Desde que tengo uso de razón recuerdo ver en la televisión noticias sobre el problema catalán por lo que, parafraseando al humorista gallego Pepe Rubianes, bien podría decir eso de que qué se metan Cataluña por el puto culo y a ver si les explota dentro, que llevo desde que nací con la puta Cataluña, vayan a la mierda ya…

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Y es que desde finales del siglo XIX los sucesivos gobiernos españoles han tratado de encontrar un acomodo para la sociedad catalana sin ningún resultado, este fracaso se ha debido a que se ha asumido su discurso etnicista y no se ha entendido el auténtico origen del problema, apostándose por reducir la presencia de un Estado, España, para incrementar exponencialmente la presencia de otro pseudo Estado, Cataluña.

Esta apuesta no ha funcionado, pero los sucesos de estos días han supuesto un importante salto cualitativo en el problema catalán debido a que al fracaso del modelo se le han sumado estos tres factores:

  1. La inviabilidad económica de la Comunidad Autónoma, en quiebra financiera desde el año 2012 por lo que ha requerido sucesivos aportes del Fondo de Liquidez Autonómica hasta alcanzar el 32 % del total del fondo, para una región en la que habitan el 16 % de la población de España, y su posterior incorporación al Fondo de Facilidad Financiera. Esta quiebra se debe, principalmente, a la mala gestión económica del gobierno regional catalán a lo que hay que añadir un alto nivel de corrupción que ya resulta estructural.
  2. Su incapacidad para garantizar la libertad y la seguridad de los ciudadanos, todas las iniciativas para tratar de acomodar al nacionalismo catalán han sido liberticidas, desde las que obligan a utilizar el catalán como lengua vehicular en los colegios hasta las que obligan a rotular los comercios en ese idioma, pasando por disponer de cuerpos de policía propios, que lejos de conseguir un equilibrio que garantizara la seguridad futura a cambio de una reducción de libertad, han dañado irremediablemente esta y han aumentado el riesgo a la seguridad de todos los ciudadanos, como se está comprobando en estos días.
  3. Las fantasías imperialistas de sus sucesivos presidentes, coronadas con las del actual Duce Quim Torra, el de las bestias con forma humana, que no sólo amenazan la seguridad y la integridad de otras regiones españolas sino también las de hasta tres Estados soberanos de Europa, como son Francia, Andorra e Italia (ver el artículo de Disidentia ¿Han fracasado los Estado-Nación?), dentro de esta política imperialista se engloba la estrategia de tratar de extender el conflicto a otras regiones, incluso hasta Madrid.

Con estos antecedentes, propongo que la solución a este problema se encuentre en los principios del liberalismo austriaco y, en especial, en la Constitución de Liechtenstein que permite la secesión a nivel municipal.

Con siete millones setecientos mil habitantes, más que muchos países europeos, Cataluña es demasiado grande como para poder corregir su inviabilidad económica ya que posee una administración elefantiásica que es imposible de reconducir sin acometer reformas profundas.

La solución consistiría en dividir la actual Cataluña, que no es ni mucho menos una unidad de destino en lo universal, en cinco nuevas comunidades autónomas, que coincidirían con las cuatro provincias que la forman más el Valle de Arán, con el requisito indispensable de que estas nuevas autonomías deban ser económicamente viables, dividiéndolas aún más o integrándolas en otras comunidades en el caso de que no lo fueran, con unas estructuras administrativas muy ligeras, para lo cual podría ser necesario traspasar competencias a los municipios.

No sería el primer caso de secesión o anexión de unidades administrativas de tipo regional, por ejemplo, en Suiza, el modelo al que aspiran los federalistas españoles, ha ocurrido varias veces con el objetivo de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, el caso más reciente es el de la secesión en 1974 de cuatro distritos del Cantón de Berna, de los cuales tres formaron el nuevo Cantón de Jura y el otro se anexionó al vecino Cantón de Basilea-Campiña.

Con esta propuesta los ciudadanos catalanes sufrirían un menor peso del Estado, verían incrementada su libertad y su seguridad al tener una administración más pequeña y cercana que, además, sería viable financieramente y se acabarían las fantasías imperialistas al no disponer sus gobernantes de tantos medios económicos ni de tanta influencia.

Esta sería, por lo tanto, una propuesta revolucionariamente liberal que primaría a las personas frente al nacionalismo.

Foto: Ryoji Iwata


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