Pablo Cambronero es miembro del Cuerpo Nacional de Policía y fue diputado en dos legislaturas, de 2019 a 2023, primero como parte del partido político Ciudadanos y después del Grupo Mixto. Es autor de dos libros: “La dictadura de la apatía” y “Una hormiga contra el sistema”.

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Tanto en su etapa política como en la actualidad, Cambronero ha realizado un ingente trabajo de investigación sobre cómo se ha empleado el dinero publico gestionado por la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo), que ha revelado un escándalo muy parecido al que en la actualidad protagoniza la USAID.

Usted empieza a solicitar información sobre el dinero gastado en ayuda al desarrollo cuando ejerce como diputado.

Sí, durante la última fase de la legislatura empecé a tocar asuntos exteriores y la cooperación internacional al desarrollo. Me metí en la comisión sobre estos temas y comencé a averiguar lo que hacia la AECID. Acumulé muchos datos y en septiembre del año pasado empecé con el análisis desde 2020 hasta 2024, comprobando una a una tods las subvenciones. Fue un trabajo arduo y complicado porque hablamos de más de 7.000 subvenciones, partidas de todas las clases y colores, cantidades de todo tipo, decenas de países, etc. Todo esto lo fui subiendo a Twitter para que la gente tuviera conciencia de lo que estaba pasando con la colaboración internacional y el descontrol general de lo que se hace con nuestro dinero publico.

La cooperación internacional es una obligación moral de los países desarrollados, pero la falta de control la ha convertido en un proyecto ideológico woke

Y ha seguido, a pesar de dejar el Congreso, hasta ahora.

Cuando terminó la legislatura mantuve el equipo que me había estado ayudando, mis “hormiguitas” como los llamo cariñosamente, y hemos seguido analizando datos y subiendo la información a Twitter que, insisto, está basada en datos publicados del gobierno y que hemos corroborado.

Algunas de las ayudas parecen una mala broma, como la subvención a la “producción de café en Etiopía con perspectiva de género”.

Ese caso no es de los peores, los hay mucho más absurdos. Por ejemplo, recuerdo una subvención a una ONG que reparte pegatinas y condones en Haiti, y podríamos hablar durante horas de toda clase de disparates. Ten en cuenta que hay miles y miles de subvenciones en las que en un 95% hay ideología Woke y palabras como perspectiva de género, sostenibilidad, resiliencia y derechos LGTBIQ+. Cuando preguntas en el país de origen hay ciertas dudas sobre qué ha sucedido con ese dinero, pero, al mismo tiempo, también hay mucho miedo a acabar con lo que supone la colaboración internacional. Hay personas que se lucran con este dinero y que lo distribuyen en las zonas de destino, y que no quieren acabar con la gallina de los huevos de oro. Es una red internacional en la que países desarrollados donan dinero a países supuestamente subdesarrollados, y, una vez que sale de España, el dinero fluye sin ningún tipo de control. La AECID es la encargada de controlar el destino, pero lo que te encuentras es opacidad y dificultades para saber qué ocurre con ese dinero, y ese es el objeto de la investigación que empezamos.

Esto es lo mismo que ha sucedido con la USAID.

Es exactamente igual. Todo lo que está saliendo de la USAID se puede encontrar en la AECID. Evidentemente, hay menos dinero, pero los fines son los mismos: compra de medios de comunicación y difusión de la ideología Woke

Se está repartiendo dinero publico y no sabemos con qué objetivos o fines, e incluso podemos hablar de que en muchos casos, los fines son censurables, como ha sucedido con la UNWRA, cuya vinculación con Hamás ha sido probada por Israel, y a la que ya le hemos dado 18 millones de euros y que cuya financiación no se suspende porque no hay ninguna clase de control ni de responsabilidad.

¿No hay ningún control sobre el dinero?

No, no hay responsables. AECID pide la subvención al Estado, Hacienda la publica y, al llegar a su destino, hay un ente que recibe las ayudas y que no sabemos qué hace o deja de hacer, porque no publica absolutamente nada que pueda vincular el dinero de España con un proyecto concreto. No existe ninguna transparencia y, como Elon Musk ha dicho sobre la USAID, apesta a una red internacional de favores.

¿De qué cantidad de dinero estamos hablando?

Desde 2020 al 31 de diciembre de 2024 hablamos de 1.862 millones de euros en subvenciones dinerarias sin contraprestación, es decir, no hay que justificar nada. Y luego, dentro de la AECID hay un mecanismo llamado FONPRODE (Fondo para la promoción del Desarrollo) que concede créditos e invierte en fondos d inversión y ONGs con la excelencia sa de la ayuda humanitaria. Anualmente reparte en torno a 600 millones de euros, por lo que desde 2020 hablamos de unos 2.400 millones más. En total, la suma asciende a 4.200 millones de euros.

Pero luego se aprueba una ley para tratar a los enfermos de ELA y el gobierno no la pone en marcha porque no hay dinero.

Sí, y hablamos de un coste de alrededor de 80 millones de euros. Ese es un caso insidioso, pero hay muchos más. La obra necesaria en el barranco del pollo, que hubiera evitado la última tragedia en Valencia, costaba 200 millones de euros y no se financia. Sin embargo, el consejo de ministros aprueba hace dos semanas el envío de 220 millones de euros a Egipto para financiar un metro en la línea 1 de El Cairo. Los ejemplos son infinitos, y luego no se financian medicamentos contra el cáncer infantil, que la Agencia Española y Europea del Medicamento señala como imprescindibles, porque son demasiado caros.

¿Estas subvenciones estatales incluyen la cooperación internacional de ayuntamientos y comunidades autónomas?

No, la AECID es la que marca la pauta y señala que organismos, por su carácter ideológico, deben recibir ayuda, pero los ayuntamientos, comunidades autónomas e incluso diputaciones provinciales tienen sus propios sistemas de cooperación al desarrollo y distribuyen dinero al margen de la AECID. Queremos investigar estas subvenciones, pero es más complicado porque cada ayuntamiento o comunidad tiene su propia forma de comunicar, o no, estas subvenciones. Y también estamos investigando a organismos como el Instituto Cervantes o Cruz Roja, que reciben cantidades ingentes de dinero publico del Gobierno.

¿Algún partido político se ha interesado por este asunto?

A raíz de lo ocurrido en Estados Unidos con la auditoría de USAID, nuestro trabajo está teniendo un eco mayor. Por el momento, los únicos que se han interesado por este tema, aunque aún de forma limitada, han sido varios diputados de VOX. Desde luego, lo que hemos publicado es escandaloso, pero entiendo que hay miedo a tocar algo como la cooperación internacional al desarrollo. En un mundo ideal, esa cooperación es ayuda humanitaria a países que la necesitan para mejorar la vida de sus ciudadanos, y constituye una obligación moral de los países desarrollados, pero la falta de control la ha convertido en un proyecto ideológico Woke. Creo que los partidos políticos tienen miedo a hablar de esto por temor a que se los catalogue de insolidarios, inhumanos, etc.

En “La dictadura de la apatía”, habla del movimiento Woke. ¿Cree que la llegada de Donald Trump va significar la muerte del wokismo o su conversión en un movimiento marginal?

Desgraciadamente, muchas personas han interiorizado el wokismo como una verdad universal y van a ser necesarios varios años para desmontar todo eso. Desde luego, con la llegada de Trump tenemos una oportunidad de oro para acabar con los mantras Woke. El histrionismo de Trump puede no gustar, pero su show, como el de Milei o Bukele, tiene detrás realidades económicas y culturales palpables que han puesto contra las cuerdas al wokismo.

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