Es conmovedor el empeño del PP en resaltar en el congreso que está celebrando ahora mismo que el partido está unido, como si la unidad fuese garantía de seriedad y de eficacia, de acierto. No es el caso, porque más bien sucede que esa unidad proclamada lo que significa de verdad es algo que nadie discute, que el PP quiere ganar, pero no añade nada a lo que se sabe con certeza y, por el contrario, sirve para subrayar que el triunfo es lo único que les preocupa y como muchos se temen, al precio que sea, sin mayor mérito ni mejores propuestas, por derribo fatal y definitivo del sanchismo.

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También llama la atención su creencia en que las novedades que presenta puedan conmover al electorado, que haya españoles que no puedan dormir del entusiasmo que les produce el nuevo secretario general, la nueva portavoz, o una nueva ideóloga, como si el malhadado resultado del 23 no se hubiese producido de estar Tellado en su sillón y todos los demás en su lugar de brillo.

¿Tiene el PP alguna fórmula mágica para ganar los millones de votos adicionales que necesitaría para lograr una investidura sin hipotecas?

Han presentado una ponencia política que parece proponer algunas cosas buenas para España, pero con un tono de generalidad que lo que hace, en realidad, es huir de las cuestiones más difíciles y evitar los compromisos concretos y medibles. Han pasado de pretender la derogación del sanchismo a la práctica de una vaguedad mal disimulada.

Puede que muchos del PP piensen que las críticas a sus actuaciones provienen, en exclusiva, de la izquierda, de los nacionalismos y de la derecha más autoritaria. Están equivocados, el número más alto de los que critican al PP se encuentra entre los que desearían que existiese un PP capaz de obtener una victoria electoral amplísima y se tienen que conformar con un partido que apenas parece recuperarse de su bajonazo electoral tras el rajoyismo a medida que el PSOE se hunde en el desastre y, por desgracia, temen que ni con esas consiga el PP un resultado en las urnas que le permita alcanzar el gobierno de España, como ocurrió en 2023.

En cualquier organización dedicada a cualquier cosa que obtuviese los resultados que el PP viene consiguiendo a nivel nacional y en algunas regiones clave, como Cataluña, habría una honda preocupación para detectar las causas de ese fracaso y un debate muy abierto y responsable para buscar los remedios, pero en el PP se limitan a proclamar que están muy unidos y a ascender a quienes han hecho méritos según una escala que nadie puede discutir porque se reduce a reflejar los deseos del líder.

En el caso del centro derecha, para los votantes del sector liberal y conservador, esa imagen de partido unido es irrelevante, es más provoca la sensación de que existe en el partido ausencia de verdadera iniciativa política, que en el PP sólo esperan heredar el poder confiando en que la paciencia de sus electores aguante hasta que el deterioro sea tan insostenible que los electores de Sánchez huyan avergonzados a sus paraísos ideales de Cuba o Venezuela.

No se dan cuenta, sin embargo, de que esos electores sanchistas, pocos, pero capaces de armar mayorías con otros grupos que están en la mente de todos, no se van a marchar a ninguna parte, y que mientras alguien no sea capaz de convencer a mayorías más amplias van a seguir votando del modo que lo hacen.

¿Tiene el PP alguna fórmula mágica para ganar los millones de votos adicionales que necesitaría para lograr una investidura sin hipotecas? ¿Cómo es que no se empeña en convencer a quienes lo han abandonado y a quienes sean capaces de pensar por su cuenta? La ponencia política del PP está bien para convencidos, pero parece poca cosa para una situación tan degradada y sin salida a la vista como la que ahora padecemos.

¿Cree el PP en serio que promesas tales como “replantear el Senado”, “defender a la familia sin dogmatismos”, “reivindicar el papel fundamental del padre” o “poner en marcha políticas que eliminen las trabas que nos alejan de la igualdad real” (entre mujeres y hombres) le van a proporcionar muchos votos que ahora no tiene?

Creo que casi cualquier español con ganas de vivir en un país no sometido al estúpido dogmatismo de la izquierda y al egoísmo demencial de los nacionalistas estaría en condiciones de sugerir unas cuantas promesas concretas con mayor fuerza política. Pondré unos ejemplos:

  1. Hacer que los concursos públicos que convocan todas las administraciones se digitalicen, sean públicos y transparentes y deban ser auditados. Hay empresas que ya ofrecen el tipo de tecnologías necesarias para el caso y pueden garantizar limpieza, competitividad y un ahorro enorme en las adjudicaciones, suprimiendo la arbitrariedad y el encarecimiento producto de la corrupción administrativa.
  2. Hacer un gobierno con sólo diez ministerios, sobran trece o más de los sanchistas.
  3. Reducir el enorme complejo de la Moncloa a la oficina de un primer ministro equiparable al de Gran Bretaña, por poner un ejemplo. Podrían volverse al palacete de Castellana, una idea que le robo a Guillermo Gortázar.
  4. Dotar al sistema sanitario de un soporte informático común de modo que se pueda acceder desde cualquier instalación médica al historial de los pacientes.
  5. En lugar de quejarse del exceso de burocracia, garantizar que se va a disminuir un tanto por ciento anual el número de funcionarios y empleados públicos. Y asegurar la desaparición de los cientos de chiringuitos que sólo sirven para que cobren un sueldo miles de enchufados.
  6. Renunciar al intervencionismo supuestamente ecologista en asuntos tales como la regulación del tráfico en las ciudades o la imposición de cuotas a los fabricantes de coches que está a punto de arruinar a una de las más importantes industrias europeas y españolas.

No sigo, nada sería más fácil, pero si el Congreso se hiciese pensando más en los españoles y menos en cómo colocar satisfactoriamente a la tropa, sería muy de desear una mayor concreción, ver que el PP piensa en los problemas que padecemos y en la forma de solucionarlos y no sólo en ganar las elecciones, y que para ello es capaz de acometer reformas de fondo y atrevidas y se deja de proclamar promesas tan biensonantes como vacías.

Claro que pienso que todo podría ir mejor si el PP ganase las próximas elecciones, pero me molesta ver que, a mi entender, no está haciendo gran cosa por conseguirlo.

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J.L. González Quirós
A lo largo de mi vida he hecho cosas bastante distintas, pero nunca he dejado de sentirme, con toda la modestia de que he sido capaz, un filósofo, un actividad que no ha dejado de asombrarme y un oficio que siempre me ha parecido inverosímil. Para darle un aire de normalidad, he sido profesor de la UCM, catedrático de Instituto, investigador del Instituto de Filosofía del CSIC, y acabo de jubilarme en la URJC. He publicado unos cuantos libros y centenares de artículos sobre cuestiones que me resultaban intrigantes y en las que pensaba que podría aportar algo a mis selectos lectores, es decir que siempre he sido una especie de híbrido entre optimista e iluso. Creo que he emborronado más páginas de lo debido, entre otras cosas porque jamás me he negado a escribir un texto que se me solicitase. Fui finalista del Premio Nacional de ensayo en 2003, y obtuve en 2007 el Premio de ensayo de la Fundación Everis junto con mi discípulo Karim Gherab Martín por nuestro libro sobre el porvenir y la organización de la ciencia en el mundo digital, que fue traducido al inglés. He sido el primer director de la revista Cuadernos de pensamiento político, y he mantenido una presencia habitual en algunos medios de comunicación y en el entorno digital sobre cuestiones de actualidad en el ámbito de la cultura, la tecnología y la política. Esta es mi página web