Javier Milei viene a España. Nos lo ha traído el Instituto Juan de Mariana, que le ha concedido el premio a una defensa ejemplar de las ideas de la libertad. Es el único premio del IJM que se llama así; los anteriores eran a “una trayectoria ejemplar” en la defensa de la libertad. Pero premiar la trayectoria de un político tiene sus riesgos.
Milei, claro, es un político a base de no ser un político. Es un académico con aires de histrión de la tele. Un cocktail tan explosivo que ha logrado que le voten incluso aquéllos que podían sentirse ofendidos al oírle “zurdos de mierda”, por más que la diana de sus dardos fueran periodistas y políticos, no la gente del común. Se ha ganado el apoyo de más de la mitad del pueblo argentino porque su radicalismo formal y discursivo le otorgaba el crédito de ser capaz de echar abajo un sistema político y económico que había condenado a los argentinos a la indigencia.
El examen a Milei llegará en octubre de 2025. Entonces llevará casi dos años en la Casa Rosada, la economía experimentará todos los beneficios del crecimiento, que llevará meses produciéndose, y se renovará el Parlamento
Ese sistema, claro está, es el kirchnerismo, que ha asolado Argentina en las tres últimas décadas. Funcionaba así: el gobierno lleva al Estado del Bienestar a sus últimas consecuencias, intercambiando favores públicos por votos. Se financia de tres formas. La primera es con impuestos crecientes sobre una menguante población productiva del país, que encuentra en la frontera del país su única vía de escape. Pero no es esa la vía principal de financiación, sino que es la segunda: una inflación que devora los ingresos de todos, y sume al país en una pobreza tercermundista.
Y la tercera forma con que se financia el gasto en compra de votos, lo que en occidente llamamos Estado del Bienestar, es con deuda. En los últimos 30 años (Ernesto Kirchner llegó a la presidencia argentina en mayo de 2003), la República Argentina ha incurrido en déficit en sólo seis años; el último en 2008. Y la deuda subía, mientras el PIB se contraía a ritmos socialistas. El resultado es que el cociente entre los dos ha pasado del 84,7% en 2002 al 154,5% en 2023. 70 puntos del PIB en un año, por la emisión descontrolada de bonos que puso en marcha el Banco Central de la República Argentina. Espectacular.
El kirchnerismo ha sido demoledor contra los argentinos, y en consecuencia ha recibido el apoyo de la izquierda internacional, y en particular de la española. Era el modelo para nuestro país del barman Pablo Iglesias y su banda es desbandada.
La Universidad Francisco Marroquín de Guatemala tiene un proyecto, llamado UFM Reform Watch, en el que hace un seguimiento del profundo cambio que está operando Javier Milei en su país. Ahora ha sacado un informe con motivo del premio del IJM, junto con el think tank español (que yo dirigí durante tres años), que recoge lo que ha realizado en estos seis meses y lo que le queda por hacer.
Lo principal es la lucha contra la hiperinflación, agujero negro hacia el cual se dirigía el país de forma acelerada. El último gobierno kirchnerista había anegado la economía de pesos, más livianos que nunca, en un ingente programa de compra de votos que resultó inútil, pero que iba a devorar el futuro inmediato del país. En una hiperinflación, dice el informe, “la cantidad real de moneda se volvió escasa, por mucho que la cantidad nominal fuese gigantesca”, porque la moneda deja de cumplir sus funciones. Y, curiosamente, con una oferta desbocada de dinero, la demanda insatisfecha del mismo es enorme. El motivo es que el aumento de los precios hace, ya lo hemos visto, que la oferta real caiga.
En este tiempo, la inflación mensual ha pasado del 25,5 por ciento en diciembre al 4,2 en mayo. Una inflación aún muy alta para un solo mes. Pero lo importante es que su política está dando resultados positivos.
Es en el contexto de esta degradación de la moneda que Milei propuso a los argentinos dolarizar la economía. Es una reforma fundamental. Y no tiene carácter económico, sino político: impide a los políticos del país sufragar el gasto público con inflación. Por el momento, lo que ha hecho es reconocer la libertad de elección de moneda y restituir las reservas de dólares del Banco Central, que a su llegada ¡eran negativas! Cabe preguntarse: ¿qué es una reserva negativa? Milagros del socialismo argentino.
Por lo que se refiere a la política monetaria, el informe revela que la Administración Milei “está consiguiendo restringir con más éxito los agregados monetarios amplios que los estrechos”. Es decir, la base monetaria sigue creciendo, pero M2 “se está moderando”, aunque puede que sólo sea por la propia recesión que está acompañando al cambio de modelo económico. Eso sí, dice el informe: “Si analizamos los tipos de interés establecidos por el BCRA, la política monetaria es también indudablemente expansiva. De hecho, se ha recurrido a una política de tipos de interés reales negativos, estrategia comúnmente conocida como ‘represión financiera’ que ha sido de uso común en la agenda monetaria de numerosas áreas monetarias a lo largo del siglo XXI (o, en el siglo XX, durante las grandes guerras)”.
A pesar de ello, el informe observa un cambio de rumbo “radical” en la política monetaria, que se manifiesta en el notable aumento de las reservas de dólares. También señala que “la acumulación casi constante de reservas internacionales ha ido de la mano de una caída de los niveles de deuda pública alojados en el balance del banco central”. Esto es: la política monetaria ha cambiado de objetivo: de financiar el gasto político a acumular reservas de dólares. Mientras, Milei acumula cinco meses consecutivos de superávit presupuestario.
La respuesta del mercado es clara: el riesgo país ha caído ocho puntos y las expectativas de inflación no dejan de bajar. El tipo de cambio con el dólar blue (mercado libre) se ha estabilizado, y la brecha con el cambio oficial ha caído en cien puntos.
Este ajuste fiscal y el cambio en el carácter de la política monetaria están imponiendo un cambio de modelo que hace sufrir la producción. Ya lo avisó Milei: a corto plazo la economía argentina iba a sufrir. Iban a caer la producción y el empleo, y la pobreza iba a seguir aumentando. Y lo ha hecho. Todo ello lo recoge el informe: “El recorte de los estímulos fiscales y la reorientación de la política monetaria han dejado de ejercer un efecto expansivo en la demanda interna argentina y, con ello, la práctica totalidad de indicadores económicos han exhibido un cambio a peor”. La construcción cae casi un 40 por ciento, la industria casi un 16, y la estimación mensual de la actividad económica (EMAE), un 8,4%.
Pero ya se ve cierta recuperación en algunas áreas de la economía, como el cemento o la carga de transporte de bienes por ferrocarril. Y hay que añadir otros datos que no vienen en el informe: las exportaciones crecieron en mayo un 21,7%. La recaudación fiscal ha vuelto a aumentar en términos reales, tras ocho meses consecutivos de descenso. Vuelve a aumentar el crédito.
El FMI calcula que el PIB caerá un 3% este año, pero que crecerá en el entorno del 5% el año que viene. Y con el crecimiento viene todo lo demás. La recuperación de los salarios reales. El consumo y la inversión. Los ingresos fiscales y el control de la deuda pública.
Acaba de aprobar la Ley de Bases que, mutilada y todo, va a contribuir a desregular la economía. Desregular es una medida que otorga beneficios inmediatos y sin coste. Lo hemos visto en el mercado de los alquileres: la liberalización ha hecho que la oferta de pisos casi se triplique (ha aumentado un 184%), y los precios caigan un 20 por ciento.
Seis meses han pasado. Pero no es este el mejor momento para someter su ejecutoria a examen. Ni lo será cuando cumpla un año de su presidencia, en diciembre de este año. El examen a Milei llegará en octubre de 2025. Entonces llevará casi dos años en la Casa Rosada, la economía experimentará todos los beneficios del crecimiento, que llevará meses produciéndose, y se renovará el Parlamento: 24 senadores de 72 (un tercio) y 127 diputados (la mitad del Congreso).
Juntos por el Cambio y Libertad avanza suman más de la mitad de los diputados del Congreso (132). Pero la mayoría en el Senado está en otras manos: el kirchnerismo y otros peronismos tienen 36 senadores. Y es posible, pero difícil y costoso, lograr que los otros 36 apoyen al gobierno y ganar por la vía del desempate de la vicepresidenta Villarruel. Unas elecciones con la inflación controlada y el empleo recuperándose puede dar fácilmente a la coalición gobernante una mayoría en ambas cámaras.
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