Advierto a mis lectores, y perdonen la impertinencia, de que nunca me he sentido a gusto con la muy citada reflexión del Doctor Johnson, acerca de que el patriotismo es el último refugio de los canallas, tanto es así, y perdón de nuevo, que hace ya unos años dediqué un libro entero a hacer una apología de esa nobilísima virtud cívica. Sin embargo, el espectáculo de la reciente recepción madrileña al inquilino de la Moncloa me ha hecho morder el polvo, he sentido con dolor y vergüenza lo acertado que estuvo el inglés al contemplar ese despliegue de banderas mancilladas para disimular la inanidad, el sectarismo y la inoperancia de unos gobernantes a los que parece que ya no les queda ni rastro de sentido común ni de decencia.
Me parece que la actitud de la Moncloa acudiendo en aparente auxilio de una presidenta en apuros a la que apenas unas horas después se va a acusar de negligencia es un ejercicio de cinismo escandaloso. Que el personaje que anunció haber vencido al virus quiera ahora disimular un desastre nacional subrayando los errores de Madrid es de un descaro insuperable.
España necesita salir del marasmo, atisbar la salida de este angosto túnel que nos lleva a la ruptura, a la desunión, a un clima incivil y al conflicto abierto
Pues bien, al tiempo que el presidente llegaba a Sol, que, al fin y al cabo, está en su casa y no en el extranjero, con la solemnidad que cabría prestar al presidente de los EEUU de visita a un país subdesarrollado, el equipo de la Moncloa preparaba todo un despliegue de medidas simbólicas, confinar al Rey, indultar a los golpistas para que le voten, y amenazar con una ley totalitaria de memoria democrática, a ver si el personal se anima y sale a la calle a demostrar lo fascistas que son. Aunque solo sea por no prestarse a blanquear esas políticas, los de Sol podrían haberse ahorrado las banderas, pero parece que tampoco fueron capaces de prever lo que les podía caer encima después del apaciguamiento simbólico a mayor gloria de Sánchez.
La pandemia que padecemos con singularísima desgracia nos hace ser una excepción vergonzosa en Europa y no es solo un problema de la Comunidad de Madrid, ni se puede atribuir a errores que se hayan cometido en Sol, como si la responsabilidad del gobierno se hubiese salvado al salir gloriosamente indemnes de la primera ola y dejar ahora en manos regionales el combate para que Moncloa pueda presumir de haber hecho su trabajo. No ha hecho nada sino confundir, liderar de una manera absurda y bananera el combate, sin sentar una doctrina estratégica, y sin arbitrar los mecanismos legales, administrativos y económicos para que lo que podría pasar, y está pasando por todas partes, pueda afrontarse con coherencia y algo de acierto. Es casi increíble que los que han sido incapaces de dar cifras exactas de mortalidad, y han pretendido engañar a todos los observatorios internacionales con cifras falsas, estén ahora usando un cálculo estadístico amañado y sin el menor rigor para buscar el chivo expiatorio que deje a Sánchez libre de todo mal.
Seguimos con el Fauci español como única autoridad visible porque se ve que los comités son demasiado independientes y pueden ser menos dóciles a los mensajes precocinados. Tenemos un comité científico inexistente y a un portavoz quemado, es lo ideal para disfrazar el fracaso político y de gestión sanitaria como algo inevitable salvo por lo que toca a las Autonomías en malas manos, que esas sí van a ser responsables de lo que se le ocurra al spin doctor.
Sánchez está jugando con fuego, seguro de que la cólera del español sentado la pagarán los que él señale, pero puede equivocarse porque el desengaño empieza a no tener fronteras políticas definidas. Parece creer que puede hacer con todas las instituciones del Estado lo que ya ha hecho con su partido y con el Congreso de los Diputados, pero hay que esperar que no le salga el trile. Encargará a Podemos de que culpe a la monarquía, a los jueces y a quien se ponga por delante de atentar contra la soberanía del gobierno, y contará para eso con el juico experto de la señora Calvo, pero no siempre van a tener la suerte de que les salga un fiscal tierno y grosero a defender lo indefendible. Va a seguir unos años controlando la factoría de los mensajes y pactando con el diablo, pero debiera caer en la cuenta de que los cálculos se le pueden venir abajo con la ruina total de la economía. Puede que en su auxilio acuda una Europa que comprenda que España es too big to fail, y querrá presumir del éxito, pero hasta para los españoles rige la sabiduría linconiana de que no se puede engañar a todos para siempre por más que sea tan fácil hacerlo una y otra vez con los mismos.
Tiene suerte Sánchez al ejercer un liderazgo tan miserable sin que le surjan adversarios de fuste, pero eso no durará para siempre, cabe esperar. Tiene todo el enorme poder que un sistema constitucional muy ingenuo en este punto ha ido poniendo en manos de la figura del presidente del Gobierno, pero cuando ese poder se vuelva, como ahora está pasando, contra su fuente, el rebote no se hará esperar. El poder político siempre precisa de autoridad, de credibilidad, y el nivel de mendacidad de Moncloa hace ya tiempo que superó cualquier límite. Hoy mismo he visto decir a la señora Calvo que la suspensión de la presencia del Rey en un solemne acto judicial en Barcelona no es responsabilidad ni del Rey ni del Gobierno, y se ha quedado tan pancha. Como el Rey parece haber dicho que le habría encantado estar presente, ha salido el alguacilillo Iglesias a culpar a Felipe VI de atacar al Gobierno.
¿Quién le pondrá el cascabel al gato? No es mala pregunta, pero ya se ha visto que este felino se merienda a los ratoncitos mientras los agasaja. España necesita salir del marasmo, atisbar la salida de este angosto túnel que nos lleva a la ruptura, a la desunión, a un clima incivil y al conflicto abierto. Sánchez es como el niño que enciende una cerilla junto a un polvorín, es muy probable que no trate de que estalle, sino de que se admire su gracia y su destreza, que haya quien le convierta en sensato y moderado, y, si las encuestas no mienten en demasía, lo está logrando, de momento. Pero no le va a bastar un fiscal oportunista para que muchos españoles decidan que ha llegado la hora de ajustarle las cuentas de muertos, de enfermos, de pobres, de parados y de ruina en la que va a dejar a España si todo sigue como planea.