«De todas las tiranías, una tiranía ejercida sinceramente por el bien de sus víctimas puede ser la más opresiva. Sería mejor vivir bajo barones ladrones que bajo omnipotentes entrometidos morales. La crueldad del barón ladrón puede a veces dormir, su avidez puede en algún momento ser saciada; pero los que nos atormentan por nuestro propio bien nos atormentarán sin fin, pues lo hacen con la aprobación de su propia conciencia.” -C.S.Lewis

Publicidad

Hay una nueva medida despótica justificada en la defensa contra el coronavirus que ya lleva tiempo gestándose, tanto en España como fuera: el pasaporte de vacunación o cartilla Covid. Cuando fue propuesta por Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, este verano, la medida recibió un gran número de críticas. Ahora que lo propone la Unión Europea, el gobierno parece apoyar la medida cuando fue una de las voces condenatorias de la propuesta de Díaz Ayuso. Curiosamente, algo similar ha sucedido con la compra de la vacuna Sputnik. En España se ha visto durante toda la pandemia que cualquier medida tomada por el gobierno será alabada por los medios de comunicación, sea esa una y su contraria al día siguiente, y aceptada sin apenas queja ni oposición.

Estimo que esto es realmente triste y que debería cambiar. El pueblo español y europeo debería empezar a emular al estadounidense en su desconfianza hacia el gobierno y oponer cierta resistencia a mandatos tiránicos como sería un pasaporte de vacunación. En Estados Unidos también se está hablando de la imposición de un pasaporte de vacunación, pero allí las voces disidentes ya se han empezado a alzar, empezando por secciones del Libertarian Party como la de Kentucky. El primero en tomar medida ha sido el gobernador de la Florida, Ron DeSantis, quien ha prohibido a las empresas solicitar un pasaporte de vacunación a sus trabajadores y clientes.

Tampoco estoy a favor de esta regulación. Creo que el estado debería desaparecer, pero a falta de algo mejor, al menos entrometerse lo menos posible en el quehacer de las empresas. No obstante, puestos a elegir, prefiero ver a las empresas prohibiéndoseles requerir la cartilla que forzándoles a hacerlo. En EE. UU. el gobierno está reuniéndose con empresas para desarrollar la aplicación, que consistiría en un registro digital de toda la información médica y ubicación en todo momento para poder entrar a tiendas, desplazarse, asistir a eventos y cualquier otra prohibición que se les ocurra. (Irónicamente es el mismo gobierno que se opone a requerir un documento de identificación para votar porque es racista, pero esto se supone que es completamente normal). Es una herramienta de espionaje que recuerda fácilmente al sistema de crédito chino, según el cual podrás contratar unos servicios o comprar unos bienes si tienes un buen crédito. Motivos para ver tu crédito reducido es hablar mal del Partido Comunista Chino. Al establecimiento con el que intentes comerciar le dará igual si tú has hablado mal o no del PCC, pero lo que buscan es su favor y, por tanto, no descontentarlos. Si eso incluye prohibir la entrada a quienes el PCC indique, así será.

En España o en EE. UU. nunca se ha pedido un pasaporte de vacunas a los ciudadanos para disfrutar de bienes o servicios. A más de un año de las ‘‘dos semanas para aplanar la curva’’—las dos semanas más largas de la vida de muchos—, no hemos visto empresas pidiéndolo porque no lo verían necesario. Lo que antes era motivo de teorías conspiranoicas, ahora cada vez se acerca más a una realidad a la que deberíamos enfrentarnos. Esta aplicación o cualquier tipo de aplicación similar, solo servirá para que el gobierno nos tenga aún más controlados, para olvidarnos de cualquier privacidad con respecto a nuestros datos médicos y, lo que es peor, una monitorización constante de nuestra ubicación por nuestro bien.

Este nuevo tipo de autoritarismo con corte chino, ya se ha impuesto en Israel y Nueva York, donde ya se tiene que demostrar que tienes un derecho de estar en público. En Israel se tiene que ir con una pulsera. En Israel los ciudadanos son marcados según si tienen derechos o no, según si pueden participar en la sociedad o no. Este sistema una vez en marcha crea una sociedad de castas, una donde una cierta parte de la población tiene derechos y otra no. Y esto no será el final de las políticas autoritarias. Se nos venderá como el único remedio para volver a la normalidad, pero luego aparecerá otra excusa para robarnos más libertad aún. Unos ciudadanos, los que el estado dicte, podrán disfrutar de unos bienes y servicios, los que el estado dicte. Y todo esto justificadamente. Stalin solo podría haber soñado con este poder.

Los políticos nos despojan de nuestras libertades paulatinamente, aumentando cada más la temperatura del agua hasta que hierva y así, como la rana, no saltemos. ¿Pero por qué deberíamos aceptar esta nueva medida? Si la vacuna funciona, entonces quien ya la tiene está a salvo y le debería de dar igual si yo me niego a que me la suministren. Si alguien dijese que es porque hay grupos de riesgo que pueden verse afectados por la vacuna, entonces si la vacuna no es 100% segura, o tiene un nivel de peligro superior al recomendado para otros individuos, ¿por qué me la tienen que inyectar a mí? ¿No puedo decidir yo también que no me fio del nivel de seguridad y que preferiría no vacunarme? Parece ser que no.

Antes de adscribirle cualquier intención a aquellos a cargo del estado, podemos realizar un ejercicio de ingeniería inversa y pensar dónde entra esta política. Esta medida en qué escenario con qué visión encaja mejor, ¿con la del estado como ente parasitario que busca terminar con nuestras libertades y poder mandarnos en cada acción o el estado como ente benefactor que buscar nuestro bien y darnos la mayor libertad posible para seguir nuestros deseos? Sin duda, el Estado como ente agresor. Encaja perfectamente dentro de los deseos del estado agresor, una nueva herramienta para poder encerrarnos en casa, acceder a los bienes y servicios que te permitan y controlar nuestro historial médico. Ninguna posible ventaja de este sistema supera a todo lo que perdemos por él.

El momento para impedir el pasaporte de vacunas es ahora. Lo aceptaremos porque lo decide el PSOE, pero si por ejemplo esta medida nos viniese impuesta porque un país como Rusia nos ha invadido y dictaminado que no podemos salir de nuestras casas salvo con la autorización del gobierno de Putin, nos rebelaríamos. Es uno de los problemas de la democracia, que puede legitimar cualquier atrocidad. Si no nos oponemos, se quedará para siempre. Aún después del Covid—si algún día nos cansamos de tragar con esta justificación para perder nuestras libertades—el gobierno no cederá tan fácilmente una herramienta como esta. Cuando sea ley y se forme una burocracia alrededor de la imposición de esta, será casi imposible de eliminar. Toda medida temporal termina siendo perpetua. Como decía Milton Friedman, ‘‘No hay nada más permanente que una medida temporal del gobierno’’.

Eduardo Blasco, egresado en Ciencias Políticas y Derecho.

Foto: Markus Spiske.

_

Publicado originalmente en el Instituto Juan de Mariana.

Por favor, lee esto

Disidentia es un medio totalmente orientado al público, un espacio de libertad de opinión, análisis y debate donde los dogmas no existen, tampoco las imposiciones políticamente correctas. Garantizar esta libertad de pensamiento depende de ti, querido lector. Sólo tú, mediante el pequeño mecenazgo, puedes salvaguardar esa libertad para que en el panorama informativo existan medios nuevos, distintos, disidentes, como Disidentia, que abran el debate y promuevan una agenda de verdadero interés público.

Become a Patron!