y seguros… algo inimaginable y que sin embargo sucedió en el considerado “granero del mundo” hace menos de un siglo.

Para poner en valor y entender la dimensión del éxito del “fenómeno Milei”, es importante tener también en cuenta que hace solo poco más de dos años atrás quien está hoy en el foco de la escena política, era un auténtico desconocido

Milei se presenta como liberal y libertario -un concepto hasta ahora exótico en la política argentina- que acuerda y coincide en un proyecto común con sectores afines al pensamiento más tradicional de la derecha nacional, con el conservadurismo clásico y sectores históricos considerados históricamente como centristas. Su mensaje atraviesa capas sociales y etarias, identidades, e ideologías, calando en las víctimas del “kirchnerato”, como define Eduardo Feimann al régimen despótico instalado en Argentina. ¿Quiénes son estas víctimas? Son los que trabajan día a día sin descanso por un salario que no alcanza para cubrir las necesidades básicas por culpa de una inflación del 140%; los pequeños comerciantes y empresarios ahogados a impuestos; lo que queda de lo que fue una pujante clase media hoy pauperizada; los que no están a salvo de los ladrones ni siquiera dentro de sus casas; los ciudadanos que cumplen con sus obligaciones y ven que los que no lo hacen gozan de impunidad; los que no encuentran un trabajo digno y se ven empujados a la marginalidad; los que disienten  del discurso único del poder, los que perdieron la esperanza en la justicia por falta de ella. En definitiva son los argentinos que no viven de la política del régimen, de las prebendas del Estado, ni de los subsidios que compran voluntades.

El hoy presidente electo, al plantarse con claridad y sin complejos como una alternativa a la agenda comunista del Grupo de Puebla capitaneada por Maduro y Lula, al socialismo, al comunismo, a los “zurdos de mierda”, a la política de la cancelación, a la ideología de género, al lenguaje inclusivo, al fanatismo climático, a los que viven a costa de los demás y al despilfarro del dinero publico, él mismo, su proyecto, sus seguidores y votantes, fueron fue demonizados como peligrosos ultraderechistas que acabarían con los derechos y la democracia por parte del gobierno kirchnerista y sus terminales mediáticas y propagandistas. Los resultados obtenidos y las manifestaciones de jubilo que recuerdan a la obtención del Campeonato Mundial de Fútbol, demuestran que la campaña del miedo no ha funcionado. Esto también indica que cuando se toma la iniciativa con determinación, con voluntad de vencer y sin miedo ni complejo, la victoria se logra.

El voto a Milei no es un voto doctrinario al minarquismo, el anarcocapitalismo o el libertarismo, no es un voto ideológico sino de supervivencia, un voto por recuperar la normalidad, el sentido común, la igualdad, la justicia y la libertad. Dudo que los 14 millones y medio que optaron por Javier Milei lo hayan hecho conociendo las propuestas de la Escuela Austriaca de pensamiento económico, Ludwig von Mises o Friedrich Hayek. Pero sí estoy convencido de que lo han hecho porque están hartos de que se asesine para robar un par de zapatillas o el teléfono móvil, o que maten de un tiro en la cabeza a un jubilado para robarle la mísera pensión mensual.  Milei dejó un mensaje claro de entender más allá de lo ideológico: “Hoy hay una  degradación de los valores morales. La vida no vale nada, hoy hay un fuerte desprecio por la vida y para acabar con esto hay que ir a la raíz para acabar con el problema. Hay que cambiar por una nueva doctrina en la Argentina: el que las hace las paga”. Ya era hora de rendir cuentas en Argentina.

Para poner en valor y entender la dimensión del éxito del “fenómeno Milei”, es importante tener también en cuenta que hace solo poco más de dos años atrás quien está hoy en el foco de la escena política, era un auténtico desconocido. No proviene del ámbito de la política partidaria y si embargo en muy poco tiempo consiguió una hazaña histórica e impensable como la de derrotar al poderoso aparato del Estado amalgamado con los partidos políticos históricos como el peronismo y en menor medida también con los resabios del radicalismo. Sin estructura partidaria, sin apoyo institucional, sin financiamiento económico público ni mediático, el “fenómeno Milei” es una revolución política en la Argentina fruto de la audacia que solo tienen los “locos”, nacida de un pequeño núcleo de colaboradores cercanos, la estrategia e inteligencia de su hermana Karina,  el compromiso de Victoria Villaroel -su mano derecha- y la pasión y entrega de sus militantes. Su personalidad, carisma, desparpajo, ética y estética transgresora, espontaneidad desprejuiciada y cercanía con la gente, hicieron el resto. Era el hombre indicado para llevar adelante un proyecto revolucionario, transformador desde la derecha ideológica que rompiera los estereotipos que la habían alejado de las mayorías.

Hoy comienza la reconstrucción de la Argentina” fue la primera frase de su primer discurso como vencedor de la elecciones y agregó: “Hoy se termina la idea de que el Estado es un botín a repartiste entre los políticos y sus amigos (…) La situación de la Argentina es crítica. No hay lugar para gradualismos ni para la tibieza, no hay lugar para medias tintas. Si no avanzamos rápido con los cambios estructurales que la Argentina necesita, nos dirigimos a la peor crisis de nuestra historia. Tenemos un problema monumental por delante: la inflación, el estancamiento, la falta de empleo genuino, la inseguridad, la pobreza y la indigencia. Problemas que solo tienen solución si volvemos a abrazar las ideas de la libertad”. En sus palabras ha dejado en claro la gravedad de la situación y los desafíos por resolver. Lo que debe enfrentar el nuevo gobierno es una tarea titánica después del triunfo en las urnas.

Argentina tiene una oportunidad de oro antes del colapso definitivo. Milei será el responsable de conducir el proyecto y plasmar las demandas ciudadanas de vuelta a la normalidad, con el horizonte de transformar el país en una “potencia” de aquí en tres décadas como prometió, con reformas liberales en lo económico y conservadoras en lo social. No es un superhombre ni un mesías y cometerá también errores, como todos. Lo que vemos y podemos percibir es que es un político, en el estricto sentido etimológico del término, con la vocación patriótica de reconducir su país por el camino de las grandes naciones. Milei es el electroshock para salvar a una Argentina en paro cardíaco y la última terapia para rescatarla de la muerte.

En el plano geopolítico el futuro gobierno dará un abrupto cambio de rumbo dejando en claro que la Argentina no se uniría al grupo BRICS, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, y para el que el país -junto a otras cinco naciones, entre ellas, la república Islámica de Irán- tiene invitación para ingresar en enero. Milei adelantó que no haría “negocios con ningún comunista”, en referencia a China, dejando a entender que también el brasilero Lula y otros gobiernos de este signo estarían incluidos en el veto, ya que, como afirmó, “el socialismo es una enfermedad del alma”. En declaraciones a Radio Mitre, Milei señaló “Mi primer viaje va a ser a EEUU y estaría viajando a Israel. Esos son los primeros viajes que voy a estar haciendo. Todo será antes de asumir la presidencia”. Argentina bajo su mandato volvería a posicionarse con claridad nuevamente en Occidente.

Con un “¡Viva la libertad, carajo! Dios bendiga a los argentinos” Javier Milei se despidió de los miles de seguidores que celebraban el triunfo la noche del domingo19 de noviembre, poniendo cierre a una época y dando inicio a una nueva era en un país que desea locamente recuperar la cordura. ¿Loco o genio? El tiempo y la Historia nos darán la respuesta.

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