Lia Motrechko es una joven activista por los derechos de los tártaros de Crimea. De padre ucraniano y madre tártara, reside en España donde cursa la carrera de Historia.
Tú y tu familia abandonáis Crimea después de la ocupación rusa de 2014. ¿Cómo fueron los primeros momentos de la ocupación?
Nadie pensaba que Rusia fuera a invadir Crimea, pero sucedió y vimos cómo iban llegando más y más soldados y tanques. El aspecto de las calles cambió y se llenó de banderas rusas, incluso en mi escuela, yo tenía 12 años, empezamos a recibir clases de propaganda: ¡Rusia está aquí para defenderos! ¡Estados Unidos y la Unión Europea quieren invadir Crimea porque es un lugar bonito! También nos decían que el gobierno de Ucrania no permitía hablar en ruso, cuando lo cierto es que todo el mundo lo hablaba y la mayoría de las escuelas daban las clases en ruso. Después de un mes, mis padres vieron que la situación no iba a cambiar y que los rusos estaban imponiendo sus pasaportes a los habitantes de Crimea. Para ellos eso era traicionar a Ucrania y, además, mi padre nos dijo que no quería que sus hijos viviesen bajo el sistema ruso porque era un sistema antihumano, sin oportunidades, como lo que él había vivido en la Unión Soviética.
Imagino que habrá oído muchas veces en España que Crimea es, sin lugar a duda, rusa.
Sí, y esto se debe a que todo lo que la gente sabe de Crimea, como lo que se sabía de Ucrania o de otros pueblos sometidos por los rusos, procede de Rusia y en su mayor parte es mentira. Desgraciadamente, los tártaros de Crimea hemos tenido voz hasta hace bien poco y por eso tenemos mucho trabajo por hacer.
La política rusa ha dejado una huella que ha llegado hasta hoy en día y que empieza en 1873 con la primera ocupación rusa. En aquel momento los tártaros de Crimea representan el 90% de la población. Sin embargo, la política rusa de confiscación de tierras y de discriminación hizo que muchos tártaros abandonaran Crimea, sobre todo al Imperio Otomano por cuestiones religiosas y culturales, y que hoy en día es donde se encuentra la mayor diáspora de tártaros de Crimea.
¿Cree que esa diáspora una de las razones por las que el presidente turco, Tayip Erdogan, se ha pronunciado a favor de que Crimea siga perteneciendo a Ucrania?
Sí, los turcos siempre han sido más proclives a los tártaros que a los rusos, y muchos turcos tratan a los tártaros como “turcos de Crimea”, es decir, como a un pueblo hermano. Pero los tártaros también se instalaron en otros países, como Rumanía o Bulgaria, porque no podían vivir en Crimea por las condiciones impuestas por las autoridades zaristas que pretendían “rusificar” el territorio. Desde el inicio de la ocupación rusa hasta inicios del siglo XX, 800.000 tártaros abandonaron Crimea.
Otra fecha terrible para los tártaros de Crimea es el 18 de mayo de 1944, cuando Stalin decreta su deportación a Asia Central acusándolos de colaboracionismo con los alemanes.
Sí, el régimen soviético también reprimió a los tártaros de Crimea, que sufrieron hambrunas y persecución, y cuando se produce la deportación de 1944, los tártaros ya sólo representan un 30% de la población de Crimea. La deportación se lleva a cabo en unas condiciones terribles en apenas 10 días, y mientras los hombres están luchando contra los alemanes en el Ejército Rojo, 240.000 mujeres, niños y ancianos son deportados a los Urales, Kazajistán y Uzbekistán. La excusa fue el colaboracionismo, pero es una mentira rusa más, porque la inmensa mayoría de los tártaros combatieron en el Ejército Rojo o como partisanos contra los alemanes. Estos soldados, una vez terminada la guerra, fueron deportados desde el frente y en muchos casos a lugares distintos de aquellos en los que se encontraban sus familiares. Por ejemplo, una parte de mi familia fue deportada al oblast de Ivanovo y otra a Uzbekistán.
Los tártaros fueron instalados en campos especiales durante doce años y al menos la mitad de los deportados murieron durante el viaje o posteriormente en los campos por hambre o por enfermedades. Las casas de los deportados fueron entregadas a familias rusas y las autoridades borraron todo rastro de la cultura de los tártaros de Crimea: quemaron las bibliotecas, destruyeron los cementerios, cambiaron los topónimos con nombres rusos, etc. Lo que se hizo con los tártaros de Crimea fue un genocidio.
Hay una película ucraniana de 2013 sobre la deportación de los tártaros de Crimea que provocó bastante polémica.
Sí, “Haytarma” (Retorno), una película dirigida y protagonizada por un tártaro de Crimea, Akhtem Seitablaiev. La película narra el horror de la deportación y está basada en la vida del famoso piloto de origen tártaro Amet-Khan Sultan, que fue dos veces ‘Héroe de la Unión Soviética’. A los soviéticos tampoco les importó deportar a los comunistas tártaros, y muchos de ellos no podían creer que el camarada Stalin les hiciera eso y buscaron otros culpables, mentalmente seguían siendo esclavos de la URSS. Volviendo a la película, cuando se iba a estrenar en Crimea, el cónsul general ruso, Vladimir Andreev, intentó sabotear el estreno y afirmó que la película “distorsionaba la historia de la Unión Soviética”, ya que una película sobre los tártaros de Crimea debería tratar sobre su “traición”. Andreev tuvo que dimitir de su puesto por el escándalo, pero un año después Rusia ocupaba Crimea.
Haytarma es también el nombre de nuestro baile nacional, algo que está cargado de simbolismo.
La deportación finaliza con la muerte de Stalin, ¿pueden volver los tártaros a Crimea?
No, muchos permanecieron en Uzbekistán y en otros lugares porque a los tártaros no se les permitía comprar propiedades, tener trabajo ni estudiar en Crimea. Mi familia, por ejemplo, no pudo volver a Crimea hasta 1989. Los tártaros no pudieron regresar a su tierra hasta que la Unión Soviética no se desintegró.
Cuando los tártaros de Crimea regresan a su tierra natal, ¿qué porcentaje representan de la población?
Alrededor de 150.000, un 10-15% de la población. El regreso fue complicado y hubo bastantes problemas porque muchos rusos decían que íbamos a quitarles sus casas, pero finalmente los tártaros regresaron a Crimea 45 años después. Los años posteriores fueron difíciles para los tártaros de Crimea, como también lo fueron para los ucranianos, pero la constitución ucraniana de 1996 reconoció a los tártaros como el pueblo indígena de Crimea. Con la ocupación, todo ha vuelto a empeorar, por ejemplo, en la escuela yo tenía clases en ucraniano, en ruso y en tártaro. Ahora sólo hay clases en ruso.
Sobre el reconocimiento de los tártaros de Crimea en Ucrania, Zelenski inauguró un monumento dedicado a las víctimas del genocidio el pasado 14 de septiembre.
Sí, en el monumento hay tres fechas que marcan el sufrimiento de los tártaros: 1783, la anexión de Crimea por el imperio ruso; 1944, la deportación; y 2014, la ocupación. Cuando se produjo la anexión, los tártaros eran la mayoría de los que se manifestaban en contra de la ocupación en Crimea. Tártaros y ucranianos estamos ahora muy unidos. Los tártaros están representados en la Rada (parlamento ucraniano) y cuentan con un parlamento propio, Kurultai, como órgano representativo. La figura más destacada y también diputado en la Rada es Mustafa Dzhemilev, un disidente que fue perseguido y encarcelado por la Unión Soviética, y al que Rusia ha prohibido la entrada en Crimea para siempre. Además, en septiembre del año pasado, Rustem Umerov, un tártaro de Crimea, fue nombrado ministro de Defensa de Ucrania.
Rusia ha detenido a muchos tártaros acusándolos de ser miembros de organizaciones yihadistas.
Sí, esa ha sido la excusa que han utilizado esta vez para perseguir a los tártaros de Crimea. Después de la anexión, hubo muchas detenciones y represión, pero la situación ha empeorado desde el inicio de la guerra en 2022. Hay un canal de Telegram, Crimea SMERSH [SMERSH es una abreviatura de la expresión rusa “Muerte a los espías” de la época de Stalin], que publica a diario las detenciones de tártaros y ucranianos por cosas como publicar mensajes “antipatrióticos” en redes sociales. Los rusos no nos quieren allí y no me sorprendería que llevasen a cabo una nueva deportación.
Foto: Jordan Busson. Recordando la primera semana de la invasión de Crimea por las fuerzas rusas.
¿Por qué ser mecenas de Disidentia?
En Disidentia, el mecenazgo tiene como finalidad hacer crecer este medio. El pequeño mecenas permite generar los contenidos en abierto de Disidentia.com (más de 3.000 hasta la fecha), que no encontrarás en ningún otro medio, y podcast exclusivos (más de 250) En Disidentia queremos recuperar esa sociedad civil que los grupos de interés y los partidos han silenciado.
Ahora el mecenazgo de Disidentia es un 10% más económico al hacerlo anual.
Debe estar conectado para enviar un comentario.