En Aritmética, adición y sustracción son dos operaciones que nadie confunde, las sumas acrecientan, las restas hacen que el resultado sea menguante. En esta distinción elemental se funda el valor político que se concede a la suma y el repudio que se reserva para las operaciones que suponen una merma, es decir, que en política el tamaño importa y mucho. Suma y resta tienen perfecto sentido en entornos en los que es fácil contar y en los que es posible establecer conjuntos de referencia que sean claros, pero en política la cosa no es tan sencilla porque se podría decir que no hay suma sin resta ni al revés. Un ejemplo muy claro es el temor a que una identificación excesiva de fuerzas políticas que buena parte del público tiene por semejantes acabe por suponer no una suma sino una resta, una realidad que se basa en la evidencia de que los partidos son realidades bifrontes de forma que lo que se pueda agregar por una faz acarree una pérdida mayor por la otra.
De cualquier manera, sería inconcebible que alguien presentase una operación política dirigida a restar: todas se apuntan a la suma, pero es frecuente ver que operaciones de supuesta suma derivan en efectivas restas. Lo que no es tan frecuente es que se llame Sumar a operaciones que buscan directamente restar, como sucede con claridad a la bonita operación que acaricia la más influencer de nuestras vicepresidentas, pues es sabido que tenemos varias.
¿Sumará Sumar a Podemos, restará Yolanda a Iglesias? ¿Apostará Iglesias por la continuidad de Sánchez o preferirá batirse bravamente en la calle al grito de la lucha popular contra el fascismo, sin renunciar a Galapagar ni a los beneficios del show bussines claro está? Solo Dios lo sabe
Yolanda Diaz proclama su Sumar como una ampliación del capital sentimental e ideológico de las nuevas izquierdas a la izquierda de la izquierda, algo que va a ser muy bonito como ella repite una y otra vez. Está en la naturaleza de cualquier izquierda una continua huida hacia adelante porque la izquierda tiene que esforzarse en vender como nuevo y promisorio todo lo que no puede vender como éxito del pasado. Ello no implica que se prive de apuntarse la invención del helicóptero, como diría Orwell, lo que no cuela ni mucho ni poco porque los nuevos proletariados son bastante desagradecidos, aunque no cesen de demandar favores.
Bien está que doña Yolanda encabece esta nueva etapa de renovada ilusión, pero no hay que ser muy mal pensado para caer en la ingrata sospecha de que lo que nuestra Yolanda dice querer sumar no sea en realidad una resta en toda regla. ¿Y quién lleva todas las papeletas para ser el sustraendo en esta aparente suma que suponga una resta real? Basta con ver las reticencias de los que se resisten a batir palmas ante el garbo inaudito de la nueva lideresa para intuir que en Unidas Podemos se temen lo peor, que la suma de Sumar sea una escabechina con sus sumandos.
Claro que si doña Yolanda manifestase con claridad que no quiere ver a don Pablo Iglesias y a sus adjuntas ni en pintura enseguida pensaríamos todos que doña Yolanda es una desagradecida de tomo y lomo, pues fue el poderoso dedo del líder podemita en trance de retirada (un paso atrás para dar dos adelante) quien la ungió con tamaña responsabilidad. Doña Yolanda se propone sumar y confía en que los sumandos que ahora no sumarían gran cosa se retiren buenamente, pero puede que no sea verdad tanta belleza, tanto altruismo, tamaña generosidad política y que acabemos contemplando una de esas históricas purgas a las que son tan dados los puritanos de toda obediencia. ¿Piensa doña Yolanda que un buen depurativo que se llevase por delante a figurones de antaño sumaría mucho a sus hermosos planes? No es fácil responder, desde luego.
Una clave un tanto oculta en todo este enredo bien pudiera residir en que las intenciones de la sumadora y de los que no está claro si suman o si restan sean muy distintas. Doña Yolanda aspira, al parecer, a ser pareja de hecho del impar Sánchez, a hacer lo que fuere menester para que un Gobierno progresista pero un tanto en precario se convierta con su auxilio, y una ayudita de los nacionalistas, en la única alternativa viable para los próximos años, mientras que los secuaces de Iglesias tal vez estén pensando en la manera de conseguir que el PSOE, es decir Sánchez, desaparezca para siempre, o sea, una vez más, un paso atrás y dos adelante.
Claro como el Sol en el cenit es que ni por asomo se ha de sospechar que UP trate de boicotear la reelección de Sánchez, eso tiene que parecer un accidente. Tampoco está claro que se pueda conseguir gran cosa si se resulta ser el responsable de la desunión de las izquierdas de verdad y se contribuye con descaro a la derrota del proyecto progresista más chic que vieron los siglos.
Bien podría suceder que asistamos a un tira y afloja en las listas de Sumar de forma que no se sepa si es que Yolanda quiere tirar por la borda a los de Iglesias o es que Iglesias quiere que el barco de Yolanda no llegue a zarpar, todo hecho con gran circunspección y en nombre de los más nobles sentimientos que cautivan sin remedio a la mayoría de las almas bellas.
¿Sumará Sumar a Podemos, restará Yolanda a Iglesias? ¿Apostará Iglesias por la continuidad de Sánchez o preferirá batirse bravamente en la calle al grito de la lucha popular contra el fascismo, sin renunciar a Galapagar ni a los beneficios del show bussines claro está? Solo Dios lo sabe.
Lo que sí se sabe con certeza es que Pedro Sánchez confía mucho en los dividendos que le puede reportar la operación Sumar de su gentil vicepresidenta. Ha aprovechado la estupenda ocasión de la censura Tamames/Vox para que Yolanda Díaz, impecable en todo momento, haya podido desplegar buena parte de sus muchos encantos en unos pocos minutos (no llegaron ni a la centena) desde el atril del Congreso para dibujar un horizonte muy chuli y poner los puntos sobre las íes sin dejar de reprochar a don Ramón lo mucho que le cabe. Esa ayuda al presidente no se la puede prestar ningún monclovita, tiene que venir del extrarradio para que Sánchez pueda seguir luciendo palmito en la OTAN y leerle la cartilla al nuevo líder chino que, no lo echemos en saco roto, ha acudido a Sánchez (todo un veterano de la geoestrategia) para paliar sus deficiencias de novato en el ramo. Sánchez puede ir a Pekín con las espaldas bien cubiertas por su laboriosa y eficaz vicepresidenta que no cesa de conseguir apoyos dónde Sánchez más los necesita.
No es nada fácil crear una realidad virtual tan poderosa como la que ha creado el think-tank de la Moncloa a propósito de convertir una situación excepcional (que algunos antiguos compararon con el mito deforme de Frankenstein) en un continente político estable y promisorio. Es posible que Iglesias se sienta defraudado por el gran número de sapos que un revolucionario como él tendría que tragar de convertirse en el sostén de una alquimia tan engañosa, pero eso no significa apenas nada para quien, como nuestra Yolanda, vive en un mundo en el que la realidad puede maquillarse con afeites de venta en cualquier farmacia.
Estamos en el siglo de las mujeres y Yolanda está llamada a sumar, a gobernar pensando en la matria, ese genial neologismo que tan bien define su bien hacer y nuestras amplias tragaderas, pero puede que Lenin no se hubiese conformado con tan poco, ya se verá.
Foto: AntonMST29.