1 de junio de 2018. La fecha del “crimen”. La primera moción de censura aprobada en nuestro país había hecho a Pedro Sánchez presidente de España, acabando así con el gobierno de Mariano Rajoy.

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La reacción de la sociedad no fue unánime. Por una parte, estaban la mayoría de los ciudadanos pertenecientes a la izquierda política, que celebraban fervientemente el cambio en la cúpula del poder. Por otra se encontraban aquellos que, siendo o no del Partido Popular, lamentaban el giro socialista de su país. No todos los participantes del último grupo tenían los mismos motivos para sentir tal desánimo. Unos se avergonzaban del hecho de que el presidente del Gobierno lo fuera gracias a la complicidad de independentistas, populistas y herederos de la banda terrorista ETA. Otros tenían caras largas por el giro a la izquierda en sí. De todos modos, la mayoría se encontraba en el descontento por una mezcla de ambos motivos: por el medio que el secretario general del PSOE había utilizado para hacerse con el poder y por el fin que perseguía.

Los inicios en la ‘realpolitik’ no fueron fáciles para Sánchez. A pesar de rodearse de un selecto grupo de ministros (¿quién no habló esa semana del ministro astronauta?), los problemas empezaron a surgir casi de inmediato. El 13 de uunio, Máxim Huerta (o Máxim el Breve) dimitió como ministro de cultura y deportes por elusión fiscal. También tuvo que dimitir la ex ministra de sanidad Carmen Montón tras conocerse la falsedad de su máster. Ya era el segundo ministro dimitido del nuevo gobierno en pocos meses. Aunque también se descubrieron posibles casos de elusión fiscal de los ministros Pedro Duque y Nadia Calviño, el presidente no podía dejar caer más ladrillos o el edificio entero se vendría abajo.

Así pues, el tiempo “curó” las heridas. Sin embargo, el espectáculo debe continuar. ABC publicó el plagio en la tesis de Pedro Sánchez y, poco después, vieron la luz audios de la ministra de justicia Dolores Delgado en los que confiesa haber visto, en un viaje, cómo jueces y fiscales del Tribunal Supremo y de la Fiscalía General tuvieron “trato” con menores de edad en un viaje a Cartagena de Indias, es decir, que Delgado habría encubierto, según estos audios, un escándalo de pederastia.

A pesar de todo, Sánchez, con peores resultados en las encuestas que a principios de su mandato (excepto en las encuestas del CIS, claro), aguantaba en La Moncloa. Ni siquiera los detestables audios de la señora Delgado – que deberían haber supuesto su cese – consiguieron que el PSOE dejara de ser el número 1 en las encuestas. El batacazo definitivo llegó con el reciente rechazo a sus desorbitados presupuestos, lo cual le obligó a convocar elecciones el 28 de abril.

Recordemos que Sánchez, si tiene un gran rasgo distintivo, no es faltar a la verdad para conseguir rédito electoral – eso lo han hecho, y lo hacen, unos cuantos -, sino ser como un ave Fénix, que renace de sus cenizas. Aun así, considero que este es realmente el final. No creo que dejemos de ver a Pedro Sánchez en el Congreso, pero sí que no volverá a sentarse en el despacho del presidente en La Moncloa. ¿Por qué? Pongámonos en contexto. Actualmente, la mayor parte de encuestas de periódicos dan al PP, Ciudadanos y VOX una mayoría absoluta. No digamos ya las encuestas internas… Puede cambiar la situación, por supuesto, pero es poco probable con VOX y PP en alza respecto a las anteriores encuestas.

Aunque Cs asegure, en algunas comunidades como La Rioja, que pactará con el PSOE, las probabilidades de que lo haga son mínimas tanto a nivel regional como nacional, teniendo en cuenta que estarían en riesgo de perder al menos la mitad de sus votantes. Otra razón es la necesidad de Sánchez de apoyarse en los independentistas para gobernar. La manifestación del 10 de febrero en Colón, si algo demostró, es que hay un gran número de personas – entre ellas, socialistas – que no están dispuestas a permitir la infamia de ceder ante quienes, como poco, nos llaman bestias. Aquellos que deseen gobernar saben ahora, aunque repitan lo contrario, que hay, al menos, cientos de miles de personas que van a estar vigilando sus actos cuidadosamente, que el abrazo de Colón fue más que una reunión de individuos con sensibilidades comunes.

Otra de las razones por las que, a mi juicio, Sánchez no volverá a ser presidente son sus propios votantes. Debemos entender, como bien dijo Lasquetty, que los ciudadanos no son cautivos de uno u otro partido político y que, de sentirse traicionados, pueden cambiar su voto y escoger la opción que más les plazca. Muchos votantes (o exvotantes) del PSOE han cargado contra el propuesto “relator” y, aunque aún nos quedan de momento lejos, están creciendo ciertos partidos de izquierdas que, en contraposición al PSOE actual, no parecen estar dispuestos a aguantar al nacionalismo catalán. Hablo de partidos políticos como dCIDE o Ahora Plataforma que, poco a poco, van ganando cada vez más espacio en los medios de comunicación y redes sociales. Buena y arriesgada idea sería para los partidos del bloque de centro derecha intentar dividir a la izquierda como el PSOE ha jugado a dividir a la derecha.

Por último, uno de los más amenazantes frentes que Sánchez puede tener, y tiene, abierto es la disidencia interna. Al igual que los votantes, los políticos no son cautivos de unas siglas sino de unas ideas (o así debería ser). Los políticos socialistas no iban a ser menos. Ya van varios cargos, entre ellos diputados, “purgados” por el secretario general del PSOE debido a sus críticas a la idea del “relator”. Aunque parezca que Sánchez lo tiene todo bajo control, no debería cantar victoria dentro de su partido, y es que, cuando menos se lo espere, podrían optar por darle la espalda de nuevo.

Pedro Sánchez se presentó a sí mismo (o presentó a su persona, si así lo prefiere) como el presidente del cambio. Sin embargo, los problemas no tardaron en aparecer. Incluso algunos socialistas que, a priori, aceptaron hacer una moción de censura con sus particulares (por decirlo de manera suave) compañeros, se rebelan hoy contra las acciones de Sánchez, y sufren las consecuencias. Hasta ahora, el presidente del gobierno ha superado los baches que aparecían en su carrera política, pero todo tiene un límite. El 28 de abril comprobaremos cuál será el futuro de Pedro Sánchez ya que, tal y como él mismo reconoce en “su” libro, cuando un político se enfrenta a unas elecciones, el juego es a todo o nada.

Foto: FSA-PSOE


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